Por Robert Nageli, ilustrador de prensa
Desde el miércoles pasado, yo soy Charlie.
Lloro todos los días desde entonces (no todo el día, mi vida sigue ahí…), así de grande es mi angustia. Y seré Charlie hasta mañana en la mañana, hasta la salida de ese Charlie Hebdo que es el Uno de todos los otros diarios desde hace una semana, desde esa tentativa frustrada de exterminación a la libertad de expresión.
Después dejaré de ser Charlie, porque ellos comenzarán a ser Charlie tal como lo entienden. Después ya será otro día, otro mundo, ya que una muy sombría página acaba de ser escrita (o desgarrada, no lo sabemos), que de una u otra manera, cambiará el curso de nuestra historia, aquí y bien lejos. Después veré QUIÉN y CÓMO quiero ser en el mundo nuevo.
Reparto mi actividad entre el canto y la ilustración, he tenido ocasión de hacer un poco de dibujo de prensa bajo el nombre de Trébor. Yo no era un fan incondicional de Charlie, ciertos excesos (como aquellos sobre Mahoma) los hallaba inútiles, visiones a veces ciegas y esencialmente tan ineficaces en “erradicar la estupidez de los estúpidos” como aquella de querer matar la libertad de expresión a golpe de Kalachnikov. Queda demostrado. Pero helo ahí, así como ellos, que yo jamás habría imaginado que esto sucedería.
Entonces: siendo Charlie, dibujé MI Charlie, o más bien una parodia de esas famosas “portadas de las cuales se han librado”. Serán ustedes quienes vean si mi humor de dos centavos es mortal o no (y dos centavos no es un precio a pagar actualmente por un dibujo humorístico).
Siendo la muerte el problema de los vivos, ¿qué vamos a hacer con “nuestros” muertos? ¿Dejar que sirvan de alimento a los clanes que afilan sus cuchillos para desmembrar sus cuerpos? ¿Lamentarnos por nuestra “cobardía”, canonizándolos en el Panteón de super héroes del honor francés? ¿Convertirnos a la religión mediática y rezar ante cada noticiero? ¿Dar las llaves de la República a la guerra contra el terrorismo? En un mundo donde los estados fabrican guerras para vender armas, donde nuestros suburbios se están pudriendo en la indiferencia absoluta de las políticas de «austeridad», la determinación de denunciar la abyección debe estar acompañada de la mayor compasión hacia los seres humanos.
Hace una semana que toda Francia es Charlie. ¿Toda? No, algunos, pero muchos, muchos… El miércoles por la tarde, más de 200.000 personas descendían espontáneamente a la calle, sin protección policial, sin líderes políticos, sin etiquetas, sin odio, sin injurias, sin llamados a la venganza. Ser Charlie, ¿no es decir: “NO, no nos sometemos al terror! Estamos de pie, lloramos de pie, y marchamos sin himno, sin ruido y sin furia, con una inmensa angustia en nuestro corazón, pero marchamos porque tenemos una enorme necesidad de ir juntos a algún lado?
Bueno, ok, pero ¿para ir dónde? A ello, cada uno debe responder, con gran prudencia pero también gran urgencia, ya que la generalización de la violencia Y DE SUS CAUSAS PROFUNDAS, no podrá ya ser ocultada…
Es decir, mientras tanto no dejaremos de reír. El humor, que es “el excremento del espíritu que vuela”, no nos ha dejado, amigos: ¡es ahora o nunca!
Traducido por: Alejandro Feres