Las mentes abiertas de América Latina te agradecen el mimo, el arrullo, el silencio, la pausa. Te agradecen ponerle brújula a los sueños, ponerle nombre a los días, ponerle rostro a los patasucias.
Todas las mentes abiertas te agradecen el canto, que despejaras la niebla, que le pusieras voz a las gargantas quebradas, a los desprecios de nadies, a las justicias de todos.
Somos Galeano, somos Eduardo, el Siglo XXI no habría parido tantos fuegos si el uruguayo no hubiera soplado con tanto esmero la brasa, si no hubiera, entre sus manos, contenido la llama.
La historia universal fue arcilla que sus dedos dieron forma, que su tino puso al derecho, dándole sentido a un mundo caído hacia arriba, en aplastante locura.
Planté tu lucidez entre mis hojas, usé tus acuarelas para pintar pasiones, para levantar banderas, para no renunciar a los mil colores.
Nos debemos un abrazo, será como uno de esos cafés napolitanos, los cafés pendientes. Lo dejo escrito, lo digo al aire, esperar despierto.
Tuve amigos que estrecharon tus manos, que estrujaron lágrimas en tus hombros, que temblaron escuchándote, que se conmovieron reflejados en tus pupilas claras.
Estás cerca, no sos el horizonte que se aleja, estás cerquita, como la utopía que abrasa los cuores y nos lanza en la búsqueda del futuro, ese único momento donde se reconocen el ayer y el hoy.
Sabías que uno sobrevive en los demás, en la memoria y en los actos lanzados, sabías, como todos los poetas, que mañana es mejor, siempre mañana es mejor.
Así que por eso, hasta mañana, Eduardo, mañana nos sentiremos mejor.
No te fuiste ni un poquito.