Campaña del Centro Mundial de Estudios Humanistas
Por: Javier Zorrilla Eguren – Centro de Estudios Humanistas Nueva Civilización, Lima – Perú
El buen conocimiento es aquel saber que nos permite superar el sufrimiento. Afortunadamente, contamos con una mirada interna que no solo detecta lo que nos hace sufrir, sino que también reconoce aquello que nos trae felicidad. Todo lo que pensamos, sentimos y hacemos deja en nuestro interior sensaciones gratas o ingratas, unitivas o contradictorias. Esta experiencia es intersubjetiva: el otro existe en mí y yo existo en el otro. Lo que hagamos, bueno o malo, se sentirá en el interior de ambos, pero además afectará al mundo que compartimos, yendo a favor o en contra de la vida. Esta, la vida, no es informe. Puede expandirse o contraerse, mejorar o empeorar. Y, como todo, tiene su estructura, su dinámica, su razón y su sentido: Este es el fundamento que nos permite ensayar una reflexión sobre el buen conocimiento que reúna los principios de acción válida del Nuevo Humanismo [i] y las necesidades humanas, desde el punto de vista de una ética vital que nos ayude a superar el sufrimiento.
Necesidad de libertad. Cuando el actuar libre se ve frenado por inhibiciones, compulsiones, represiones, opresiones y demás violencias personales o sociales, sentimos abatimiento. El buen conocimiento reconoce que el temor paraliza la libre iniciativa o que la culpa envenena el placer de vivir. Por el contrario, cuando me imagino libre y actúo desde ese paisaje experimento alegría, entusiasmo, espontaneidad. La libertad se acompaña bien con una actitud lúdica que se aleja de la rigidez y la solemnidad propias de los sistemas cerrados, autoritarios, fundamentalistas, pretendidamente atemporales, únicos y absolutos. Una clave está en no causarle problemas a los demás: “Cuando perjudicas a los demás quedas encadenado. Pero si no perjudicas a otros puedes hacer cuanto quieras con libertad” [ii]. Y la otra clave está en aprender a disfrutar de la vida sin culpa: “Si persigues el placer te encadenas al sufrimiento, pero en tanto no perjudiques tu salud, goza sin inhibición cuando la oportunidad se presente” [iii].
Necesidad de un sentido trascendente de vida. Al no resolver bien esta necesidad experimentamos desorientación, desmotivación, aburrimiento, depresión o indiferencia. Es fundamental encontrar un cabal sentido de vida que nos impulse más allá de todo aparente límite. Necesitamos una misión, un proyecto, una visión que nos ponga en marcha en un proceso de superación constante. No es buen conocimiento imaginar a la muerte como un hecho que nos arroja definitivamente al abismo de la Nada. Esto cierra el futuro y produce sufrimiento. Por alguna razón, los pueblos, desde siempre, han afirmado la posibilidad de la trascendencia. Lo mismo relatan los que pudieron ser salvados y retornaron tras su muerte clínica. Ahora, científicos connotados hablan de pos-materialismo, uniendo la mente a la materia. El futuro vuelve a quedar abierto al irse superando la ilusión de la mortalidad y de explorar la posibilidad de la trascendencia: “Los actos contradictorios o unitivos se acumulan en ti. Si repites tus actos de unidad interna, ya nada podrá detenerte” [iv].
Necesidad de energía y acción. Debilidad, conformismo, inseguridad, descreimiento, son registros que nos asaltan en la vida cotidiana. Deviene imprescindible transformar los registros desalentadores en experiencias de decisión, fuerza, rebelión y fe. No queda otra alternativa que levantarse y disponerse a vencer los obstáculos que aparezcan, pero ninguna necesidad opera por sí sola: “Las cosas marchan bien cuando marchan en conjunto, no aisladamente” [v]. Sin libertad y sin un proyecto vital lleno de imágenes atractivas y sugerentes es muy difícil aumentar la corriente de energía interna. El buen conocimiento puede recurrir a la no violencia activa como método, actitud y moral de lucha que eleva y potencia las ganas de vivir.
Necesidad de aprender sin límites. A pesar del famoso “solo sé que nada sé” y del “conócete a ti mismo”, cuesta reconocer nuestra ignorancia sobre las cosas y sobre nosotros mismos. Por lo general improvisamos o hacemos las cosas solo por hacerlas, y por ello solemos cometer los mismos errores. El “radar interno” que detecta el buen conocimiento requiere de una actitud atenta y una vocación de estudio para funcionar bien: “Resolverás tus conflictos cuando los entiendas en su última raíz, no cuando quieras resolverlos” [vi].
