Los principales medios informan datos alentadores sobre la economía estadounidense; algunos analistas confirman que han superado sus expectativas. En el último año, el número total de empleados ha aumentado en 257.000 unidades; en términos de salarios, en enero de este año se han incrementado en un promedio de 12 centavos de dólar la hora, lo que marca un aumento del 2,2% en los salarios promedio en comparación con los datos del año anterior.
Todo parece confirmar el inicio de la recuperación de Estados Unidos, hasta el punto que viene hablándose de una posible subida de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal para mediados de año. Pero como se suele decir, «no todo lo que brilla es oro.»
Observando la situación con lupa, la realidad es muy diferente. El número de trabajadores desempleados que han dejado totalmente de buscar trabajo en los últimos seis años, se ha duplicado; estos trabajadores que han dejado de buscar trabajo no se incluyen en las frías estadísticas de desempleo, pero si nos fijamos en el gráfico de la mano de obra inactiva, el porcentaje ha crecido en forma sostenida desde 2008, alcanzando el 11,7%.
Porcentaje de inactividad de los hombres de 25-54 años
Número de trabajadores desempleados que han dejado totalmente de buscar trabajo, desde el año 2007, +13 millones
Otro dato que revela la situación real del empleo en los EE.UU. es el número de trabajadores a tiempo parcial, que se encuentran incluido en el porcentaje de los empleados, pero que se incrementaron en un 54%. Se trata de más de 4 millones de trabajadores a tiempo parcial, quienes anteriormente eran trabajadores a tiempo completo.
Si se analiza el promedio del índice de precios al consumidor, éste se situaba a finales de 2014 en 244 puntos, anotando 45 puntos de aumento en solo cuatro años, o un aumento general de precios del 26,5% frente al aumento de los salarios promedio por hora, que durante el mismo período, creció solo un 8,5%. En la práctica, como poder adquisitivo, el ciudadano estadounidense promedio ha perdido 18 puntos porcentuales en 4 años.
Salario por hora promedio nacional
Índice de los precios al consumidor, productos alimenticios
La influyente Universidad de Stanford produjo recientemente un documento titulado «The Poverty and Inequality Report 2014» (Informe sobre la pobreza y la desigualdad 2014). Hojeando las páginas en el interior se puede ver que la tasa nacional de pobreza aumentó de 12,5% en 2007 al 15% a finales de 2012, la pobreza infantil ha alcanzado el 21,5%, y según los últimos datos provenientes del último censo del gobierno en 2014, más de 45 millones de estadounidenses viven por debajo del umbral de la pobreza.
Los datos mencionados no parecen mostrar el crecimiento económico; por el contrario, Estados Unidos está en un proceso que lleva a un sistemático aumento de la pobreza y desigualdad social y económica.
La verdad es que la tan cacareada recuperación económica del último período, se debió principalmente a la fuerte inversión estatal en el mercado de «petróleo de esquistos bituminosos», a través del cual se producen muchos nuevos puestos de trabajo que compensaron las pérdidas en otros sectores. Sin esta frágil y temporal recuperación, debido al petróleo de esquistos bituminosos, los EE.UU. estarían hoy en condiciones aún peores.
Pero los datos vistos hasta ahora no son nada en comparación con el escenario económico que van asomándose en las últimas semanas. Un escenario que, de verificarse, transformaría el famoso «sueño americano» en algo más parecido a una pesadilla. En Italia, los principales medios de comunicación no lo mencionan, pero tan pronto vemos más allá de nuestras narices, se percibe que los EE.UU. están en el final de este corto período de recuperación económica. Hasta la fecha, la mayor parte del petróleo de fácil extracción, ya se ha agotado; el costo de la producción sigue aumentando, y como se ve en los gráficos, los salarios promedio en el país, a pesar de haber tenido un ligero aumento, no compensan en absoluto el nivel de inflación que está en imparable crecimiento.
