Fronteras tan desiguales como la que separa a las dos Coreas, la de Estados Unidos y México o la de España y Marruecos son frecuentemente mencionadas por el inmenso contraste que ilustran. Pero hay fronteras aún más desiguales y de las que se habla mucho menos.
Por Pablo Díez
Arabia Saudí-Yemen
Uno es el primer productor mundial de petróleo, y el otro, a pesar de su cercanía geográfica, tiene unas parcas reservas de crudo que podrían agotarse en pocos años; uno tiene un PIB per cápita de unos 25.850 dólares, mientras que el otro no llega a los 4.000. El primero, Arabia Saudí, es la figura central de la OPEP, el socio indispensable de Washington en la Península Arábiga; es también el país que puede permitirse tener el mayor gasto militar por habitante del mundo. El segundo, Yemen, con el que comparte una larga frontera, es el Estado árabe más pobre, está desestabilizado por movimientos rebeldes que han tomado parte de la capital, y constituye una base inmejorable para Al Qaeda.
Riad, consciente del polvorín que tiene en su frontera meridional, ha tratado de impedir que la inestabilidad yemení se vierta en su territorio, y de ahí la existencia de un muro de separación erigido en ciertos tramos de frontera. Arabia Saudí también ha probado fórmulas más constructivas, como la asistencia financiera a Yemen, pero esta última ha sido en gran parte suspendida por el aumento del poder de los rebeldes houthis, quienes, por su condición de chiíes y aliados del archienemigo de los saudíes (Irán), amenazan con el estricto orden suní que Riad propugna en Yemen.
Alrededor de un millón de yemeníes vive y trabaja en el rico país vecino, pero lo hacen en los escalafones más bajos. Además, parece que cada vez habrá menos, ya que el programa de saudización de la fuerza laboral introducido en 2013 ha dado lugar a deportaciones masivas (alrededor de 300.000 yemeníes podrían tener que abandonar Arabia Saudí). Esto cerrará el grifo de las remesas, que actualmente representan la novena parte del PIB de Yemen.
Bostuana-Zimbaue-Suráfrica
El descalabro de Zimbaue suele analizarse de manera individual, pero quizás la mejor forma de comprender lo que podría haber sido el país, y lo que lamentablemente ha sido, es compararlo con sus vecinos. Con un PIB per cápita de 7.300 y 6.600 dólares respectivamente, ni Botswana ni Suráfrica son naciones ricas, pero sí lo son en relación con la media del África subsahariana. Zimbaue, con el que comparten frontera, no se ha apuntado a esa relativa pujanza. Su PIB per cápita apenas supera los 900 dólares y sus desesperados habitantes se vierten en masa en los territorios vecinos. Botswana comenzó a erigir en 2003 un muro electrificado en su frontera con Zimbaue. El pretexto era evitar que las enfermedades del ganado en su vecino pobre se trasladaran a Botswana, pero la intención es sobre todo frenar la inmigración masiva desde territorio zimbabuense, que, con 13 millones de habitantes, tiene el potencial de asfixiar a su pequeño vecino.
Los emigrantes de Zimbaue también se han dirigido masivamente a la gran economía de la región, Suráfrica, donde constituyen la mayor comunidad de emigrados. Las autoridades de Pretoria no han llegado al punto de crear un muro para impedir que entren, pero sí que hay un fuerte despliegue militar fronterizo. Además, el año pasado endurecieron las leyes para evitar que muchos inmigrantes se queden más allá del periodo permitido por sus visados. La medida va a impactar a Zimbaue más que a ningún otro país, dado que es el grupo más numeroso. También se resentirán las vitales remesas: éstas han ido decreciendo, al pasar de los 1.800 millones de dólares en 2013 a los 900 millones del año pasado. El país tendrá que buscar nuevas fuentes de ingreso para llenar ese vacío, y las gentes de Zimbaue nuevos destinos migratorios donde puedan huir de la pobreza y de la represión de Mugabe.
