La estrategia, la trama de destrucción contra Cristina Fernández de Kirchner comenzó hace varios años. Los grandes poderes fácticos de la Argentina primero buscaron dominar a Néstor Kirchner o, por lo menos, fijarle los límites y condiciones. Más tarde avanzaron contra su sucesora amplificando los ataques. La continuidad de su gobierno pendió de un hilo durante buena parte de su gestión.

La Presidenta aprendió a sobrevivir a los golpes mediáticos, institucionales y empresariales. Aprendió a resistir los escenarios que la mostraban aislada y al borde de la tragedia, pero lo cierto es que consiguió salir fortalecida de las persecuciones sufridas. La denuncia presentada por el fiscal Nisman aparece como la intentona más contumaz, más febril. Y la aparición sin vida del protagonista abona todo tipo de teorías conspirativas. Intentaremos aportar un poco de orden entre tantas telarañas.

Terrorismo

En 2014 se cumplieron 20 años del trágico atentado de la AMIA y la DAIA y 22 de la voladura de la embajada de Israel en Buenos Aires. El atentado de la embajada duerme en algún cajón de la fiscalía del Doctor Ernesto Canevari, en una de las operaciones de encubrimiento mejor elaboradas de la historia argentina y que parece no generar reclamos de la sociedad civil.

En el caso del primer atentado, el Presidente Kirchner creó la Unidad Fiscal AMIA, para investigar de manera especializada la masacre cometida en la calle Pasteur en 1994. Al frente de esta unidad se nombró al fiscal Alberto Nisman, quien la dirigió hasta su muerte. Su gestión dejó varias portadas de los diarios. Una denuncia por encubrimiento contra el juez que llevaba la causa (el Juez Juan José Galeano), funcionarios del gobierno de Carlos Menem, agentes de la Policía y de los Servicios de Inteligencia (SIDE) y alcanzando directamente al antiguo presidente de ascendencia sirio-libanesa. También denunció una célula de la Policía Bonaerense como autora del atentado, basándose en pruebas falsas. Pidió la captura de ciudadanos iraníes que luego Interpol debió liberar por no tener pruebas que los incriminaran en el atentado. En el medio de estas investigaciones, que siempre admitió fueron encabezadas por el titular de la SIDE “Jaime” Stiusso y no por él mismo, exigió que el ex embajador israelí en Argentina demostrara sus declaraciones en las que dijo que Israel “ya había mandado al otro lado” a los culpables del atentado.

En diciembre del año pasado el fiscal Nisman recibió una denuncia por traición a la patria, al mismo tiempo que muchos investigadores del atentado lo señalaban como parte de la estrategia de encubrimiento ideada por la SIDE. Mientras tanto la Presidenta Fernández tomaba la decisión de remover los cabecillas de la Inteligencia argentina, ya que había suficientes pruebas que demostraban que estaban operando contra el gobierno elegido por la mayoría de los argentinos y tenía células anárquicas que funcionaban desde las oscuras épocas previas a la dictadura militar de 1976 y que fueron heredadas por la democracia. Sus operaciones funcionaban como extorsiones y cortinas de humo para la impunidad de crímenes de Lesa Humanidad y trabajaban en cuña con los servicios de inteligencia norteamericanos y de Israel, en un funcionamiento que retrotrae a las peores pesadillas del terrorismo de Estado. Esa cúpula enquistada fue desplazada hace pocas semanas y a la vista están las consecuencias.

En diciembre también se puso límite calendario al juicio oral de la causa por encubrimiento que ensucia tanto a la SIDE como a la justicia y el Poder Ejecutivo de Carlos Menem. Este reclamo recayó en el juez Lijo, acérrimo operador judicial contrario a Cristina Fernández.

El último acto desesperado de la operación orquestada, presumiblemente, por el despedido Stiusso contó con la colaboración, siempre presta, del fiscal Nisman, que utilizó los medios de difusión para acusar a la Presidenta de encubrimiento de los acusados iraníes por el atentado de la AMIA. Una denuncia que pese a los grandes titulares no contaba con pruebas que pudieran avalar esta amenazante trama desestabilizadora con olor a vendetta.

Las claves de la denuncia

La muerte del fiscal Nisman configura un escenario de estupor alrededor de una denuncia que incluía a la Presidenta de la Nación y a su Ministro de Relaciones Exteriores por encubrimiento en favor de los imputados de origen iraní. Pero veamos un poco más profundamente lo que decía la denuncia.

