«A medida que las fuerzas movilizadas por el gran capital asfixian a las personas, surgen posiciones incoherentes, y se fortalecen explotando este sufrimiento canalizándola hacia falsos culpables”. Pero en este contexto oscuro y caótico, el clamor del pueblo se ha elevado expresando su deseo de paz, tolerancia y fraternidad.
Los trágicos acontecimientos que tuvieron lugar en Francia a principios del año, es un eslabón más en el proceso de violencia que se expresa tanto en los fundamentalismos religiosos como en el auge de nacionalismos reaccionarios y xenófobos que, en las políticas irresponsables de «fanáticos» del gran mercado neoliberal y el crecimiento económico, son la fuente de una cadena sin fin de desastres sociales y ambientales.
Por tanto, como muchos, no nos dejamos engañar: Vemos la acción de los políticos y líderes de opinión quienes se aprovechan de estos eventos para implementar una política cada vez más represiva y coercitiva, restringiendo las libertades individuales y exacerbando el sentimiento de miedo, de venganza e islamofobia, que solo fomenta la violencia. Y no nos olvidamos del capital financiero, mafia de «cuello blanco» que especula sobre la venta de armas y la exacerbación de conflictos armados, y relegando cada vez más a estados y gobiernos en el papel de brazos armados que domestican a las poblaciones.
Pero para los humanistas, no es el momento de buscar culpables, sino de incentivar el impulso que el 11 de enero reunió a casi 4 millones de franceses y tantas otras personas en el mundo; ese impulso en el que se expresó con fuerza, calma y dignidad, no solo el derecho a la libertad de expresión y el rechazo a la violencia física, sino también el deseo de paz, fraternidad y solidaridad para todos y entre todos.
En este impulso, reconocemos una sensibilidad humanista que viene expresándose durante los últimos años en una serie de iniciativas: iniciativas económicas alternativas a la violencia económica neoliberal; colectivos de ciudadanos que tratan de construir juntos las bases de una verdadera democracia, muy lejos de la democracia formal, donde la libertad de expresión es equivalente a la violencia de un «puedes decir lo que quieras»; en el surgimiento de una espiritualidad laica que está lejos de las religiones, también convertidas en formales, cuando no se han transformado ya en fundamentalistas.
El Partido Humanista se reconoce en todas estas iniciativas, pero no es ingenuo: en un futuro próximo seguirá habiendo aún muchas brutalidades dentro y fuera del país (donde ya vienen sucediendo).
Así que eso es lo que proponemos: que la movilización en contra de estas barbaridades se pueda utilizar para fortalecer la llama que se expresó en toda Francia, así como en el mundo entero.
Para reforzar esta llama, el Partido Humanista invita a cada uno a reencontrarse con otros en torno a seis puntos básicos que caracterizan la actitud humanista: 1) el ser humano como valor y preocupación central, de modo que nada esté por encima del ser humano y ningún ser humano esté por encima de otro; 2) la igualdad entre todas las personas; 3) la diversidad personal y cultural rescatando las características de cada pueblo; 4) el desarrollo del conocimiento más allá de las limitaciones impuestas por los prejuicios; 5) la libertad de ideas y creencias; 6) el rechazo no solo a la violencia física, sino también la violencia económica racial, sexual, religiosa, moral y psicológica.
Por lo tanto, ante la barbarie demostrada por grupos terroristas, o frente a la violencia disimulada del «terrorismo de Estado», el Partido Humanista afirma la necesidad de transformar este impulso del 11 de enero en una fuerza moral: la de la no-violencia.