Hay muchas formas de violencia: física, económica, religiosa, racial, psicológica, ecológica, moral… etc., etc. ¿Cómo se la llama cuando hay una ilusión de Democracia, pero el sistema está firmemente en manos de una élite económica que controla la mayoría de los mecanismos de poder, medios de comunicación y nuestra imagen de la “realidad”? ¿Cómo se la llama cuando miles de inmigrantes escapan de las guerras y los desastres creados por Occidente en África, solo para ahogarse teniendo frente de ellos a la costa europea? El pontificar una justa moral no puede ocultar el efecto de esta masa de gente moviéndose hacia el norte. Miedo. Los europeos tienen miedo y votan por cualquiera que asegure que esos no entrarán en su país. Esto no es parte del manifiesto de los partidos “moderados”, pero como dijo el difunto Tony Benn hace muchos años, “el racismo es lo que mueve secretamente a la política”.
La violencia electoral no es nueva, de hecho, es parte del sistema mismo. En el Reino Unido el método de “mayoría simple” ha asegurado durante años el monopolio de los principales partidos con total oposición a cualquier forma de representación proporcional. Pero se nos recuerda lo que sucede en el proceso de votación mismo cuando vivimos en una democracia puramente formal:
“… Gravemente se ha ido arruinando el edificio de la democracia al resquebrajarse sus bases principales: la independencia entre poderes, la representatividad y el respeto a las minorías.
La teórica independencia entre poderes es un contrasentido. Basta pesquisar en la práctica el origen y composición de cada uno de ellos, para comprobar las íntimas relaciones que los ligan. No podría ser de otro modo. Todos forman parte de un mismo sistema. De manera que las frecuentes crisis de avance de unos sobre otros, de superposición de funciones, de corrupción e irregularidad, se corresponden con la situación global, económica y política, de un país dado.
En cuanto a la representatividad. Desde la época de la extensión del sufragio universal se pensó que existía un solo acto entre la elección y la conclusión del mandato de los representantes del pueblo. Pero a medida que ha transcurrido el tiempo se ha visto claramente que existe un primer acto mediante el cual muchos eligen a pocos y un segundo acto en el que estos pocos traicionan a los muchos, representando a intereses ajenos al mandato recibido. Ya ese mal se incuba en los partidos políticos reducidos a cúpulas separadas de las necesidades del pueblo. Ya, en la máquina partidaria, los grandes intereses financian candidatos y dictan las políticas que éstos deberán seguir. Todo esto evidencia una profunda crisis en el concepto y la implementación de la representatividad.” (Silo, Cartas a mis amigos, Sexta Carta).
Palabras que estarán en los labios de este nuevo Gobierno cada vez que hagan un poco más de recortes, que discriminen un poco más, que dejen a más personas en la pobreza y sin acceso a una buena calidad de la salud, vivienda y educación: “mandato”, “legitimidad”, “la voluntad del pueblo”.
¿Cómo podemos transformar un desastre en una oportunidad?
- Resistir el hábito mecánico de culpar a otros. Esto solo distrae de los problemas estructurales del sistema.
- Continuar la construcción de los movimientos en ascenso ya existentes para desarrollar la Democracia Real a través de la metodología de la no violencia.
- Conectar la necesidad de un cambio personal en función de la transformación social. La política del miedo y la manipulación no funcionan en las personas que construyen una referencia interna en relación y solidaridad con los demás.
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