Entrevista a Francesc Álvarez e Iván Zahínos de Médicos Mundi
Estos dos integrantes de esta ONG critican las derivas de la cooperación internacional, que olvidan muchas veces las necesidades sanitarias de la mayoría de la población.
Por Enrique Anarte Lazo para Diagonal Global
Francesc Álvarez e Iván Zahínos trabajan para Medicus Mundi, una ONG de cooperación sanitaria fundada en Alemania en 1962. En 1994, la federación española de la ONG inició sus trabajos en Mozambique, país donde trabaja principalmente su sección catalana, Medicus Mundi Catalunya.
Francesc es director de Medicus Mundi Catalunya. Iván es director de Proyectos y durante años ha vivido en el país africano supervisando las acciones que allí se han desarrollado. El año pasado, Medicus Mundi estrenó su documental A Luta Continua en Barcelona, en la muestra de cine Salut, Drets, Acció, una iniciativa conjunta con Farmacéuticos Mundi sobre el derecho a la salud en el mundo.
A Luta Continua ha tardado casi un año en llegar a Madrid. Medicus Mundi pone así sobre la mesa los claroscuros del mundo de la cooperación al desarrollo en materia de sanidad, en concreto en el caso mozambiqueño, donde la estrategia de Atención Primaria de Salud (APS) está siendo dejada de lado en beneficio de los intereses de los principales donantes internacionales. Diagonal entrevistó a estos dos trabajadores de la ONG, encargados de presentar el documental en la capital española, para hablar de cooperación al desarrollo, salud, derechos y flujos financieros internacionales.
Hay multitud de actores con intereses políticos y económicos en el mundo de la cooperación, dentro y fuera de Mozambique. ¿Si alguien quiere poner en marcha un proyecto que se salga de las líneas que promueven estos intereses, es posible que reciba algún tipo de presión?
Francesc: Más bien, el problema que nos encontramos es que quien marca el destino es quien pone los fondos. El que paga dice: «Yo quiero poner dinero en el sector de la salud, pero lo quiero destinar a la prioridad que yo he determinado», al margen de que el país pueda haber detectado otras prioridades. No es tanto que alguien me vaya a impedir, en este caso, llevar a cabo el proyecto de construcción de un sistema público de salud basado en la atención primaria. Nadie me lo va a impedir. La cuestión es que hay poca gente interesada realmente en dar apoyo a lo que sobre el papel es el plan estratégico del Gobierno. Los donantes, en su mayoría, están más interesados en otro tipo de cooperación. Pero esto lo deciden ellos, no es que nos impongan a nosotros también hacerlo. Sí es cierto, no obstante, que son los que tienen más fondos, por eso la mayor parte del dinero se está destinando ahora mismo a combatir enfermedades concretas, las más conocidas: malaria, sida, tuberculosis… Se trata de intervenciones individuales, que no se esfuerzan por fortalecer el sistema de salud en su conjunto.
Nosotros no decimos que no se tenga que acabar con estas enfermedades. Decimos que la mejor manera de hacerlo no es poner todo el dinero en programas verticales que solo se concentran en una sola o en pocas enfermedades, y dejan de lado el sistema de salud, que a la larga es quien puede dar garantías de sostenibilidad si estos fondos un día desaparecen.
En el caso concreto de Mozambique, ¿quién tiene intereses relacionados con la cooperación al desarrollo, y qué intereses son estos?
Iván: Si bien el documental habla de Mozambique, la idea que queremos transmitir es que la tendencia es global. Los intereses son en realidad hacer de la salud un bien más de consumo, algo que se puede comprar y vender, de manera que si tienes recursos podrás acceder a una salud de calidad, y si no los tienes no. ¿Quién está detrás de esto? Gente que le interese invertir en este negocio, en hospitales, en clínicas privadas, en compañías de seguros, en empresas farmacéuticas, etcétera, que ven que el momento en que un país está construyendo su modelo de salud es el momento ideal para erigirlo con esa visión mercantil.
Lo que nosotros creemos es que este sector, y sobre todo en países frágiles como Mozambique, se debería blindar, convertir la salud en lo que llamaríamos un derecho. Evidentemente, la cooperación juega un rol ahí esencial. La cooperación en Mozambique aporta casi el 80% del dinero del sector. De ese dinero que viene de fuera, quien más está poniendo dinero es el gobierno de Estados Unidos, casi exclusivamente para esas tres enfermedades que comentábamos antes. Se genera así una priorización de algunas áreas, en vez de reforzar el sistema desde un punto de vista, valga la redundancia, sistémico. Lograr un sistema capaz de dar respuesta a todo pasa por consolidar un modelo de atención basado en lo público. Evidentemente, hay países que no tienen esa ideología.
Además, este modelo de cooperación que no apuesta por la visión sistémica es interesante para muchos países porque puede ofrecer resultados a muy corto plazo. Al poner el dinero en reforzar un sistema, la capacidad de comprobar los resultados a corto plazo es muy limitado, por lo que la ayuda se diluye. La visión miope de muchos países les hace inclinarse por las opciones que aseguran resultados en el corto plazo. Esta es la tendencia actual: pongo dinero en cosas concretas y así puedo decir luego que he logrado tales resultados, independientemente de lo que ocurra con el sistema sanitario. Hace unos años, en Mozambique podías visitar un hospital que estaba en condiciones desastrosas pero en el que el área dedicada al VIH/sida estaba reluciente. De esta manera, el apoyo excesivo a través de programas verticales crea desigualdades en la atención al paciente.