Haití-República Dominicana
Las enormes diferencias entre la República Dominicana y Haití son especialmente chocantes por dos motivos: primero, porque los dos países se reparten una misma isla; segundo, porque la República Dominicana, aun siendo mucho más rico que Haití, está lejos de ser un país próspero y se encuentra entre los rezagados de América Latina. A pesar de esas dos circunstancias, las cifras dejan claras las inmensas diferencias entre vecinos: el PIB per cápita haitiano es de 820 dólares, una cifra que hace que parezcan mucho los 5.826 dólares al otro lado de la isla. Alrededor de la mitad de los haitianos son analfabetos, mientras que sólo el 10% de los dominicanos lo son; las cifras de mortandad infantil de Haití son tres veces superiores a las de República Dominicana.
Los haitianos llevan años emigrando al este, donde sufren una ya histórica discriminación que alcanzó su cotas más abusivas durante la dictadura de Trujillo en República Dominicana. Esta discriminación lleva siendo visible desde los años 20, cuando los haitianos comenzaron a llegar en masa para cortar caña en el país vecino. Ahora que la industria azucarera es menos intensiva en mano de obra, los haitianos se reparten por otros sectores desregulados e ínfimamente pagados de la economía dominicana. Pero hasta el derecho a esta pobre vida les puede ser negado a muchos desde que, en 2013, la justicia dominicana revocara el derecho a la ciudadanía a los hijos de emigrantes haitianos irregulares.
Los juzgados institucionalizan así el sentimiento anti-haitiano, y los vecinos dominicanos dificultan el imposible progreso de una nación, Haití, que es víctima como pocas de su legado histórico, del sabotaje colonial, de la inestabilidad política y de los desastres naturales. Un país en el que ni siquiera grandes despliegues humanitarios internacionales, como la MINUSTAH, están libres de culpa (los propios efectivos de esta misión introdujeron hace unos años el cólera en el país).
Argelia-Níger
Entre los 187 países que componen el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas, Níger ocupa el último puesto. Con una renta per cápita de 873 dólares anuales, su vecino del norte, Argelia, con 12.555 dólares, es inmensamente rico en comparación. Esto ha propiciado un gran flujo migratorio de ciudadanos de Níger hacia Argelia, a donde muchas veces acuden con el propósito de dar el salto a Europa. Para desincentivar estos intentos, Argelia y Níger acordaron recientemente repatriar hasta a 3.000 emigrantes de ese país. Sin embargo, lo que más preocupa a Argelia en relación con su mísero vecino meridional es la seguridad. El vasto territorio de Níger ha servido para que grupos terroristas se muevan a sus anchas. Ambos países están ya cooperando para estrechar el cerco a quienes se mueven por ese territorio descontrolado que constituyen los 1.000 kilómetros de frontera que los separan.
Níger convive con tres vecinos profundamente inestables (Malí, Nigeria y Libia) y cuyos problemas de extremismo podrían ser muy fácilmente importados por un país pobre, sin oportunidades y de mayoría musulmana. Níger es probablemente el único Estado que corre el riesgo de verse afectado simultáneamente por la filial de Al Qaeda en el Magreb (AQIM, con especial presencia en Malí), por Boko Haram (el grupo terrorista que castiga Nigeria y cuyas acciones comienzan a traspasar fronteras) y por las milicas radicales que disputan el poder en Libia. Argelia, también afectada por la presencia de AQIM y el palpable aliento del Estado Islámico en su territorio, teme que su vecino pueda convertirse en una lanzadera de terroristas. Por si fuera poco, Níger tiene la tasa de natalidad más alta del mundo y su población podría alcanzar los 54 millones de habitantes en 2050. Si todo sigue por el actual camino, la seguridad va a consumir la mayor parte de las relaciones entre Argelia y Níger, y la larguísima frontera que comparten, hasta ahora remota y desatendida, podría ser pronto objeto de una creciente vigilancia.
