El fin del mundo llegó a Grecia, pero no vemos las esperadas escenas de pánico y rabia por las calles. Algo no cuadra.
Por Isaac Rosa
Ya no nos acordamos, pero hace tres años corrió el rumor de un inminente corralito en España. ¿Lo recuerdan? Al comienzo del verano de 2012, en plena turbulencia bancaria, tras el susto de Bankia y con la prima disparada, echó a rodar la bola del corralito español. Y no fueron conspiranoicos, sino gente con premio Nobel que avisaba de un verano dramático, con Grecia fuera del euro y colas en los cajeros españoles. La mayoría no nos lo tomamos muy en serio, pero conozco a varios que sacaron los ahorros del banco por si acaso.
Y es que el corralito, aunque tiene nombre de canción de Georgie Dann, es una de nuestras peores pesadillas contemporáneas. Estamos acostumbrados a consumir ficciones apocalípticas pobladas por zombies, guerras nucleares e invasiones extraterrestres, cuando en realidad el fin del mundo más terrorífico no necesita más que un cajero en la esquina, una enorme cola de gente desesperada, y falta de efectivo.
El corralito es el Terror con mayúsculas, ese con el que nos han asustado varias veces desde el comienzo de la crisis: “Pórtate bien o vendrá el corralito”. “Hacemos recortes y contrarreformas para evitar el corralito”. “Si gobiernan los populistas, acabaremos en el corralito”.
Pero siendo como es el corralito un escenario apocalíptico, hay que reconocer que se ve muy tranquilos a los griegos. Por las calles de Atenas corrían ayer decenas de corresponsales extranjeros buscando imágenes propias de un corralito, y nada. Algunas colas, ciudadanos cabizbajos a la puerta del banco cerrado (sobre todo jubilados, que están excluidos del corralito), pero ninguna escena de pánico, ni de rabia. No encontraron caceroladas, ni protestas a la puerta de bancos o ministerios; ni por supuesto graves disturbios callejeros o saqueos como en Argentina en 2001. Todo aquello que esperaríamos de un corralito. Todo aquello que quizás habríamos hecho nosotros en 2012. Todo aquello que algunos querrían ver hoy, para vacunarnos contra aventuras políticas.
Los griegos, no. No solo no incendian sucursales, sino que encima salen a manifestarse masivamente a favor del mismo gobierno que ha encerrado su dinero en un corralito. De modo que algo no cuadra en esta historia: en Grecia se ha acabado el mundo tal como lo conocemos, pero las calles no arden. Si los acreedores siguen apretando y cerrando todas las salidas, no descarten que acaben ardiendo, pero por ahora nada de nada.
Será que los griegos ya están curados de espantos tras cinco años de horror económico y social. ¿Qué más puede empeorar, cuando ya has tocado fondo? Será que la mayoría de griegos no podría sacar más de 60 euros diarios aunque les dejasen. Será que hay más colas en los comedores sociales que en los bancos. Será que los griegos han cruzado una raya de la que nosotros estamos muy lejos, una raya a partir de la cual el miedo pierde fuerza y te planteas alternativas antes impensables, cuando ya no tienes mucho que perder porque lo has perdido casi todo. Será que saben que su corralito provoca más terror en Berlín, París o Madrid que en Atenas.