Dos mujeres han vencido al miedo para contar su historia tras pasar por alguno de los Centros de Internamiento de Extranjeros de España.
Relatos donde aparecen las redes de trata, los abusos, y la incertidumbre ante la falta de papeles que solo algunos consiguen.
«Después de tres días en el CIE de Aluche me llevaron al aeropuerto para que subiera al avión, pero les dije que no porque no ha hecho nada malo».
Por Pau Coll, Ruido Photo para Desalambre
Es una historia que se repite. La cuentan muchas de las mujeres que han pasado por alguno de los Centros de Internamiento de Extranjeros de España. Es una historia de vulnerabilidad, y de abusos que empiezan mucho antes de pisar la Península. Una historia en la que aparecen las redes de trata, que trabajan impunemente en las rutas migratorias. Estos son los testimonios de dos mujeres que han vencido al miedo para contar su historia.
Marisol. Guinea Ecuatorial, 33 días en el Cie
Marisol no se llama Marisol. Ha elegido el nombre de una de sus hijas para este relato, que empieza el día que su marido murió, allá en su país.
«Vine para buscar la vida de mis hijos, porque me quede viuda. Tengo 4 hijos, uno de ellos esta enfermo, no habla, no anda. Está invalido […] Yo quería traer a mi hijo enfermo para que le puedan hacer tratamiento aquí, porque en mi país no hay buenos médicos».
En 2007 Marisol había conseguido juntar el dinero suficiente para comprar un billete de avión y un visado de tres meses a España, donde vive una hermana de su madre. Viajó sola, dejando a sus hijos atrás. Durante los siguientes 3 años fue capaz de evitar los controles policiales hasta que un día de junio de 2010 fue arrestada. Se dirigía a un curso de formación para mujeres migrantes.
«Eran las diez de la mañana cuando baje del autobús, en una bocacalle que esta aquí cerca, allí los policías me cogieron, me preguntaron por los documentos y les dije que no tengo nada [..]. Al día siguiente me llevaron a Madrid, yo sola, no sabía que me iban a hacer allí. Después de tres días (en el pabellón para mujeres del CIE de Aluche) me llevaron al aeropuerto para que subiera al avión. Les dije que no iba a subir al avión, desde que he venido aquí yo no he hecho nada malo, yo he venido a buscar la vida de mis hijos, no puedo irme así…».
Marisol sufrió un ataque de ansiedad en las puertas del avión, en ese estado fue imposible deportarla a Guinea Ecuatorial. Los policías la devolvieron al CIE a la espera de un nuevo vuelo.
«Estaba con un montón de mujeres de diferentes países. Me dijeron que maltrataban a la gente en el aeropuerto, yo he tenido suerte que no me han tocado ni nada, pero yo vi tres mujeres dañadas. Me contaron que les estaban pegando allí en el aeropuerto. Hasta había una mujer brasileña que estaba embarazada de dos meses y tuvo aborto».
Aunque el recuerdo de los hechos produce lagrimas en la narradora, no deja de hablar. «Mi paisana también. Tenia un niño de 4 años aquí y les dijeron que aun que tenga un hijo español tienes que ir a tu país directamente, no importa. Le pegaron en el aeropuerto también. La segunda vez que se la llevaron la ataron con cuerdas y se la llevaron en avión, así».
Marisol pasó 30 días más en Aluche. 30 días esperando a que la subieran de nuevo a un avión, pero eso nunca ocurrió. «No me avisaron, yo estaba en el salón en el momento del desayuno, me dijeron coge tus cosas vamos, me abren la puerta y me dijeron vete».
Años después, Marisol ha conseguido regularizar sus papeles. «Solo quiero trabajar y ayudar a mis hijos que puedan estudiar, y a mi hijo que esta enfermo tiene que venir aquí. Pero para traer un familiar necesitas contrato de trabajo y de vivienda. Esta complicado….».
Eva. Nigeria, 7 días en el CIE
Para contar su historia Eva ha escogido su apodo de trabajo, el apodo que usa cuando se prostituye en la calle. Esta joven Nigeriana de 26 años comparte su vida y su relato con una hija de 5 años.
