Vivimos una época en la que la violencia está institucionalizada y se considera normal el resentimiento y la venganza entre los seres humanos, aunque esto nos cause sufrimiento. ¿Puede revertirse esa situación? En busca de una respuesta, tres estudiosos del Mensaje de Silo, Dario Ergas Benmayor [1], José Rivadeneyra Orihuela [2] y Madeleine John Pozzi-Escot [3], en breve publicarán el cuadernillo “Propuesta hacia la Reconciliación”, un documento propositivo donde ahondan en las profundidades del ser humano para encontrar el “lado oscuro” y el “lado luminoso” que encerramos todos y que nos sumen en la tristeza absoluta o la alegría y la esperanza. Después de todo… ¿Es posible la reconciliación?
Por Judith Purizaga
Pressenza.- Madeleine, ¿por qué hacer un escrito sobre la Reconciliación?
Madeleine John.- La idea surge como convergencia entre tres amigos. Los tres, por diferentes motivos, estuvimos trabajando el tema. Por un lado, de manera personal, porque en relación al tema de la superación del sufrimiento, la reconciliación es fundamental; y además nos parece un tema central. Si uno quiere una vida plena, de aporte a la sociedad y de felicidad creciente, uno no puede estar resentido con uno mismo, con los seres queridos, y tampoco con los seres humanos en general; es contraproducente. Felicidad y resentimiento son cosas que están totalmente opuestas, son antónimos.
Por otro lado, a nivel social, es evidente que estamos viviendo una crisis a nivel mundial y en el Perú, conviviendo de manera muy cotidiana con la violencia en múltiples manifestaciones, y creo que también para todos es casi un lugar común el reconocimiento de que tenemos muchos resentimientos entre nosotros, entre las diferentes personas y grupos sociales que convivimos en este país, y que además arrastramos resentimientos históricos.
Sin lugar a dudas, la violencia que vivimos tiene que ver con muchos factores. Uno de esos factores es el resentimiento. Ahora, si tú quieres contribuir a una sociedad no violenta, no discriminadora, más justa y más humana, chocas con el tema de que hay que superar los resentimientos que tenemos. Hay que avanzar hacia una reconciliación social. Entonces, somos tres personas distintas las que hemos trabajado este cuadernillo. Una de ellas vive en Huancayo, José Rivadeneyra. Él estuvo trabajando como director en el Lugar de la Memoria, por lo tanto estaba conectado con el tema directamente, con la memoria reciente, porque los Lugares de la Memoria se refieren a los 20 años de guerra interna.
P: En el cuadernillo ustedes hablan mucho acerca de los diversos condicionantes que abonan al tema de resentimiento y que hacen necesaria y urgente la reconciliación. Háblame un poco de esto.
M.J.: Nosotros partimos de una afirmación: que, en realidad, la pregunta por la reconciliación está ligada a la pregunta por el sentido de la vida. Porque si nada tiene sentido, entonces ¿por qué tendrías que reconciliarte?
Tú te preguntas y sientes la necesidad de la reconciliación porque te estás preguntando también por un sentido de tu vida, de tus acciones. Bueno, se puede tratar de vivir “llenando el tiempo” hasta que uno se muere. Es decir, lo que tú sabes con certeza es que en algún momento te vas a morir, y ese hecho es de gran impacto. Tú puedes fugarte del tema, pero siempre vas a estar confrontada con el hecho de la finitud, por lo tanto tienes que preguntarte por el sentido de la vida. Para el ser humano, hacer las cosas sin sentido es frustrante, muy desmotivador. Entonces, una vida que no tiene sentido es la raíz del sufrimiento. Por eso ligamos tanto el tema del sentido a la superación del sufrimiento, y con ello también, a la superación del resentimiento. Por el contrario, si tu vida tiene un sentido para ti, una dirección, no querrás quedarte atrapado en el resentimiento.
P: Y a ello se añaden otros condicionantes sociales que mencionan, como que es “natural” la violencia…
M.J.: Lo que nosotros decimos es que la crisis global que estamos viviendo ahora, es una crisis del fin de un largo periodo histórico que se sustentó en valores y creencias que se están agotando, que ya no responden a las necesidades del ser humano. Esa es la razón de la crisis hoy en día. Sin embargo, estas creencias todavía operan y son un impedimento para avanzar hacia un nuevo momento histórico. ¿Cuáles son las creencias? Hay muchas, pero nosotros rescatamos las que nos parecen centrales.
