Por Francisco Córdova*
Es claro que en Chile la unidad se ha mantenido distante y predomina el interés electoralista en las conversaciones políticas que se dan dentro de este grupo de alternativas al duopolio tradicional, estrategia que ha dado malos resultados para todos.
En las últimas elecciones presidenciales, hubo media docena de candidatos de partidos políticos que tienen muchas cosas en común en sus discursos y objetivos, al menos en el mediano plazo, pero que siempre sostienen las diferencias como punto de partida en sus relaciones. Por ello es claro que la unidad se ha mantenido distante y predomina el interés electoralista en las conversaciones políticas que se dan dentro de este grupo de alternativas al duopolio tradicional, estrategia que ha dado malos resultados para todos.
Es entendible que cada partido u organización política desee que sus ideales, principios, formas y sueños sean compartidos por una gran mayoría, pero nosotros mismos somos muestra de la gran diversidad de propuestas ideológicas que existen hoy, miradas que superan la clásica clasificación de izquierda y derecha, pues en las alternativas está la evolución de aquellos pensamientos.
Progresismo, humanismo, ecologismo, autonomismo son expresiones políticas que se exteriorizan en siglo XX y no en el XIX. Nacen bajo una realidad de estructura de clases más difusa, en el medio del control hegemónico de la cultura yanqui, donde la identidad de clase y de pueblo ha sido pisoteada por dictaduras y democracias serviles al gran capital. Los partido alternativas nacen cuando ya la política está en decadencia ética, y no digo que sean todos ejemplos de rectitud, pero el clima afecta obviamente en la formación.
El camino para ser conocidos y reconocidos es tremendamente difícil, pues la política que no se relaciona cercanamente con el poder económico, no tiene cabida en los espacios de decisión y poder. Ese es el piso de nuestra realidad. El desprestigio actual y sostenido de quienes hoy administran la colonización del empresariado en lo de interés público, nos salpica a todos, por ende las personas tratan a “justos por pecadores”.
Ante estas tres realidades; a) Las alianzas electoralistas no han dado resultado, b) Que los partidos u organizaciones alternativas responden a una evolución de la política en un ambiente de dispersión social y c) Que no participamos del requisito de asociarnos con el empresariado como condición de participar del poder político, es que debemos como partidos alternativas ver la forma de superar esta realidad en conjunto, pues no es necesario ser un genio de la estrategia para saber que la unidad otorga más fuerza.
Para superar estos tres nudos que se interponen en la construcción de una alternativa política renovada y sensible a los nuevos tiempos, pienso que debemos al menos desarrollar tres pilares en conjunto. El primero es que debe haber un sustento ético e ideológico colectivo. Un contenido valórico compartido que nos motive a confiar en que tenemos una mirada común al menos de lo urgente a resolver para superar la des-humanización contemporánea. Debe haber convergencia ideológica en puntos claves, pues la calculadora electoral jamás será capaz de sostener a largo plazo a un bloque político que busca ser una alternativa seria de gobierno. Lo segundo es presentar lealtad en la mirada de futuro, acordar lo que buscamos conseguir y ser leales a lo acordado como básico, sea la una asamblea constituyente, la nacionalización de los recursos naturales o el respeto por la autonomía y cultura de los pueblos originarios. Debe haber puntos de mirada a lograr que tengan tal solidez, que nadie pueda ir en contra a no ser que desee retirarse de lo que se está construyendo. Tercero y último, se deberá comprender que la autonomía con el empresariado es una de nuestras mayores fortalezas, pues la coherencia autónoma nos permitirá ser honestamente una coalición que pone el interés público por sobre el interés personal o partidista.
Quiero terminar con una invitación a reflexionar sobre el concepto que tenemos sobre la democracia, pues en ella no se producen vencedores y vencidos, tampoco es para generar resentimientos y sostener rencores, así como tampoco para otorgar privilegio y ventajas por sobre otros. La democracia exige entender que todos somos dueños de una parte de la verdad, exige que se respete la diversidad de pensamiento y culto, que se respete la laicidad del Estado y que entendamos que lo que está en juego es el bien común, en que seamos capaces de conversar y encontrar el equilibrio entre lo que desea uno y lo que desean los otros, pues no se trata que el otro piense como uno, sino que juntos logremos pensar lo que se considere mejor para todos en la diversidad de ideas de cómo eso debe ser. Un enorme y necesario desafío.
* Francisco Córdova es miembro del Equipo Coordinador Nacional del Partido Humanista