Por Gonzalo Larenas.-
No es la primera vez que escuchamos esta consigna en Latinoamérica, frase que ha marcado los momentos sociales más críticos del continente, donde una ciudadanía molesta y cansada, sale a las calles porque se siente burlada, utilizada y traicionada por una clase política que no los representa en ninguna de sus aristas, en ninguna de sus formas ni colores, simplemente ya no se sienten parte de un sistema que siempre les dio la espalda después del voto.
Si la consigna de una marcha ciudadana nacional tiene como consigna: “Que se vayan todos”, es que realmente ese es su sentir, el que aparece por la desconfianza generada muchas veces por culpa de la corrupción, un verdadero cáncer que se ha instalado en todos los gobiernos de la región, y que tiene como consecuencia más grave la pérdida de la libertad total, a través del caos y el derrocamiento de la democracia, como lamentablemente tantas veces hemos visto.
Cuando una población desencantada no encuentra líderes que los saquen de este estado, los sale a buscar a las calles, donde algunas veces los encuentran y otras solo imaginan un personaje que como superhéroe los salvará. El círculo histórico se repite una y otra vez, de la corrupción a las calles, de las calles al populismo, del populismo a la dictadura y de la dictadura volvemos a una democracia que pronto fallará. No aprendemos porque a los de siempre no les conviene que pasemos el curso, se mantienen cómodos así, manejando a su antojo a los pocos que votan, levantándolos y dejándolos caer.
Cuando el caos comienza a tomarse las calles, comienza también a formarse un poder que la mayoría de las veces no tiene control, porque simplemente no tiene educación, y no hay nada más peligroso que una masa necesitada de héroes que los representen, porque generalmente no serán los mejores quienes ocupen ese lugar.
Todo este escenario, este círculo vicioso latinoamericano se puede cortar, porque la masa que hoy llena las calles de los distintos países, es una masa más preparada, exigente y sin miedos provenientes del pasado, pero que lamentablemente también arrastra a los otros, los que nacen como consecuencia de una mala educación, de una falta de identidad y sentido común, los que apoyarán las causas solo como excusa para destruir todo lo que esté a su alrededor, mostrando lo peor de nosotros, que sumando la brutal represión policial, da como resultado el encuentro de los nacidos en un mismo mundo, con la única diferencia que un lado usa uniforme. Dos caras de una misma consecuencia.
Cuando analizo todo este escenario entonces pienso que la frase “que se vayan todos”, no solamente está dirigida al mundo político, sino que también parece incluir a los que no quieren surgir, a los que como un ancla estancan la salida de este gran acorazado que no logra zarpar, entonces se transforma en un llamado desesperado a la autodestrucción, lo que nos aleja de la visión de futuro, y por muy romántica que parezca la lucha, se desvanecerá a largo plazo si no logra el control que solamente el entendimiento logrará, de manos de la educación.
Me preocupa que si realmente se van todos, los que reemplazantes sean peores, la historia quiere seguir escribiéndose como se ha venido escribiendo desde la colonia, contando el mismo cuento, el del Gatopardo, que todo cambie para que todo siga igual, para que saquemos un mal para poner en su lugar a uno peor.
Necesitamos algo mejor que generar odio en nuestra sociedad, algo mejor que la división, porque a río revuelto la ganancia será de los mismos pescadores de siempre, los que felices ven como todo se enreda perdiendo el sentido, donde la agresividad habla en nombre de la razón, transformando a quien piensa distinto en tu enemigo, de forma que nadie dialogue y así nadie aprenda de sus diferencias… dividir para reinar.
Es hora de hablar con los responsables, a quienes no solo encontraremos en las calles o en el Congreso, muchas veces estarán más cerca de lo que pensamos, en nuestras casas, en nuestro reaccionar violento o en nuestra falta de tolerancia. Por otro lado debemos desconfiar de los fanáticos, porque ellos serán el obstáculo más grande para superar esta crisis social, donde en vez de alejar a la gente de la política, debemos acercarla con integridad, consecuencia y sobre todo con verdad, pero serán estos últimos, que como un borracho porfiado preguntará de qué estamos hablando para decir que no, imposibilitando el diálogo, frenando el trabajo que nos llevará en una mejor dirección, que se vayan ellos también.
Propongo entonces cambiar el “que se vayan todos” por un “hagámonos cargo”, el camino será más difícil, pero el resultado mejor. Esta vez no bastará con echar la culpa a los de arriba, sino con que cada uno trabaje por hacer de la sociedad que lo rodea un lugar mejor, hacerse responsable del cambio que quieren y por el cual tanto critican, pero por el que muy poco hacen realmente.