Por: Iván Godoy
“Me cago en tu puta madre”, “Me cago en dios” y “Me cago en tus muertos”, son tres de los más atroces insultos que se puedan proferir en la lengua castellana, pues los tres apuntan a aspectos esenciales de lo humano. Los tres son pura maledicencia. Los tres son caricatura, insulto y ofensa. Los tres son figuras armadas de la infamia, que dicen y a su vez ocultan. Serán más o menos divertidas sus derivadas gráficas, dependiendo del contexto y el código utilizado. Precisa Slavoj Žižek, que “el lenguaje está infectado por la violencia”, y que lejos de ser una distorsión secundaria, es “el recurso final de toda violencia humana específica”.
Son muchas las caricaturas y los caricaturistas –históricamente-, que con mayor o menor gracia, dialogan con su realidad política. De hecho el arte, no solo del humor grafico sino de la sátira en general, al igual que el de los funambulistas, radica justamente, en mantener el equilibrio sobre aquella delgada línea que separa el agravio de lo divertido. Habrá que precisar que no es difícil que la caricatura devenga grotesca, vil e infame. Es más, puede ser que esa sea su intención, la real política de su imagen.
Como ejemplo para Chile, baste recordar las caricaturas de Lukas en el diario El Mercurio, y de Fulano en el diario La Segunda, aparecidas el 7 de noviembre de 1974 (ver imágenes anexas), en plena dictadura militar, a propósito de la muerte de Lumi Videla. Para aquel entonces la joven y hermosa integrante del Mir, de 26 años, había aparecido muerta en la embajada de Italia, sede de numerosos refugiados chilenos que esperaban por su salida del país. Según difundieron medios oficiales, Videla habría muerto a causa de una riña al interior de la embajada, en un orgía celebrada por los asilados. La oposición a la dictadura, sin embargo, señaló la falsedad de la versión oficial, informando que Lumi había sido muerta por miembros de la DINA, quienes, después de someterla a 40 días de tortura, la habían ultimado, para decidir finalmente lanzar su cuerpo por arriba del muro de la embajada de Italia.
Haciéndose eco de estos hechos, ambos caricaturistas de los diarios de Agustín Edwards, diseñaron sendas viñetas festinando lo ocurrido. Lukas no trepidó en echar mano al mundo del circo para ridiculizar la versión que señalaba a la DINA como responsables del crimen: “El fantástico número del proyectil humano disparado por sobre los muros de la embajada”, indicaba el texto bajo la caricatura, mientras la imagen mostraba un cuerpo disparado por un cañón, que volaba por los aires hacia el interior de una amurallada propiedad. Fulano, por su parte, dibujó a un sorprendido transeúnte, que queda perplejo al ver cómo, desde las puertas de una fortificada embajada de Italia, un funcionario displicente barre unos huesos humanos hacia la calle.
Más allá de lo aparente, podemos distinguir con un mínimo esfuerzo las figuras infames que ambas caricaturas ocultan. En la de Lukas, sobretodo, destaca el afán de ridiculizar la versión no oficial –disponiendo el cadáver de Lumi Videla tan solo como un cuerpo inerme que vuela por los aires-, denunciando veladamente la intriga del marxismo internacional (circo), contra el patriótico régimen militar de Chile. En la caricatura de Fulano, aparte de denunciar la hipocresía de la embajada italiana y sus huéspedes, hace del cadáver de Lumi Videla una “basura”, sujeto y condición de ser “barrida como tal”. Agravio y agresión confluyen particular y socialmente en un acto de brutal violencia en ambas viñetas. Ambas caricaturas no son solo infames por la calumnia graficada, sino que perversas, en cuanto ocultan tras de su pretendida ingenuidad, una profunda deshumanización del Otro. De modo similar, la “solución final” no emergió de la noche a la mañana en Auschwitz-Birkenau. Años antes –no apelando al humor precisamente-, y con meticulosa perseverancia, se construyeron imágenes infames de los judíos, que al final permitieron la Endlösung der Judenfrage.
La palabra caricatura proviene del italiano y refiere a cargar, exagerar. Por lo general, y con pretensión humorística o mordaz, la caricatura procura ridiculizar personajes, situaciones e instituciones de toda índole. La caricatura ha estado presente desde los orígenes del hombre con diferentes intenciones, mas siempre ligada a su contexto social. La caricatura no es ingenua. La caricatura es una forma de mostrar, interesada y exageradamente. Desde las caricaturas de Walt Disney a las de José Guadalupe Posada, mediando las de Honoré Daumier, cada una persigue lo suyo. Toda caricatura, por más divertida o libertaria que se pretenda, obedece a intereses y políticas, y como tal se inserta en discursos respecto al Otro y lo Otro. Esgrimir lo de Charlie Hebdo como un atentado a la libertad de expresión -como la mayoría de los medios de prensa del mundo lo han hecho-, cuando se coquetea con la injuria, es absurdo y malicioso, pues pone el foco en un lugar interesado, “caliente” políticamente hablando, como es el de las libertades y derechos de occidente. Una caricatura no solo puede ser brillante, graciosa y divertida, sino que también puede ser provocadora, violenta y hostil. Puede ser un arma maldita para el etiquetado, rotulado y empaquetado de un enemigo a herir y dominar. Y lo peor, puede ser una imagen infame, que predisponga y legitime acciones posteriores brutales.