El futuro no parece ser en absoluto reconfortante, y sobre la cabeza de la economía estadounidense cuelga amenazante la explosión de la próxima burbuja especulativa ligada al petróleo de esquistos bituminosos. La inminente explosión de la burbuja económica se considera inevitable por parte de los principales inversores financieros en el sector. «No tenemos ninguna razón para estar sorprendidos frente a un nuevo e inminente colapso del mercado de valores», dice Mark Spitznagel, uno de los mayores gestores de fondos de cobertura, conocido en el mundo de la economía de Estados Unidos por haber predicho la crisis de 2008, pronóstico que le permitió obtener beneficios multimillonarios, mientras que millones de estadounidenses perdieron todo.
Spitznagel no está solo, se añade al coro la voz de Marc Faber: «Estamos en una enorme burbuja financiera que podría estallar en cualquier día», advierte el consultor y gestor del fondo suizo, Marc Faber. Incluso, el multimillonario estadounidense Warren Buffett, confirmó que se viene la explosión de la enorme burbuja especulativa; de acuerdo con el famoso multimillonario, el indicador «Warren Buffett», también conocido como «la capitalización del mercado total como porcentaje del PIB”, “en los últimos meses ha entrado en estado de alerta máxima, lo que indica que un colapso económico financiero puede ocurrir en cualquier momento.” La burbuja económica, según Buffet, tendría sus orígenes en «un crédito imprudente, concedido con inocente inconsciencia.»
Tratando de entender mejor estas declaraciones y analizando la situación económica actual en los Estados Unidos, está claro que nos estamos refiriendo al enorme crédito promovido en los últimos años por el gobierno de Estados Unidos y por muchos bancos a favor del segmento económico del petróleo de esquistos bituminosos. Como se ha explicado en artículos anteriores, esta técnica de extracción de petróleo es realizada a través de muy costosas maquinarias para moler el esquisto bituminoso.
Este tipo de producción, además de ser destructivo del medio ambiente, se ha vuelto muy caro, y la fuerte caída de los precios del petróleo en el último período ha hecho que sea poco rentable. En Estados Unidos, el gobierno ha invertido el monto de $1.500 millones de dólares en el mercado del petróleo de esquistos bituminosos, lo que sumado a otras inversiones bancarias, llega a los 2,4 billones de dólares, que va a la par con el 13% de la deuda pública de Estados Unidos.
Esta deuda hoy en día, según lo informado por datos oficiales, supera la cifra alarmante de 18 billones de dólares, cifra que ahora crece imparablemente a un promedio de 1.000 millones de dólares al año. Esa cantidad dividida por cada ciudadano, es igual a $56,500, llegando así a $154.000 para cada contribuyente. Estas cifras son muy superiores a la maltrecha economía italiana, cuya deuda per cápita llega a € 36.000 y a € 88.000 por contribuyente. Son cifras asombrosas, números que hablan por sí solos sobre el estado real de la economía estadounidense.
Habiéndose comprobado que los grandes inversionistas estadounidenses se refieren a la inminente explosión de la burbuja del petróleo y al imprudente crédito promovido por el petróleo de esquistos bituminosos, vamos a ver ahora los últimos datos económicos disponibles. Bueno, solo en las últimas semanas, los valores relacionados con este mercado han perdido más del 90% de su valor. Esta dirección es confirmada por los datos que recibimos nada menos que del BIS, «Bank for International Settlements», el Banco de Pagos Internacionales, un organismo que preside el control de las transacciones económicas y financieras en todo el mundo.
El pasado 9 de febrero, en su análisis llamado «La deuda y el petróleo», el BIS pone especial énfasis en la «mayor carga de la deuda de la industria petrolera que ha influido en la dinámica reciente del mercado del petróleo crudo, exponiendo a muchos productores al riesgo de solvencia y liquidez”. El análisis del BIS continúa indicando que, en este contexto de elevado endeudamiento, acompañado de un descenso en los precios del petróleo, se ha producido, por un lado, el debilitamiento de los saldos de tesorería de los productores, y del otro, un nuevo descenso de los precios del petróleo. Este último, debido a la mayor cantidad de petróleo crudo comercializado por las compañías petroleras que tienen que hacer frente a enormes deudas. En otras palabras, es el clásico gato que persigue su cola.