Primero, la creencia en la eficacia de la violencia. Si tú le preguntas a cualquiera, te va a decir que no quiere la violencia. Sin embargo, subsiste la creencia de que es necesaria, útil, eficaz. Esa creencia es muy complicada porque, entonces, ¿cómo haces para buscar una forma de convivencia social no violenta si crees que no es posible, y que la violencia es necesaria? La vas a aceptar, y siempre que apriete un poco la situación, la vas a demandar. Entonces es una creencia que nos impide lograr aquello que queremos.
Después, la creencia de que el ser humano es un ser “natural”, mecánico, “es así por naturaleza”, por lo tanto es violento por naturaleza, es parte de la naturaleza. Esa concepción trasnochada y mecánica del ser humano, también es sumamente limitante a nivel personal y a nivel social. Nosotros, dentro del Mensaje de Silo, creemos que el ser humano es un ser básicamente intencional, y que gracias a su intención puede ir modificando no solo a la naturaleza, sino también modificarse a sí mismo; y entonces eso te deja el futuro abierto por completo. Es otra mirada. Por lo tanto, no es que “eso es así y no puede cambiar”… No, ¡puede cambiar!
P: ¿Y cuándo crees que se ha dado ese “quiebre de la intencionalidad”, que el ser humano haya cambiado tanto su perspectiva y que no busque cambiar sino más bien, por el contrario, recurre al tema de la violencia para resolver su vida?
M.J.: Más bien, estas creencias son un arrastre histórico. Yo creo que también hay otra creencia que es compleja: la creencia en el valor del sufrimiento. Y así dice el dicho: “Lo que no te cuesta, no lo valoras”… Eso revela una valoración del sufrimiento. Es como que tú te redimes a través del sufrimiento. Bueno, de hecho, los modelos religiosos que priman en estos lados, son acerca de un Redentor sufriente, que sufre y muere para redimir al ser humano. Estas son creencias que tienen un arrastre histórico, y ahora necesitamos nuevas creencias, porque el ser humano no es estático, sino que va avanzando. Aquello que en un momento fue útil, se desgasta y muestra sus límites; entonces necesita renovarse, es siempre así. Esas creencias se han ido desgastando, pero todavía no podemos decir que se han agotado, porque si fuera así, estaríamos viviendo otro mundo. Ahora estamos en un mundo que muere en crisis y también en un mundo nuevo que comienza a insinuarse, que quiere brotar.
P: ¿Cómo experimenta el ser humano los dos temas centrales: el resentimiento y la reconciliación?
M.J.: La primera gran dificultad que encontramos con el tema de la reconciliación es que no siempre es fácil reconocer el resentimiento. Es muy fácil si yo estoy resentida con una persona, porque creo me ha hecho daño, me ha causado dolor, y entonces el solo pensar en ella, me tensa. Ahí es muy evidente. Pero no siempre es así, por muchas razones, a veces porque los resentimientos no están puros. Por ejemplo, uno pudiera estar resentido con alguien muy cercano por el que también siente afecto. Hay muchas formas de resentimiento que no son tan evidentes y que se manifiestan como falta de paz interna, como indiferencia, falta de alegría de vivir, falta de futuro. A veces uno los pesquisa a través de indicadores sociales como la violencia y el temor. Porque si tú crees que otros te han hecho sufrir, tú tienes miedo de los otros, tienes miedo que te vuelvan a hacer sufrir. Como en el caso de algunas personas que, al terminar una relación amorosa, sienten temor de tener nuevas parejas; entonces andan como un erizo por la vida, endurecidas, con corazas para evitar sufrir. El temor, muchas veces, cuando uno ahonda en su profundidad, se descubre que es producto del resentimiento.
P: Entonces, ¿es la reconciliación un hecho fundamental y primer paso para la superación del sufrimiento y la transformación del ser humano?
M.J.: Yo creo que es fundamental, no lo veo de otro modo. Pero el hecho de reconocer que estoy resentido no necesariamente me lleva a la determinación de querer reconciliarme. Yo creo que eso se da cuando uno comienza a comprender lo negativo que es estar resentido, cuando uno comienza a comprender en la propia vida que el resentimiento, en realidad, le está quitando a uno la vida. Es decir, el resentimiento me mantiene atrapado al pasado, no puedo avanzar…
P: Ustedes dicen: “Te encadenas al pasado y cierras tu futuro”…
M.J.: Así es. Y uno tiene que decir: “Quiero salir de esta situación; quiero aprender a reconciliarme con las situaciones que me causaron dolor, con las personas; quiero liberarme de esa cadena -lo que es en realidad una red de sombras, una oscuridad, eso es el resentimiento, ese pozo de tristeza, ¿no? Quiero salir de eso. Quiero poder vivir con más alegría, con más entusiasmo, con el corazón abierto, quiero poder amar…” En fin. Entonces uno dice: Bien, ¿cómo hago?
