La próxima semana será la cuarta y última de la conferencia de revisión del tratado nuclear de no proliferación, que se realiza en Nueva York. El circo quinquenal de reuniones llega a su conclusión sin ningún progreso a la vista sobre el tema clave del desarme.
Y, sin embargo… sin embargo… se ve más que nunca la probabilidad de que se inicien las negociaciones sobre un tratado para prohibir las armas nucleares. Busque noticias que coincidan con el 70 aniversario del lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki los días 6 y 9 de agosto, respectivamente.
¿Cómo puede ser posible esta paradoja, no habiendo progreso alguno que provenga de Nueva York, y sin embargo, solo unos pocos meses más tarde podrían empezar las negociaciones para un tratado de prohibición? Bueno, es posible porque finalmente las naciones civilizadas del mundo se han dado cuenta de que han sido engañadas por los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad, y que no tienen intención alguna de producir el desarme. Nunca.
La semana pasada en Nueva York se negoció sobre el texto de un documento de la comisión de desarme, y lo que comenzó como todo un interesante punto de partida, fue rápidamente llevado a nada sustancial.
Nación tras nación hizo un llamado para que se reconozcan las consecuencias humanitarias del uso de armas nucleares, llamó a fijar plazos en el tiempo para el desarme, y se solicitó los instrumentos legales para establecer un marco en el que esto podría tener lugar. Una y otra vez el P5 y sus secuaces en las alianzas nucleares hablaron de sus intereses de seguridad estratégica, y apuntaron a un proceso paso a paso, que ha estado muerto por casi dos décadas.
Francamente, los Estados que no poseen armas nucleares ya tuvieron suficiente de este juego y sus unilaterales reglas. Países como Sudáfrica podían apenas ocultar su desprecio por lo que venían oyendo.
En el documento final de 2010 se hace mención de las consecuencias humanitarias de las armas nucleares, y tres posteriores Conferencias en Noruega, México y Austria mostraron lo que esto significa. La evidencia habla de: la devastación física producida por la detonación de un arma en una gran metrópolis como Nueva York; el invierno nuclear y la muerte de hasta 2 mil millones de personas que podrían ser causados por un intercambio de solo 100 de las 16.000 cabezas nucleares en el mundo; la imposibilidad física de que los organismos de asistencia, como la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, puedan ser capaces de proporcionar cualquier asistencia humanitaria a la población civil; la ilegalidad de las armas nucleares bajo el derecho humanitario y los Convenios de Ginebra; la letanía de accidentes catastróficos durante las últimas 7 décadas; y el significativo riesgo en el futuro de detonaciones accidentales a causa de la guerra cibernética.
Francia resumió la arrogancia del P5 al decir que ninguna nueva información de las consecuencias humanitarias de las armas nucleares se ha puesto a disposición en décadas. Tal vez no es de extrañar que sea ésta su posición, dado que Francia optó por no asistir a ninguna de las tres conferencias.
Al final de la conferencia en Austria, Austria hizo una promesa. Se comprometió a trabajar con otros países para llenar el vacío legal que existe en el TNP, que originalmente debió haberse llenado en 25 años, ya que el tratado entró en vigor en 1970 con expiración establecida para 1995, fecha en que los redactores originales del tratado pensaron que el desarme se habría completado.
Noventa y un países, y en aumento día a día, ya han expresado su apoyo a la posición de Austria. El lejano estruendo de descontento de hace cinco años se ha convertido rápidamente en una estampida de apoyo a una iniciativa para quitar el control de las manos del P5 y ponerlo en las del resto del mundo.
Un tratado de prohibición no significa que el P5 comenzará a desarmarse, pero les proporcionaría un marco para el desarme cuando llegue el momento y sus situaciones políticas internas sean tales que no haya apoyo al armamentismo nuclear en esos países; proporcionaría legitimidad a las naciones del mundo que creen, con razón, que las armas nucleares son inmorales y no tienen cabida en consideraciones de seguridad global; y daría fuerza a las campañas de desinversión que presionarían a las instituciones financieras y proveedores de la industria de armas nucleares.
El P5 podría no estar viendo lo que se viene porque todos ellos tienen sus cabezas metidas bajo la arena. Ellos creen que si se niegan a jugar a la pelota con los otros, entonces los demás se irán a casa; pero los otros han encontrado una mejor pelota y un mejor juego, y el P5 y sus aliados se están encontrando cada vez más solos.