La enorme cantidad de petróleo crudo comercializado en el mercado mundial por el sector americano del petróleo de esquistos bituminosos, originalmente tenía dos metas para lograr la independencia energética y reducir el precio del crudo para poner en dificultades a otros estados cuyas economías están fuertemente ligadas al rendimiento de los precios del petróleo. Al final de cuentas, sin embargo, esta estrategia también ha generado dos «efectos secundarios»: la creación una enorme deuda y la disminución excesiva de los precios de mercado. Como resultado, ahora muchas compañías petroleras están muy endeudadas y han aumentado gradualmente la producción de petróleo crudo para compensar la pérdida de ingresos derivada del precio, entrando, de hecho, en una espiral que parece no tener salida.
Los signos de desaceleración en el sector económico son tan evidentes que, para algunas empresas estadounidenses y extranjeras relacionadas con la extracción de petróleo de esquistos bituminosos, se ha comenzado a hablar de cerrar o continuar bajo una administración controlada.
Como se puede ver en el gráfico producido por el BIS, en los últimos tres meses se ha producido un aumento en la volatilidad implícita (línea roja), en comparación con una disminución drástica de los flujos de efectivo en el sector petrolero (línea azul).
Productores de petróleo, la deuda y Movimientos económicos
En términos económicos, el aumento de la volatilidad implícita, tiene un impacto muy negativo que se vuelve desastroso si se añade a la disminución en el flujo de caja. En pocas palabras, esto significa tres cosas: primero, que los comerciantes han dejado de invertir en el sector; segundo, que la desconfianza en este sector ahora ha volado hasta las estrellas; tercero, que está habiendo una fuga masiva de capitales y una carrera por la venta, o mejor, la liquidación de los derivados vinculados a la economía del petróleo de esquistos bituminosos.
La última crisis de 2008, de la que todavía no hemos salido, fue producida por la explosión de la burbuja especulativa ligada a los precios del mercado inmobiliario estadounidense. La próxima burbuja ciertamente incluirá al sector del petróleo estadounidense vinculado al petróleo de esquistos bituminosos, cuya explosión parece ser inminente y que económicamente tendrá efectos de gran alcance y mucho peores que los que se produjeron en 2008.
El colapso en el sector del petróleo de esquistos ya está en marcha y se está manifestando en este primer trimestre de 2015. Al igual que en 2008, producirá una avalancha de deudas impagables, producidas por los bonos del gobierno y emisiones bancarias que se reducirán a «Junk Bond», o bonos basura. Continuando en esta línea, en los próximos meses se prevén el cierre de muchos pozos petrolíferos y despidos masivos en el sector del petróleo y gas estadounidense. Los resultados serán aún más evidentes en los próximos dos presupuestos económicos trimestrales de abril y julio, momento en el que la burbuja seguramente habrá explotado, dejando en el campo los efectos similares a los producidos por una guerra y que, como en la crisis precedente, repercutirá también en las otras economías del mundo.
Esta es una mala historia, cuyo gran costo, como de costumbre, será pagado por las clases más débiles en términos de desempleo, desmantelamiento de la protección social, posterior reducción operativa de la economía real, tensiones entre los estados, lo que podría provocar incluso el peligroso intento de resolver los múltiples problemas generados por las nefastas políticas económicas, intento que podría dar lugar a nuevas agresiones de otros estados, cuyos recursos son atractivos para hacer frente a las deudas producidas. Es una terrible espiral que no conduce a ninguna parte y que es parte del mismo gran engaño que periódicamente nos dice que no hay más dinero para la economía real, para el pueblo, para el bienestar social, para el trabajo, para la escuela, la educación, la cultura y la salud; pero que, al mismo tiempo, extrañamente permite encontrar dinero e inversiones para producir armas, guerras y destrucción.