Nisman relató la denuncia, pero no aportó las fojas como se le reclamaba, arguyendo que en la denuncia figuraban integrantes de la SIDE. Una vez tomada la denuncia por el Juez Lijo, éste la hizo pública luego de ponerse en contacto con el nuevo director de la SIDE, Oscar Parrilli, para saber si Ramón Bogado y el ex juez Héctor Yrimia formaban parte de los servicios de inteligencia como denunciaba el fiscal. La respuesta no se hizo esperar “nunca formaron parte de la SIDE”. Primera excusa y primer dato falso, que además, debería desacreditar el resto de datos aportados por estos “supuestos agentes”, ya que carecen de toda legitimidad por no ser representantes del poder estatal. Cabe recordar que la SIDE denunció a Bogado por “venta de influencias” y hacerse pasar por agente de la Secretaría. También el hecho de que el fiscal Nisman haya “puenteado” al juez de la causa AMIA, Rodolfo Canicoba Corral es, en sí mismo, un delito.

Las escuchas en las que basa toda la denuncia fueron descalificadas por el mismo juez de la causa, quien ironizó que con un buen aparato era “posible hacerle decir al Papa que profesaba otra fe”. Más allá de este detalle, el teléfono infiltrado fue el de Alejandro Khalil, quien es presentado como en relación directa con Cristina Fernández, algo que no es posible probar y que no figura en ninguna de las escuchas.

El argumento de la intención del gobierno argentino de eliminar las alertas rojas contra los sospechosos iraníes se vino abajo con la diligencia llevada adelante por el denunciado Héctor Timerman, quien demostró de forma categórica que las órdenes de la Presidenta fueron en sentido contrario, de sostener a todo precio las alertas rojas contra los iraníes. Esto nunca formó parte de las negociaciones entre los dos gobiernos para alcanzar el Memorando de entendimiento que buscaba la declaración frente al juez y el fiscal argentinos de los acusados.

El memorando se convirtió en ley por la labor parlamentaria del Congreso argentino, pero nunca llegó a ser convalidado por el parlamento iraní. La inconsistencia de que este acuerdo se pueda haber realizado forjando un canje de impunidad hacia los supuestos responsables del atentado de origen iraní por petróleo y comercio entre ambos países, se cae por la ausencia de intercambio comercial entre ambos países, ya que la Argentina respeta las sanciones que afectan a la República Islámica por las denuncias de su plan para enriquecer uranio.

A esto se le podría sumar que ni Fernando Esteche (dirigente de Quebracho), ni Luis D’Elía (dirigente del partido Miles) puedan ser considerados, seriamente, como interlocutores gubernamentales para llevar adelante una negociación de este nivel en nombre de la mismísima Presidenta. De Andrés Larroque (Secretario General de La Cámpora), también denunciado, ni siquiera hay rastros de que hubiera formalizado conversaciones con Khalil.

Fueron muchos los analistas de la denuncia que llegaron a la conclusión que esta significó un salto al vacío sin red para Nisman. ¿Motivos suficientes para suicidarse? Bueno, la pérdida de padrinos de peso, el cuestionamiento de los mismos medios gráficos que debían robustecer su campaña destituyente y la certeza de haber cometido delitos imprudentes que podían costarle duras penas judiciales, además de las sospechas de enriquecimiento ilícito que comenzaban a comentarse mientras el fiscal estaba con vida, como la certeza de que iba directo a una humillación pública, podrían constituir una justificación para tomar esta decisión. Hoy, con la muerte todavía no esclarecida, estas críticas no se sostienen por cuestiones de respeto y por quedar relegadas a un plano totalmente secundario.

Política exterior

Estos años han sido también muy ricos en lo que se refiere a la política exterior de la Argentina. Su relación con las potencias, con los países vecinos, con las metrópolis de las épocas coloniales.

No se pueden pasar por alto estos contextos que tienen un peso específico poderoso. Desde la mirada de los medios de comunicación extranjeros, pasando por los organismos internacionales y las relaciones de enfrentamiento directo, como con Gran Bretaña por las Malvinas o los Estados Unidos por las decisiones de la justicia norteamericana avalando los fallos del juez Thomas Griesa dándole la razón a los fondos buitres comandados por Paul Singer, empresario que puso en jaque al gobierno de Barack Obama y del que consiguió sumas de dinero obscenas en base a la extorsión desde la industria de autopartes, paralizando la producción automotriz del gran país del norte.

