Hoy se celebra el Día Internacional de los Derechos Humanos, donde se conmemora el aniversario de la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos por la Asamblea General de la ONU, en 1948. Entre los delegados que participaron en la redacción de ese documento, estaba Hernán Santa Cruz, un abogado chileno. Sin embargo, en nuestro país aún no existe tipificación de la tortura como delito, ni menos justicia y reparación satisfactoria para quienes fueron víctimas de las peores violaciones a los Derechos Humanos, durante la dictadura militar de Pinochet. Como tampoco están garantizados esos derechos para el Pueblo Mapuche, la diversidad sexual, los trabajadores, las mujeres, los jubilados y muchos más.
Uno de los pilares del pensamiento humanista, es el rechazo absoluto a toda práctica de violencia en el mundo. Históricamente, los humanistas han defendido los Derechos Humanos, puesto que en su declaración se contemplan los planos personal, social y económico. Mismas dimensiones en donde se arraiga la violencia hasta el día de hoy.
Le preguntamos al vocero humanista Tomás Hirsch, sobre la realidad actual respecto de este tema. Estas fueron sus declaraciones.
A 25 años del retorno de la democracia, ¿cuál es la gran deuda que tiene el poder político en Chile con los familiares de los detenidos desaparecidos y con aquellas personas que fueron cruelmente torturadas en la época de la dictadura?
Lo primero que diría es que sin duda se ha avanzado mucho en materia de Derechos Humanos. Es muy distinto vivir en democracia que vivir en dictadura. A su vez, han habido juicios que han terminado en condenas para los principales violadores de los Derechos Humanos, para parte importante de la cúpula de la DINA y la CNI.
Dicho eso, me parece que falta mucho por hacer. Hay una gran deuda todavía con quienes sufrieron violaciones a los Derechos Humanos o con los familiares de aquellos que se le violaron sus Derechos Humanos. Y con el país en general, que vivió lo que significó una violación reiterada a los Derechos Humanos.
Y digo que hay una deuda, porque, en primer lugar, aún no se obtiene la información respecto de los detenidos desaparecidos. En segundo lugar, porque -fruto de acuerdos absolutamente espurios generados en la época de la comisión Rettig y la comisión Valech-, se mantienen ocultos los nombres de los torturadores, información que sería fundamental para poder hacer verdad ante el país. Y en tercer lugar, porque lamentablemente se siguen violando los Derechos Humanos del Pueblo Mapuche, de los estudiantes, de los profesores -situación que vimos el día de ayer-, de los jóvenes, de los jubilados, en fin…de muchísima gente, que es victima de la violación a los Derechos Humanos, no sólo a través de la violencia física, sino que también mediante el pago de pensiones miserables, no entregando salud, no garantizando educación pública de calidad. Y en ese sentido hay una gran tarea pendiente.
Los humanistas plantean: ¡Ni olvido, ni perdón; Reconciliación! En el caso chileno, ¿cómo logramos alcanzar esa reconciliación, cuando aún ni siquiera existe la tipificación de la tortura como un delito en nuestro país?, ¿qué te parece esa triste realidad chilena?
Justamente por ese tipo de motivos es que no hay reconciliación en Chile. La reconciliación no se produce porque se la decrete, la reconciliación no se produce porque así lo diga algún dirigente político o religioso. La reconciliación se produce con hechos concretos. Para reconciliarse primero es necesario conocer la verdad. No se puede decir simplemente, “olvidemos lo pasado y demos vuelta la página”. Porque el dolor sigue, porque los recuerdos siguen y porque el temor a que se vuelvan a repetir situaciones similares también sigue. Por lo tanto, para la reconciliación, el primer tema es la verdad. Un segundo tema es la reparación, reparación que nunca va a devolver a los seres queridos, pero que demuestra claramente una señal por parte del Estado, que se hace cargo, que asume el dolor y el daño causado. Como por ejemplo, ha reparado Alemania a tantas de las victimas del nacismo. No los trae a la vida, pero es un modo de decir: violamos los Derechos Humanos y nos comprometemos a no hacerlo de nuevo en el futuro. Me parece que esos son pasos necesarios que en Chile no se han hecho.
¿Y por qué crees que esos pasos no se han dado en Chile, Tomás?
Porque en Chile, nos guste o no, nos duela o no, los militares perdieron formalmente el plebiscito, pero ganaron. El “NO” ganó en porcentaje electoral, pero en realidad, y tal como lo dice Patricio Bañados, ganó el “SI”. Se instauró un modelo; se profundizó un modelo económico, político, social, cultural y también valórico. De algún modo, los militares y los civiles que fueron parte de la dictadura se retiraron triunfantes del gobierno y de hecho los tenemos hoy día de rectores de universidades, de directores de multinacionales, de diputados, senadores y hasta algunos meses, de ministros. Es decir, están totalmente activos en la vida económica y política del país. No nos olvidemos que hay un diputado (Rosauro Martínez) que hoy día está preso en el sur, porque recién después de 30 años va quedando en evidencia de que fue un directo violador a los derechos humanos, un asesino. Que un torturador fuera alcalde de Providencia hasta hace algunos años y que otros torturadores se paseen libremente por el país, genera una impunidad generalizada.
¿Y qué pasa con aquellos que lucharon por el retorno a la democracia y que hoy se acomodaron en el poder, sin ser capaces de avanzar en esta materia?
En primer lugar, hay que preguntarse si realmente lucharon por la democracia. Yo pongo en duda esa aseveración. Los que lucharon por el retorno a la democracia fueron millones de personas anónimas, de distintos modos; movilizándose, organizándose ayudándose colectivamente. Pero los pocos que están instalados en el poder, francamente, habría que revisar cuánto hicieron por recuperar la democracia y cuánto hicieron para beneficiarse en forma directa y personal de ese poder. Así es que esa es una discusión y una reflexión que queda abierta todavía. No se trata de creernos tan rápidamente que todos aquellos que se pusieron un título de demócrata, porque pertenecen hoy día a la Concertación, son los mismos que lucharon por el retorno a la democracia. Esa es una cuestión dudosa en muchos casos.
En pleno siglo XXI aún somos testigos de las peores violaciones a los Derechos Humanos en muchas partes del mundo. Basta con mencionar la situación mexicana, el conflicto palestino-israelí, entre otros cuantos más. ¿Crees que debemos cambiar el sistema actual, puesto que en él se reconoce el origen de todo tipo de violencia contra la humanidad?
Los Derechos Humanos hoy día no son una realidad, sino que por sobre todo son una aspiración para el futuro. Es un llamado que nos impulsa. Evidentemente, aún se violan los Derechos Humanos en gran parte del planeta. Insisto, no sólo a través de la violencia física que es la más burda, sino que a través de la violencia económica, racial, religiosa, cultural, étnica, generacional. Permanentemente se están violando esos Derechos Humanos y esto significa que debemos redoblar los esfuerzos por avanzar en la construcción de una sociedad basada en el respeto a los Derechos Humanos y, más aún, basada en la ubicación del ser humano como valor central. Mientras el valor central siga siendo el dinero, la patria, dios, el Estado, no vamos a tener un ser humano que tenga plenamente garantizado sus Derechos Humanos. Sólo en la medida en que el ser humano sea el valor central de la sociedad, es que podremos garantizar su pleno desarrollo hacia el futuro.