P: ¿Cuál es la diferencia entre la reconciliación y la práctica religiosa de “poner la otra mejilla”?
M.J.: Claro, si alguien me daña, yo pongo la otra mejilla, pero sigo resentida. O sea, ¿cómo me resuelve eso el problema? No lo resuelve, sigo resentido. Entonces, ¿cómo hago para salir del resentimiento? ¿Para reconciliarme? Primero, a nosotros nos parece que hay un tema clave en esto, porque normalmente uno escucha que la gente justifica el resentimiento por lo que les pasó: “Yo estoy resentido con tal persona, porque me hizo tal o cual cosa”. Pero en realidad no es lo que me hizo el otro lo que me causa resentimiento, no es la situación dolorosa, es la respuesta que doy, la que elijo, la que me lleva por el camino del sufrimiento o de la reconciliación. Yo no soy un ser mecánico, y frente a un dolor que alguien me cause, yo tengo multiplicidad de opciones de respuestas. Ahí radica la libertad de elegir del ser humano. Eso es de acuerdo al sentido que yo tenga, a lo que yo quiero construir en mi vida. Y hay ejemplos muy conmovedores de gente que, frente a situaciones de gran dolor, deciden intencionalmente no ir por el camino de la venganza y de la violencia, sino ir por el camino de la reconciliación, y apostar a transformar la situación que le provoca dolor.
P: ¿Y esa forma de proceder, esa intención a nivel personal, también uno la puede proyectar a nivel social?
M.J.: Exactamente, uno ve el ejemplo de Mandela, 21 años metido en la cárcel, y cuando él salió, lo primero que dijo fue: “Yo no quiero la venganza, yo no quiero la violencia”. Claro, es un ejemplo maravilloso, es un referente, un personaje muy querido; pero en los diferentes campos uno escucha historias extraordinarias. A mí me contaron una historia, no sé si es verdad o no, de una señora judía en Israel. Un joven palestino puso una bomba en su casa y mató a su única hija; y luego de los hechos, por supuesto, llegó la prensa esperando que ella diga algo violento, y ella solo dijo: “Estoy consternada y muy triste, porque aquí ha habido dos muertos, mi hija y el joven palestino que puso la bomba, los dos han sido víctimas de la violencia. Lloro por los dos”. Bueno, a mí me conmueve eso. Ella, en ese momento, elige un camino. Y así, en el Perú también hay muchos ejemplos.
P: ¿Y tú crees que es posible una reconciliación de parte de las familias que perdieron a sus seres queridos en la época de la violencia en el Perú? Ellos no logran comprender y tienen una carga emocional muy fuerte que guarda resentimiento y que no alcanza la reconciliación.
M.J.: Siempre es posible, pero es un esfuerzo intencional. Tú has dicho algo importante: que no logran comprender. Yo creo que la reconciliación no es olvido, porque ¿cómo va a hacer uno para olvidar? O sea, discúlpame, pero si han matado a mi hijo, ¿cómo hacer como si nunca hubiera existido? Mi hijo es parte de mi interioridad y de mí, no lo puedo olvidar nunca. Entonces, el camino no es el olvido, sino que tengo que hacer un esfuerzo por comprender lo que sucedió desde distintos ángulos. A veces se requiere un esfuerzo para humanizar la mirada sobre el victimario.
P: ¿A qué te refieres con humanizar la mirada sobre el victimario?
M.J.: En todo ser humano hay frustraciones, hay fracasos, pero también hay esperanzas; en todo ser humano también hay cosas maravillosas. Muchas veces cuando uno ve a una persona muy violenta, y que es extremadamente cariñosa con su hijo, por ejemplo, es como una contradicción; y efectivamente es una contradicción. Entonces uno debe comprender qué nos lleva a esas situaciones de tanta contradicción… Eso es humanizar la mirada, tratar de comprender al otro en su humanidad. No solo al aspecto horrible o negativo de esa persona. Ella es una totalidad, tiene ese aspecto pero también tiene otros. Es un ser humano, como yo; él no eligió probablemente esa vida. No es que de niño uno le pregunta: ¿Qué quieres ser de grande? Y le responde: “Yo quiero ser un matón”… No, la gente sueña con otras cosas. Son los accidentes, las frustraciones, la falta de oportunidades; en fin, una serie de situaciones que van acorralando a las personas, que no encuentran salida y los llevan por caminos que para ellos mismos son sumamente sufrientes. Entonces, yo creo que el tema de la reconciliación requiere ese esfuerzo por comprender, por ampliar la mirada para ver todos los factores que han influido; pero me parece que ahí no acaba la reconciliación. Yo creo que ésta requiere un compromiso y una acción a futuro para que las circunstancias que hicieron posible la violencia, no se repitan.
