Por Felipe Lacs para El Diario Judío
Y hace sólo unos minutos terminó la ampliación del plazo que Benjamin Netanyahu, líder del Likud (partido más grande del parlamento israelí con 30 escaños) recibió del Presidente Reuven Livni para establecer una coalición de gobierno.
Poco después del día de las elecciones el 17 de marzo, vimos un verdadero espectáculo de ‘ganadores’ y ‘perdedores’. Dijeron que la izquierda estaba muerta, y todo lo que quedaba era el «rey Bibi”. Las sumas matemáticas dieron a Netanyahu, también conocido como ‘El señor de Seguridad’, ‘Mr. Economía’ y muchos otros apodos útiles para un triunfo electoral, una coalición relativamente flexible de 67 asientos.
Netanyahu habló con calma sobre sus socios naturales: aquellos a su derecha en el espectro político (Israel Beiteinu de Lieberman y Habait Haiehudit de Neftalí Benet) y el espectro religioso (partidos ultraortodoxos Shas y Unión Judaísmo y Torá). Con el nuevo partido Kulano (del ex-Likudnik Moshe Kahlon), llegaríamos al sueño máximo del rey: una coalición de derecha estable que permita un gobierno de cuatro años, y casi todos los partidos dentro de la coalición no tendrían ningún poder para volcarlo solo. El rey podría gobernar casi solo, ¿qué mejor?
Pero Netanyahu se ha olvidado que el territorio de la política israelí puede ser extremadamente complejo. El anterior gobierno aprobó algunas leyes importantes para la Cuestión religiosa: se redujo el centralismo del Rabinato para las conversiones, y la ley que más llama la atención: se aprobó un plan para comenzar a reclutar ultraortodoxos al ejército con sanciones en caso de no cumplimento.
Ambas leyes fueron vistas con buenos ojos por la mayoría de los israelíes. La primera fue de suma importancia para el electorado de Lieberman. Sin embargo, la reciente agitación en las negociaciones de la coalición vio a Netanyahu distribuir ministerios y promesas pertinentes a los partidos ultra-ortodoxos. No es de extrañar que tanto querían revertir estas leyes y el rey, deseoso de obtener el apoyo de sus socios naturales, pronto les dio lo que querían.
Netanyahu fue consagrado como el «Sr. Populista”. Al repetir la tradición de los gobiernos israelíes anteriores para ofrecer ministerios y favorecer a los partidos ultraortodoxos a cambio de calma política, pierde su aire de ‘sr. Economía’. Israel necesita una reforma urgente, una de las más importantes es la introducción continua de los hombres ultra-ortodoxos y las mujeres árabes en el mercado laboral. La ley por el reclutamiento militar sería un primer paso hacia la integración de este primer grupo en una economía dinámica. A su vez, esto ayudaría al Estado a reducir el gasto de la ayuda social para este sector y producir un nuevo impulso de crecimiento. Esto no es incompatible con el estilo de vida haredi. Mantener las cosas como están sólo genera gastos de billones de shekalim, improductivos bajo una perspectiva de bienestar social o de desarrollo económico.
¿En qué tipo de lugar los líderes políticos hacen favores que a largo plazo perjudican la situación general de un país? En países populistas, y es precisamente esto en lo que Israel se está convirtiendo. Campañas políticas sucias, coalición de juegos que sólo busca la perpetuación en el poder. Chile, Brasil, Israel…
Pero Israel, a diferencia de varios países en América Latina, tiene instituciones fuertes e independientes. Sin embargo, el camino tomado por Netanyahu de «yo o nada” muestra su apogeo en este preciso momento. Lieberman, otro líder controvertido, se cayó, y ha quedado fuera de la supuesta coalición esperada. Netanyahu está haciendo acuerdos con una coalición sin estabilidad. Vamos hacia un nuevo gobierno corto, una coalición populista de apenas 61 escaños.