Es un callejón sin salida que conduce al enriquecimiento desproporcionado de unos pocos, frente el empobrecimiento de muchos. Una técnica ahora conocida, donde los mismos individuos que producen las grandes crisis, luego se benefician de las mismas. Personas que sostienen las herramientas y una organización tal, que les permiten conducir el juego, y luego salir siempre como los ganadores.
La última gran guerra fue producida con el mismo criterio, continuas crisis económicas donde la mayoría de la gente se empobrecía, mientras que una estrecha «Elite» invertía y se enriquecía con la producción ilimitada de armas. Incluso en los momento en que la crisis mundial se estaba extendiendo, no había el dinero para construir casas, crear puestos de trabajo, proporcionar educación y bienestar público; pero de repente, cuando llegó el momento para que la Elite Global invirtiera en la guerra, esto es, para financiar la industria de armas alemanas, el Japón y el esfuerzo bélico de los Estados Unidos, el dinero estuvo disponible de manera ilimitada.
Es una pesadilla de la que no hay salida, si no es cambiando el concepto de «economía», que ahora se basa en la deuda y en la aplicación de intereses. La pregunta, aunque simplista, es evidente si se alinean todas las deudas públicas y privadas de los estados del mundo.
De acuerdo con un estudio reciente de McKinsey & Company, la deuda global asciende a 200 mil millones de dólares, equivalente al 286% del PIB mundial. Una deuda que no parece detener su crecimiento y por la que se viene aplicando constantemente tasas de interés tanto sobre el capital como sobre los propios intereses.
Aunque puede parecer simplista, la correcta pregunta que debe hacerse es: Si todo el mundo está endeudado, entonces, ¿quién es el que ofrece el crédito? La respuesta no puede ser solo una, es decir, ¿cuáles son esas entidades y organismos económicos que producen dinero sin costo, al que en el momento de su emisión se aplica automáticamente las tasas de interés? La respuesta es muy simple: son los bancos mundiales, cuyos nombres engañosamente podrían dar la idea de tratarse de una propiedad estatal y, por lo tanto, pública: Banco Central Europeo, Reserva Federal, Deutsche Bundersbank, Banco de Inglaterra, Banco de Italia, Banco de Francia, etc.
La realidad es muy diferente, ya que casi todos los grandes bancos son privados, y tienen un gran parteciapazione sobra os bancos centrales emiten moneda, su control está en las manos de unos pocos, los mismos que financian los mercados mundiales, que crean burbujas especulativas y las consiguientes crisis económicas con las que se enriquecen pocos y a muchos se les roban sus bienes. Para entender que se trata de bancos privados, solo es necesario pensar en el siguiente hecho: si realmente fuesen bancos públicos en manos del Estado, la moneda sería emitida por los Estados soberanos, y por lo menos no existiría la famosa deuda interna del Estado; sería una paradoja pensar en un Estado que produce moneda a la que aplica masoquistamente tasas de interés para auto endeudarse…
Banco Central Europeo composición
Banco de Italia composición
Banco de Inglaterra composición
El mecanismo de la deuda solo puede explicarse con el hecho de que no son bancos estatales, sino bancos privados a los que se les ha dado el poder de «crear dinero ilimitado”. Pues sí, en la situación actual estamos hablando de «la creación de dinero», un dinero que en realidad no existe, sino que es reconocido por todos y se conoce como crédito. Esto se demuestra por la reciente operación Draghi que, con la maniobra del «Quantitative Easing», de hecho ha producido mágicamente 700 mil millones de Euros de la nada. Es un dinero cuya producción cuesta nada, pero que desde el momento en que este crédito existe teóricamente, es aceptado, y por el que los bancos pueden comenzar a cobrar intereses.