Rusia-Noruega
Estos dos países, aun estando muy alejadas de los rincones más pobres del planeta, escenifican uno de los encuentros fronterizos más desiguales. La culpa es de Noruega, un país que ostenta el mayor grado de desarrollo humano del mundo, que goza de una elevadísima esperanza de vida (81 años), de una inmensa renta per cápita (100.818 dólares), y que es a su vez el quinto país menos corrupto del mundo. Son datos de éxito que están lejos del alcance de casi cualquiera, y sin duda a años luz del gigante ruso, cuya renta per cápita apenas llega a 14.000 euros, que tiene una esperanza de vida preocupantemente baja (68 años) y ocupa el puesto 136 sobre 175 entre los países más corruptos del mundo.
Si la gestión de los recursos petroleros de Noruega es considerado frecuentemente como un modelo a seguir, el de Rusia está plagado de corrupción y se utiliza más para el chantaje internacional que para mejorar el nivel de vida de sus ciudadanos. Si Noruega es un referente, a pesar de su pequeña población, en la mediación en los conflictos, Rusia es hoy acusada casi unánimemente como la espoleadora de la crisis bélica de Ucrania.
Los contrastes son profundos e incontables, y hoy los rifirrafes entre uno y otro se orientan cada vez más a la futura posesión del Ártico y a la consecuente explotación de sus inmensas reservas de crudo. Amparada en su contrastada legitimidad internacional, Noruega ha plantado cara al coloso al anunciar proyectos de explotación petrolera en aguas reclamadas por los rusos. Esas mismas autoridades que, según el Kremlin, usurpan un territorio que no les es propio, denuncian la anexión de Crimea por parte de Moscú. ¿Quién tiene la razón en este juego de tierras usurpadas? A Noruega le ampara su crédito internacional, mientras que Rusia dilapida ese capital cada día.
Suráfrica-Mozambique
Aun cuando su categoría de BRIC está en entredicho, Suráfrica sigue siendo un titán regional. Baste para ello compararlo con Mozambique, el país con el que comparte su frontera noreste, y que sigue siendo uno de los más pobres del mundo, con apenas 593 dólares de PIB per cápita. A su lado, los 6.617 dólares de Suráfrica hacen que este último parezca un verdadero BRIC.
Mozambique está anegado en promesas que no acaban de cumplirse. Sacar el rendimiento necesario a sus reservas de gas y carbón, así como a su sector agrario, resulta quimérico por culpa de la casi total ausencia de infraestructuras y personal cualificado. Mozambique está por ello adicto en gran medida a la ayuda al desarrollo foránea, y es muy dependiente también del dinamismo económico e industrial de su vecino.
El resultado de este abismo entre los dos países es la enorme cantidad de mozambiqueños que han emigrado a Suráfrica, impelidos por la pobreza recientemente o como herederos de los que emigraron hace décadas huyendo de la guerra. La Nación del Arcoris no siempre les ha acogido con los brazos abiertos, sino que los mozambiqueños han sido en ocasiones, y so pretexto de que roban los puestos de trabajo locales, sádicamente asesinados en campañas de violencia xenófoba. Suráfrica olvida así que, no hace tantos años, Mozambique abrió sus puertas a quienes lucharon contra el apartheid y la opresión colonial. Una deuda histórica que a veces se deja entrever en discursos políticos, pero que de poco sirve a los mozambiqueños que malviven actualmente en el país vecino.
Mozambique, conocido a veces como “la décima provincia de Suráfrica”, es uno de los principales socios comerciales de la potencia regional en el continente, y un importante destinatario de su inversión. Pero nada de esto ha hecho que despegue del estrato de la miseria, y buena parte del interés de Suráfrica en Mozambique se ha orientado más recientemente hacia la seguridad, al refuerzo de los controles fronterizos y a evitar que importantes industrias del país se vean amenazadas por la inmigración ilegal mozambiqueña. Tal es el caso de la caza furtiva, perpetrada hasta en un 80% de los casos por mozambiqueños pobres contratados por mafias, y que son la carne de cañón de tan dañino negocio.