P: “Para que no se repita”, esa es la frase que sintetiza la acción de los lugares de la Memoria que se ubican en diferentes partes del país y que abordan las secuelas de los años de violencia…
M.J.: Hay una frase que a mí me parece muy conmovedora, expresada durante la jornada de inspiración espiritual a la que nos invitó Silo en 2007, en el Parque de Estudio y Reflexión Punta de Vacas, donde él hace una alocución sobre el tema de La Reconciliación, y dice: “Ni olvido, ni perdón. ¡Reconciliación!” y dice que hay que poner una mirada humanizadora sobre la piel de la monstruosidad, rescatando en mí y en el otro nuestros fracasos; pero también lo bello en nosotros, nuestras esperanzas. Porque es desde aquellas esperanzas, de eso hermoso que siempre hay en cada uno de nosotros, donde podemos converger para construir un futuro diferente, un futuro mejor del que ha provocado ese sufrimiento.
P: Ya que hablamos de los años de violencia… ¿qué tan importante es un Lugar de la Memoria en estos tiempos?
M.J.: Bueno, nosotros decimos primero que no puede haber olvido. A nada bueno nos lleva tratar de borrar o falsear la memoria. Vivimos una situación de mucha violencia, y no solo los que vivimos esa época de violencia hemos quedado marcados, pues eso influye también en nuestros hijos, de generación en generación. Entonces, nosotros necesitamos integrar esa situación porque fue un impacto muy fuerte. Si tú vives situaciones de guerra (las guerras siempre son monstruosas), después, ¿cómo haces para creer en el ser humano, cómo haces cuando has visto lo peor de él? ¿Qué debes hacer para integrar esa situación, para integrar ese pasado y que te permita ver el futuro abierto, con entusiasmo… que es posible cambiar? Nosotros no podemos hacer como que no ocurrió, porque sí ocurrió y tuvo consecuencias. Por otro lado, es necesario un Lugar de la Memoria que nos ayude a comprender los hechos y todos los factores que influyeron, porque no es posible que desaparezcan 69 mil personas y que no importe, eso no es posible. Cada ser humano es único, irreemplazable. Es muy importante el Lugar de la Memoria para rescatar la memoria de cada una de las personas que desapareció. Si nosotros hacemos como que es solamente un número, anónimo, que no existieron, que no tiene nombre, nos deshumanizamos como personas y como sociedad. Nosotros necesitamos la memoria de cada uno… Hay que rescatar la buena memoria.
P: Ustedes, en su escrito, hablan de enfrentar los temores y dolores para poder salir adelante…
M.J.: Así es. Es un esfuerzo por comprender nuestra historia. Por comprender, por un lado, ese impulso extraordinario del ser humano por crecer, por avanzar, por superar, por corregir todos los errores que puede cometer; hay que comprender todo ello y poder superarlo. Si tú no tomas conciencia de un error, ¿cómo lo superas? Para que uno pueda avanzar, corregir, uno primero necesita reconocer: “acá hay un error”. Y el camino del reconocimiento del fracaso y del error nos impedirá volver a ir por ese callejón sin salida. Es importante esa reflexión, ese reconocimiento. ¿Cómo digo: “no quiero más violencia”? Porque reflexiono sobre esto y digo: “no, esto es un error”.
P: Este tema tan trascendente parece no haber sido comprendido por las autoridades de la región Junín, que al inicio de su gestión han cerrado el Lugar de la Memoria de Huancayo, lugar donde se vivió con mucha fuerza la violencia interna.
M.J.: Todas estas cosas que estamos hablando, esta necesidad de una nueva espiritualidad que tenga la reconciliación como un eje, la no-violencia, la valorización del otro ser humano; creo que todavía no es masiva. Estamos en ese proceso. Pero sí creo que va surgiendo cada vez más la necesidad de buscar salidas, de encontrar esa nueva espiritualidad que nos permita tomar contacto con el otro ser humano reconociendo su importancia, valorándolo en su dignidad… No es afuera, eso está en la profundidad de cada uno de nosotros. Me parece que esa nueva espiritualidad va a ir brotando cuando descubramos que al volcarnos hacia nosotros mismos, están todos esos sueños que tenemos, los ideales de un mundo fraterno, no violento; eso está en nosotros. Y no solo como ideal, sino como experiencia. La experiencia del amor está en cada uno de nosotros. Este puede estar tapado por capas de temor, de corazas, en fin; pero en el fondo en cada uno de nosotros está la experiencia del amor. Entonces, hay que aprender a acceder a esa fuente de amor, de humanidad, de esperanza. Esa es una nueva espiritualidad, que afirma la alegría de vivir, que rechaza el andar buscando culpables, porque en el fondo eso no es interesante. Mira, si yo digo: “Tú eres el culpable”, yo no tengo nada que corregir. O sea, yo estoy exigiéndote que corrijas tú, y si tú no quieres, me puedo quedar la vida entera esperando que tú hagas algo. ¿Y, yo? Pasivo.