Y este es el sistema económico que produce la deuda, cientos de miles de miles de millones de deuda que finalmente permitieron comprar los estados y controlar las vidas de las personas que viven en ellos. Y es de esta manera que el sistema bancario funciona, succionando la verdadera riqueza del planeta en forma de intereses, produciendo deuda en cada préstamo concedido a la persona, asociación, empresa o gobierno. Una deuda que nunca morirá.
La riqueza acumulada y la capacidad de concentrar crédito y poder en los últimos años, ha superado toda imaginación. Hoy la riqueza que se ha acumulado en las manos de unos pocos es muy superior a la de los Estados Unidos, el país más rico de la Tierra. Pero la realidad es mucho peor, de hecho hoy son los mismos bancos los que poseen partes importantes de los Estados Unidos, así como una voz fuerte en casi todos los países del mundo.
Y es gracias a la producción de la deuda que los bancos han acumulado créditos inimaginables; es a través de la imposición de la deuda y la falta de recuperación del crédito que los bancos han podido, primero, controlar, y luego detectar partes significativas de las empresas petroleras mundiales, partes de las multinacionales de cada sector, financiar a los grandes medios de comunicación para luego dictar la línea editorial, adquirir porcentajes mayoritarios de las industrias bélicas y de las industrias farmacéuticas, dictar las normas a los políticos a través de sus «asesores económicos»; básicamente todo lo que sirva para imponer sus políticas en rodajas cada vez más grandes.
En esta cadena absurda, si se llega finalmente al fondo para ver quién es el que controla la mayor parte de los bancos, resulta ser que se trata de pocas familias las que son dueñas de todo, las mismas que han especulado con dos guerras mundiales y con una variedad de crisis económicas mundiales.
La única salida posible es la de reconvertir el concepto de economía, pasando de la economía de deuda deshumanizante a la «economía humana», basada en el valor de las personas, en el conocimiento que ellos tienen, en el trabajo, en la disponibilidad de servicios, en la producción de bienes esenciales de primera necesidad, cuyo disfrute sea incluyente y no excluyente.
Creando una riqueza que ya no se base en el capital virtual y en el dinero creado de la nada, sino en el capital humano, cuyo índice se mide en función de la calidad de vida y el nivel de alcance de bienestar ampliado a la mayor parte posible de la población. Un índice de la riqueza que esté conectada directamente a una redistribución equitativa, cuyo valor sea directamente proporcional a la valoración de las personas, al enriquecimiento de sus inmensas capacidades, al mantenimiento y mejoramiento del medio ambiente en el que vivimos, que sea considerado como una riqueza incalculable y en el que nuestros hijos vivirán un día. Una riqueza que se sustente en un solo tipo de producción posible, circular, como de hecho es el ciclo del planeta en el que vivimos, abandonando para siempre la nefasta idea liberal de crecimiento infinito al interior de un mundo finito, repudiando el uso indiscriminado de la tierra, de los recursos y de los seres humanos y desechando para siempre la loca idea de que un pequeño grupo de personas pueda controlar por siempre un mundo cuya historia, al parecer, se basa a menudo en la imprevisibilidad.
Lo sé, frente a la manera en que nos hemos acostumbrado a pensar, estos conceptos que acabamos de expresar parecen muy utópicos, casi una novela para niños; pero también es cierto que muchas veces en la historia humana hemos llegado a producir los cambios que eran necesarios, aunque fueran totalmente inesperados.
Cambios ineludibles a favor de la supervivencia misma de la especie humana, que ha recurrido a lo largo de eras a la mayor capacidad de la que dispone para seguir adelante: la adaptación y la imaginación. Adaptación accionada por el motor de la necesidad y la urgencia de la situación, factores que históricamente han representado siempre un valioso estímulo para el cambio; y la imaginación, que a su vez ha apoyado la necesidad de imaginar y crear algo sustancialmente diferente.