Francesc: Además de que detraen recursos del propio sistema hacia esas áreas de intervención, ya que como hay dinero para tratar esa enfermedad en concreto, se necesitan profesionales, recursos materiales, etc., que se destinan a esta área concreta, olvidándose de otras, que pueden ser igual de importantes.
¿Hay otros ámbitos de acción pública, como la educación o los servicios sociales, que puedan haberse visto afectados?
Iván: Donde tenemos muchísima información, al ser nuestra área de trabajo, es en el ámbito de la salud. Lo que sí vemos es, a nivel general, una tendencia en el país a asumir que la desigualdad es real. Así, se diferencia un sistema público de dudosa calidad para quienes no tienen recursos, es decir, los pobres, y un sistema privado de calidad para quienes sí los tienen, estemos hablando de un hospital, de una universidad o de cualquier otro ámbito. El país asume que hay población que va a diferentes velocidades. Aquí es donde nosotros queremos provocar un cambio: que la gente no termine asumiendo que estas cuestiones no son derechos y que dependen del dinero que uno tenga.
¿Podríamos hablar de injerencia en su soberanía?
Francesc: De alguna manera, sí podemos hablar de injerencia. No sé si directa o indirecta, pero si algunos actores, en función de su capacidad financiera, están condicionando la agenda de salud del país, entonces es evidente que estamos ante algún tipo de injerencia.
Otra cuestión es ya si el gobierno mozambiqueño puede o no oponerse a estas acciones. Como también se comenta en el documental, en un país con escasos recursos es muy difícil decir que no a alguien que te viene con millones encima de la mesa, estén o no estos millones en la línea de tus prioridades.
¿Qué podría hacer España, al menos en principio en solitario, para tratar de provocar un cambio a mejor a tantos kilómetros de distancia?
Iván: Habría que matizar que no solo España apuesta por una visión diferente, hay otros donantes, lo que pasa es que de nuevo no son los que tienen más recursos. Actualmente, los que disponen de mayor capacidad de financiación son el gobierno de Estados Unidos, a través del y el Fondo Global; este dinero, insisto, se dedica casi exclusivamente a las tres enfermedades (sida, malaria y tuberculosis). El resto de países, en realidad, tiene poca incidencia a nivel de recursos. ¿Qué puede hacer entonces España? Pues, en el ámbito de la coordinación de donantes, donde tiene presencia y voz, puede insistir constantemente en incluir en la agenda estos principios de atención primaria de salud, y en que cualquier programa que vaya a implementarse respete estas líneas de actuación.
Francesc: La OMS reconoce que la estrategia de atención primaria es la que puede resolver el 80% de los problemas de salud de la población a menor coste, es decir, es la más eficiente e incluso la más recomendada para países con escasos recursos, y para todos en realidad.
Sobre España, sí me gustaría decir que efectivamente puede impulsar esta visión de sistemas de salud públicos basados en la atención primaria, pero aquí nos encontramos con dos problemas. En primer lugar, la autoridad moral que tenía antes para promover esta visión a nivel internacional se ha visto limitada, en la medida en que la propia universalidad del sistema de salud público español se está perdiendo, ya que estamos pasando de un modelo cuasi-universal a uno de aseguramiento, donde amplias franjas de la población se están viendo excluidas. De esta pérdida de autoridad moral son conscientes sus socios de cooperación. En segundo lugar, España cada vez está poniendo menos dinero en cooperación, aunque luego se alardee en las conferencias internacionales de ser un país muy solidario. Estas dos cuestiones debilitan la capacidad de España de influir internacionalmente en este sentido.
¿Pone esto de manifiesto la necesidad de un replanteamiento de los modelos de cooperación al desarrollo predominantes?
Francesc: Sería lo deseable. Para no crear dependencia, lo fundamental es reforzar las capacidades de los países con los que se coopera. En el caso de la salud, esto pasa por fortalecer los sistemas de salud públicos. Sería también interesante abandonar la visión Norte-Sur imperante, sobre todo porque, si de algo nos hemos dado cuenta con esta crisis que empezó alrededor del año 2008, es de que los problemas son globales. Ya no hay unos países desarrollados y otros por desarrollar, y nosotros, que somos muy buenos, les ayudamos a ellos. Lo que hay es una élite mundial de gente muy rica, que vive tantos en países «pobres» como en países «ricos», frente a una enorme masa, que algunos llaman el 99%, de personas que o bien no tienen recursos o bien se les quiere desposeer de los pocos recursos que tienen, en beneficio siempre de esta élite a nivel mundial. Por tanto, sí que sería tiempo de dejar de hablar de Norte y Sur para empezar a hablar casi de opresores y oprimidos: estamos todos, el 99%, juntos para promover el bienestar de la Humanidad en su conjunto, y no solo de una pequeñísima élite.