Pero también la permanente denuncia de la negativa de Irán de favorecer el esclarecimiento del atentado de la AMIA. Viviéndose un impasse de algunos meses con la firma del memorando en 2013, pero que terminó en el reclamo fervoroso de Cristina Kirchner en Naciones Unidas este año. Al mismo tiempo que criticaba la hipocresía de occidente combatiendo el terrorismo y suministrándoles armas a los mismo terroristas. Llegó a decirle a Obama, persona por medio, que su gobierno era terrorista. Actitud que fue calificada como suicida por los analistas mediáticos argentinos que viven difundiendo a la cultura norteamericana como la panacea y el fastigio civilizatorio humano.

En ese mismo contexto, el gobierno argentino repudió el exceso de violencia utilizado por Israel contra el pueblo palestino. Actitud temeraria teniendo en cuenta la importancia de la comunidad judía en la República Argentina. Lo cierto es que Netanyahu ha conseguido en los últimos meses convertir a Israel en un estado sanguinario que pierde apoyos históricos. Varias naciones europeas han reconocido a Palestina como estado, por poner un ejemplo y son muchos los dirigentes que no avalan las declaraciones del Presidente israelí, así como el rechazo de los asesinatos cometidos en territorio extranjero por las fuerzas de seguridad israelitas.

Esto abona las andanadas de críticas que llovieron sobre el gobierno argentino por el acuerdo con Irán y por la actitud crítica de CFK sobre la especulación financiera, los fondos buitre, los planes de austeridad y las decisiones de asfixia engendradas por el FMI y el Banco Mundial. Fueron muchos los presidentes extranjeros que tuvieran palabras severas hacia Cristina Fernández por esta dureza verbal, aunque también eso afianzó la consolidación de la unidad del bloque latinoamericano. Primero con Lula y Chávez y luego con Evo Morales, Rafael Correa, Pepe Mujica y la figura siempre omnipresente de Fidel Castro.

Todo esto combinado se acumula en las tensiones actuales y se buscó mostrar a la Argentina alejada del Occidente histórico y comprometida con Rusia y China, los grandotes díscolos y autoritarios. Esto culminó con una campaña mediática tendiente a mostrar al gobierno argentino como justificador del terrorismo islámico, llegando a decir que Timerman, estando en París, recibió orden presidencial de no participar de la marcha de repudio a los asesinatos de los trabajadores de la revista francesa Charlie Hebdo y de las víctimas de la masacre en el supermercado parisino. Puras patrañas que fueron desmentidas rápidamente, pero que abonaban el terreno para la posterior llegada de Nisman y la denuncia de asociación de Cristina Fernández con el terrorismo internacional, encarnado en el acuerdo con Irán.

Esa escalada no ha terminado, puesto que la muerte del fiscal Nisman, ha sido rápidamente cargada en las espaldas de la Presidenta en los medios de comunicación de mayor llegada en la Argentina. Buena parte de la población continúa confundida y no logra descifrar lo que está sucediendo, cuáles son las implicancias de cada sector y qué intereses movilizan a los diferentes actores políticos, empresarios y judiciales. Muchos fueron convocados en algunas plazas céntricas de distintas ciudades y mostraron carteles con la leyenda “Je suis Nisman” o culpando de un supuesto asesinato a CFK y deseándole la muerte.
El esclarecimiento de la muerte de Nisman es una necesidad imperiosa que descomprimiría una situación que los medios buscan estirar y extender a la opinión pública internacional, buscando un mayor efecto destituyente. El aprovechamiento político de la muerte del fiscal muestra el nivel de cinismo y carroñerismo de los dirigentes opositores en la Argentina, dispuestos a seguir el guión de los grupos hegemónicos y de los servicios despechados hasta las últimas consecuencias.

A todo esto, la Dra Fernández ha compartido algunas apreciaciones sobre el asunto a través de las redes sociales y el gobierno en bloque continúa con sus actividades febriles en un año que se espera muy agitado y complejo con las elecciones que dirimirán quién será el sucesor de Cristina Kirchner en el sillón de Rivadavia.