P: Entonces, ¿una condición para superar esto, es la acción?
M.J.: Así es, es la comprensión, la humanización de la mirada hacia todos los involucrados, y es la acción. Esta es una situación en la cual estamos todos involucrados. Entonces me parece mucho más interesante elegir qué vida es la que queremos vivir, poner manos a la obra, cuál es la sociedad a la que queremos contribuir en lo que tengamos de vida. Y esa acción coherente, efectivamente, me va reconciliando, porque me da la experiencia que es posible ir cambiando.
P: En 1981, Silo dijo: “¿Cómo vencerá el ser humano a su sombra? ¿Huyendo? ¿Enfrentándola? Y si el motor de la humanidad es la rebelión contra la muerte, rebélate contra la frustración y la venganza”. ¿Es la reconciliación un acto de rebeldía hacia esas condiciones que te llevan al resentimiento y al sufrimiento?
M.J.: Sí, yo creo que se podría entender como acto de rebeldía, como un grito de libertad, como una afirmación de la vida. Y ahí, nuevamente en esa cita que tú haces, Silo lo liga al sentido de la vida. Porque efectivamente si tú estás buscando la experiencia del sentido de la vida, y uno sabe que cuando está feliz uno se siente unitivo con uno mismo, entonces siente que hay más sentido en la vida; en cambio, cuando uno está resentido, violentado, frustrado, es más difícil que uno encuentre el sentido. Parece que el “sentido” tiene que ver con estados internos.
Entonces, esta búsqueda del sentido de la vida requiere despejarse internamente, despejarse de los resentimientos, reconciliarse. Pero además, si yo voy accediendo a esa experiencia de que hay un sentido trascendente en la vida, comprendo además que necesito liberarme y tomar el camino de la reconciliación y del encuentro fraterno con otro ser humano, porque el no hacerlo va en contra de mi intención. Ahora, el sentido de la vida lo va a encontrar cada cual. Lo que nosotros afirmamos es que es posible acceder a una experiencia de sospecha del sentido, de certeza de que no todo termina con la muerte.
P: Finalmente, en la Curación del Sufrimiento, Silo hace una alegoría: “Del abismo oscuro renace la luz del ansiado sentido”… ¿Qué quiso decir con eso?
M.J.: Yo creo que la violencia, el resentimiento, todas esas cosas son muy oscuras y densas, son lo que se llama “el lado oscuro”, como la fuerza de Darth Vader, pero que todos conocemos porque también tenemos un pequeño Darth Vader en cada uno de nosotros. La tristeza, el desánimo. En cambio, cuando uno está feliz, enamorado por ejemplo, uno está radiante, ¿no es cierto? Uno ve el brillo en los ojos de la otra persona. Efectivamente, el sentido de la vida, esa certeza de que la vida no se detiene, que avanza, es un impulso luminoso que se traduce como alegría, entusiasmo, como esperanza. Todas esas son traducciones de ese sentido que impulsa el ser humano desde sus inicios. A eso nos llevaría la reconciliación, es salir de la oscuridad y abrir el futuro infinito, porque las posibilidades de desarrollo del ser humano son ilimitadas. No sabemos cómo va a ser el mundo de acá a unos años, pero va a depender de lo que hagamos hoy. Ojalá que contribuyamos con lo mejor, a aquello que esperamos sea un mundo más humano, más fraterno, que uno se sienta realmente en casa. Pero se tiene que empezar por uno mismo, y ojalá que lo que uno tenga dentro sea el lado luminoso.
[1] Dario Ergas, escritor humanista, colaboró en la construcción del Movimiento Humanista en América y Europa, en la fundación del Partido Humanista en Chile, en la Internacional Humanista en Florencia y en la formación de la Regional Humanista Latinoamericana.
[2] José Rivadeneyra, investigador del Parque de Estudio y Reflexión «Ihuanco», activista social en el campo de los derechos humanos y la promoción de la no-violencia activa.
[3] Madeleine John, investigadora del Parque de Estudio y Reflexión «Punta de Vacas», es promotora de la no-violencia activa y la no-discriminación.