La riqueza del mundo está cada vez más concentrada en manos de una élite de personas insaciables. Las desigualdades sociales, financieras y económicas son cada vez más evidentes y marcadas, y así es como los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres. No es solo una manera de decir las cosas, no es ni siquiera un apresurado rumor popular, sino que es la conclusión, apoyada en números, del informe de Oxfam, difundido el 19 de enero de 2015 y presentado en vísperas del Foro Económico Mundial de Davos.
Es más, de acuerdo a las tendencias mostradas en el estudio, en 2016 el 1% de la población mundial llegará a poseer una riqueza mayor que el 99% restante. De acuerdo con cifras actualizadas por Oxfam, 80 personas poseen en riqueza la misma cantidad que la mitad de las poblaciones menos favorecidas del mundo. En otras palabras, 3,5 millones de personas comparten la misma riqueza que la que actualmente poseen 80 afortunados. Del 50% de la riqueza mundial restante, que no está en manos del 1%, el 46% pertenece al 20% de la población y el resto está realmente en la miseria. Una concentración de la riqueza terrible, inaceptable, así como peligrosa.
Estos Tíos Ricos (Rico McPato) del planeta han construido sus imperios y fortunas principalmente a través de las actividades y los intereses generados por el sector financiero y de seguros, de la industria farmacéutica y de aquellos ligados al bienestar. El 20% de multimillonarios de la lista Forbes ha construido su fortuna en el sector financiero y de seguros y, a partir de 2013, el mayor incremento en la riqueza está marcado por multimillonarios que se mueven en la industria farmacéutica, en el bienestar y la salud. De acuerdo a la fuente Forbes, alrededor del 30% de los más ricos del mundo serían ciudadanos estadounidenses.
Pero el informe va más allá y muestra cómo las corporaciones más ricas de las áreas antes mencionadas, las finanzas, los seguros, farmacéutica, salud y bienestar, frente a los enormes beneficios que pueden conseguir, gastan (o tal vez sería más apropiado decir invierten) varios millones de dólares en actividades de lobby. En 2013, las empresas del sector financiero y farmacéutico han gastado $550 millones para hacer presión sobre los responsables políticos de decisión tanto en Washington como en Bruselas. En los Estados Unidos, en 2013, el sector financiero ha gastado más de 400 millones de dólares en lobbying, mientras que durante las elecciones de 2012 las empresas del mismo sector han gastado 571 millones de dólares para financiar las campañas electorales. En el frente europeo, las finanzas gastan alrededor de $150 millones anuales dirigiéndolos a las instituciones de la UE.
No ocurre menos con las empresas de la industria farmacéutica, el bienestar y la salud, que en 2013 gastaron más de $487 millones en lobbying en los EE.UU. y financiaron con 260 millones de dólares las campañas electorales de 2012. En paralelo, se han utilizado 50 millones de dólares anuales para las actividades de lobby al interior de la UE. De más está decir que, tanto en los Estados Unidos como en la Unión Europea, esos centavos se dirigen principalmente a crear grupos de presión con el fin de conseguir enormes beneficios de las políticas fiscales y comerciales, favorables y complacientes.
Cuanto más conocidas y visibles son estas realidades de injusticia y maldad, mayor es la desigualdad en el mundo. Las políticas de austeridad son cada vez más amargas para los ciudadanos y para la gente común, los pobres (los que viven por debajo de los umbrales de la pobreza oficial) están cada vez más al margen de la sociedad y cada vez más distantes de un bienestar mínimo y de subsistencia. El mundo se va convirtiendo cada vez más en un lugar de privilegios y de privilegiados. Las instituciones, hipócritamente sordas y ciegas, prefieren ir babeando detrás de ochenta insaciables, sanguijuelas inhumanas, de los cuales además se conocen nombres y apellidos, que han logrado concentrar la riqueza material existente y que, más o menos abiertamente, están enterrando al 99% de los seres restantes, la mayoría de los cuales desconocen la esclavitud material y psicológica que los golpea.
Vivimos días en los que se habla muy acaloradamente de guerras santas, de la guerra entre Occidente y Oriente, del odio entre las civilizaciones, del terrorismo y el fanatismo, de buenos y malos; pero no hay un líder político (por no citar a los principales medios de comunicación) que piense mínimamente cómo ir a la raíz del problema y que haga frente a ciertas verdades que son la base de la discriminación, del uso de la violencia, y que alimentan el resentimiento, malestar y desesperación entre la gente.
Si hubiéramos estado trabajando en el tiempo creando las condiciones mínimas para lograr una vida adecuada para los habitantes del planeta, teniendo como dirección aquella de una distribución más equitativa de los recursos en lugar del acaparamiento y la concentración de la riqueza y el poder, muy probablemente ya habríamos creado nuestro paraíso en la tierra y no estaríamos haciéndonos la mala sangre frente al abuso, la codicia y la deshumanización del ser humano.
Que finalmente ocurra el despertar no-violento y pacífico del 99%.