Necesidad de coherencia. El buen conocimiento reconoce la incoherencia en el cinismo, en el incumplimiento del acuerdo con uno mismo y los demás. Pienso o siento una cosa, y hago otra. La incoherencia es una forma de la traición: “Todo acto contradictorio que por cualquier circunstancia hayas efectuado en tu vida tiene un inequívoco sabor de violencia interna y de traición a ti mismo” [vii]. Cuando se actúa con coherencia, el registro de unidad interna logra brillar con la suavidad de una perla en el fondo claro y fresco de un lecho marino.
Necesidad de paz y meditación. Cuando vivimos en el agotamiento, la alteración, el aturdimiento, es porque el miedo al vacío interno impide toda tranquilidad. No puedo ser plenamente feliz sin abrevar de esa paz de fondo en la que se despeja todo temor de nuestro ser. Nuestra mirada interna, como la de los grandes místicos, puede llegar a detectar una quietud dinámica, una sabia luz que dialoga, una ceguera que ve, pero vivimos a la carrera y en fuga, olvidando aquello profundo que nos sustenta. Vivimos en un pánico encubierto por adicciones: al trabajo, a la pareja, al juego, a lo que sea. Todo se vuelve una droga, una compulsión y un olvido. El buen conocimiento es compatible con el descanso, la intimidad, el sosiego, el silencio. Retirarse, recogerse, meditar, puede lograr aquella paz profunda en la que brota ese buen conocimiento que nos sacará de la dependencia: “Aquí se habla de la revelación interior a la que llega todo aquel que medita en humilde búsqueda” [viii].
Necesidad de amar la vida y unirse con el universo. Sufrimos cuando nos sentimos separados, no solo de los seres queridos, sino también de la naturaleza, del universo y de la vida. En momentos así uno puede resentirse, desatender(se), abandonar(se), degradar(se), odiar(se), marginar(se). Al final se puede experimentar una gran soledad. El temor a la soledad es hondo y lleva al ser humano a una desesperada compensación: Quiere por todos los medios poseer aquello a lo cual se siente unido para asegurarse que no se va a ir jamás de su lado. La dependencia por el temor a encontrase solo y desvalido no se supera siguiendo el camino de la falsa autonomía, en esa pretensión de auto-suficiencia, en la que los demás se vuelven cosas para desechar, utilizar o consumir. En realidad, y aunque parezca difícil, se trata de una intención que pone el foco en amar con libertad, sin posesión ni egoísmo, todo aquello que uno piensa, siente, quiere, dice o hace: “Ama la realidad que construyes y ni aun la muerte detendrá tu vuelo” [ix].
La necesidad de solidaridad. Sin los demás, la vida humana es imposible. El individuo aislado es una abstracción, la pura colectividad también. Vivimos con otros, de otros y para otros, desde nuestro nacimiento hasta nuestro aparente fin. La mirada interna reconoce fácilmente la realización de esta necesidad en las experiencias de amistad, apertura, calidez, cercanía, trabajo conjunto, respeto, reciprocidad y horizontalidad. Estos registros se ubican en el horizonte de la fraternidad. Corresponde al principio de vida compartido por múltiples culturas: “Cuando tratas a los demás como quieres que te traten, te liberas” [x]. La subestimación y el desprecio por otros no solo afecta a la relación interpersonal, también se verifica (¡y de qué manera!) entre naciones y culturas.
Síntesis. El buen conocimiento transforma el sufrimiento en felicidad. Se trata de un aprendizaje permanente que va resolviendo en proceso y en conjunto las necesidades de libertad, sentido, fuerza, coherencia, meditación, solidaridad y amor por la naturaleza, al cuerpo, a la humanidad y al espíritu. El buen conocimiento se puede reconocer porque cuando se avanza en él, tenemos registros profundos de reconciliación, fortalecimiento, sabiduría y dirección. Los principios de acción válida son una gran ayuda para resolver mejor las necesidades humanas y cumplir bien con la misión de Humanizar la tierra.
[i] Los principios de acción válida pueden interpretarse como estrategias de conducta superadoras del sufrimiento y favorables a la vida.
[ii] Silo, La mirada interna, Cap. XIII, en Humanizar la Tierra.
[iii] Ibíd.
[iv] Ibíd.
[v] Ibíd.
[vi] Ibíd.
[vii] El Paisaje Interno: capítulo IX
[viii] La mirada Interna: Cap. I
[ix] El paisaje interno: Cap. VII
[x] La mirada interna, Cap. XIII