«Vivimos en la misma casa, en una habitación. No tengo trabajo, no tengo papeles. Trabajo en la calle, así que si quiero salir a trabajar por la noche se la dejo a alguien, le pago a una persona 60 euros porque no puedo dejarla sola. Mi bebé va a la escuela, tengo que pagar los libros, ropa, y pago el alquiler de la casa del dinero que hago en las calles. A veces no tengo…».
«No tengo familia, mi padre y mi madre están muertos. El sufrimiento era demasiado, tenia que irme. (Cuando salí de Nigeria) estaba embarazada de dos semanas. Primero de todo hay un hombre, le pagué dinero, después de Nigeria a…. a Lagos, de Lagos a Kano… a varios países. A veces usábamos un coche grande con más gente, a veces caminábamos a medianoche entre los arbustos para que la policía no nos viera, ellos están intentando matar a todo el mundo, no quieren que la gente cruce por su país. No caminábamos por las tardes, sino a medianoche, para cruzar las fronteras. A veces nos quedábamos en los bosques por algunos días, cuatro o tres y luego caminábamos por las noches otra vez hasta llegar a Marruecos […)]Cuando llegué a Melilla, di a luz. Estaba en la calle sobreviviendo con mi bebé».
«De Marruecos a Melilla con un barco, en la noche. Había mucha gente, unos 160. Era un barco grande. Pagamos a la gente para que nos cruzaran, gente blanca de allí. Cuando llegamos a Melilla nos iban a deportar, porque ya hay suficientes nigerianos en Melilla dijeron. Cambié mi nombre porque estaban deportando a la gente y yo no quería volver, así que lo cambié y dije que venia de Gambia. Mi Libro de Familia es de Gambia pero mi pasaporte es de Nigeria».
Eva se afinco en España y consiguió criar a su hija con las limitaciones de vivir en situación irregular. 5 años después de llegar, en verano del 2014, fue detenida durante un viaje realizado para conseguir un contrato laboral.
«No tengo papeles, no tengo pasaporte, no tengo ninguna fotocopia, por eso me cogieron. Les dije que tenia un bebé pero dijeron: No, porque el nombre es diferente, el nombre que tengo en el libro de familia es de Gambia pero mi pasaporte es de Nigeria. Por eso me llevaron al CIE de Madrid».
Eva estuvo solamente una semana en el centro. No habló con nadie, no comió, no durmió. Solo lloró. Ser devuelta a su país y dejar sola a su hija de 5 años era un miedo que la devastó.
«Yo no quería hablar con ellos. Estaba muy enfadada, porqué dejé a mi bebé, ¡tengo que ir con mi bebé! No hay llamadas, la policía tiene mi teléfono porque ellos dicen que no hay llamadas en ese lugar. Estaba tan enfadada, llorando para poder salir y venir a encontrarme con mi bebé, que ni siquiera hablé con nadie […] Me dejaron ir pero alguien me ayudó. Un abogado, alguna gente».
Ese alguien que ayudo a Eva fueron Caritas y Pueblos Unidos, dos de las muchas organizaciones de la sociedad civil movilizadas para defender los derechos de los inmigrantes dentro y fuera de los CIEs.
Es difícil de entender el porqué, pero cuando Eva salió en libertad su hija de 5 años se encontraba en comisaria. «Mi amiga dijo que cuando llevó a mi bebé a la comisaría, se sentó y ellos se llevaron a adentro, yo estaba en el bus viniendo para casa. No puedo ir a preguntar porque no tengo papeles. Mi amiga, la que llevó a mi bebé tampoco tiene papeles. Ni ella ni las organizaciones sociales que le apoyan han entendido el porque de este echo». Finalmente, madre e hija se reencontraron 10 días después.
«En el futuro me gustaría tener un trabajo distinto, porque este trabajo es muy difícil, andar por las calles de noche. A veces no hay nadie, solamente pasa la policía…Pero si tengo papeles, si pudiera hacer otro trabajo, lo haría. Estoy intentando obtener mis papeles pero sin pasaporte no puedo hacer nada».