Conversación sobre cine y política con Cecilia Barriga, directora de Tres instantes, un grito, una película sobre el 15M, Occupy y el movimiento estudiantil chileno.
Por Amador Fernández Savater, Marta Malo y Álvaro Rodríguez para Interferencias
2011 fue políticamente un año asombroso: primavera árabe, 15M, Syntagma, Occupy Wall Street, movimiento estudiantil chileno, etc. Terremotos de los que aún experimentamos (y aún por mucho tiempo) las réplicas. Cecilia Barriga viajó e instaló su cámara en las plazas de Madrid y Nueva York y en los colegios ocupados de Santiago de Chile, con la convicción de que el cine puede registrar los momentos políticos de un modo singular y precioso, haciendo de ellos memoria viva, activa, sensible.
Su película Tres instantes, un grito nos llega ahora, la última, tan tarde y acaso tan a tiempo. La sensación que tenemos al verla y recuperar a través del cine palabras, imágenes y cuerpos de un pasado tan cercano e incorporado es impactante, porque tiene algo de vuelta al lugar de donde partimos, porque es una experiencia inquietante verificar que no se trató de un sueño exactamente, ni del verano de nuestro atolondramiento político.
De vidas que cambian políticamente y de políticas que se hacen cargo de las vidas está trenzada la película de Cecilia, cuya constitución vocacional es, seguramente, acompañar los procesos y ser parte misma de los movimientos que retrata. Marta Malo, Álvaro Rodríguez y quien esto escribe, amigos que vivieron juntos el 15M y a los que la película de Cecilia ha dado mucho qué recordar y pensar, conversamos con ella sobre todo esto y sobre la situación política que desde entonces hemos ido desplegando.
1- Resonancias
Tres instantes: el campamento del 15M en Sol, la ocupación de Zuccotti Plaza por el movimiento Occupy Wall Street en Nueva York, el movimiento estudiantil en Santiago de Chile. ¿Qué te llevó hasta allí?
Cecilia Barriga: Fue un viaje especial, personal. Soy chilena, he vivido en las tres ciudades y me sentía muy identificada con los momentos históricos que estaban viviendo, aún antes de aterrizar. En los tres lugares se estaba produciendo algo nuevo. Convocatorias más o menos espontáneas y experiencias muy fuertes de convivencia -en las plazas de Madrid y Nueva York, en los colegios de Chile- de una diversidad humana que no suele dialogar en la vida normal. Creo que hay cosas muy parecidas en los tres casos, no tanto quizá en la forma externa, como en la médula.
En primer lugar, un mismo grito, como dice el título de la película, ¿no? ¿Qué grito?
Cecilia Barriga: Una hartura de algo. Pero no sólo de lo que está pasando con la crisis y demás, sino de cómo hemos estado políticamente hasta ahora, me parece muy importante señalar eso. Cómo hemos estado respondiendo desde el pasotismo y el no hacer nada, desde la comodidad del mirar y punto, desde el aprovechamiento de la política para intereses particulares… El grito es el hartazgo de las viejas formas de hacer política, la necesidad de cambiar esas formas. Yo me sentí muy identificada con estos grupos humanos que no sólo no se sentían representados en los políticos, sino en toda una manera de vivir.
Con respecto a ese “cambiar las formas de la política”, ¿qué ves que tienen en común el 15M, Occupy y el movimiento estudiantil chileno, más allá de que concurriesen en el mismo año 2011?
Cecilia Barriga: Creo que varias cosas. En primer lugar, como dice una de las estudiantes en Chile, hacer de la felicidad una revolución. Hacer de la felicidad un arma. Eso me alegró mucho oírlo explícitamente, porque es lo que de algún modo yo ya estaba oyendo en mis viajes. En los tres lugares percibí un deseo de disfrutar de los procesos, un disfrutar muy serio, que no hay que minimizar o ridiculizar en absoluto.
¿Y ese disfrute es algo político? ¿En qué sentido?
Cecilia Barriga: Para mí, es algo muy político querer cambiar los paradigmas de cómo nos relacionamos a la hora de pensar y de hacer. En Sol, fue la primera vez en los años que llevo viviendo en Madrid que veía y escuchaba a los jóvenes españoles hablar de emociones, en un espacio político público. “Cuidémonos, tratémonos con amor”: da mucho rubor hablar así, la gente se ríe cuando se hace, pero en Sol era algo constante. Yo me fijaba mucho más cuando se hablaba de “amor” que cuando se decía “estos hijos de puta”, la verdad. Porque me parece que ahí hay algo importante y nuevo.
¿Se trataría de una ‘feminización’ de la política?
Cecilia Barriga: Pero no sólo se trataba de la presencia de cuerpos de mujer, la mujer biológicamente considerada, desde el género. No sé si aporta mucho que haya señoras que hagan lo mismo de siempre, hablando desde las categorías de poder, desde la autoridad… Lo que me parece más relevante es que la gente empezaba a hablar y construir su identidad también desde lo emocional. Yo sentí la presencia y la voz de chicos con una identidad más “femenina”, en el sentido de una sensibilidad distinta a la hora de relacionarse, hablar, etc.
¿También en Nueva York y en Santiago?
Cecilia Barriga: En los tres casos aparecen retóricas y referencias a un feminismo práctico. Hay otras resonancias, otras formas de entender la política, disidencias con respecto a las formas tan clásicas y masculinas de la izquierda tradicional.
A mí me interesa sobre todo eso: no los discursos verticales y articulados, los emitan hombres o mujeres, sino las disidencias de lo convencional, las debilidades frente al poder, una estética del querer oír, del querer hablar en otro tono y respetar la escucha. En la plaza hay una chica que lleva un cartel que reza: “Somos la levadura que levantará la masa”. Pues yo digo: ¡se levantará la masa, pero con levadura, no con huevos! (risas)
Pues teniendo en cuenta la actualidad, no sé si esos cambios son masivos e irreversibles, la verdad.
Cecilia Barriga: Todo eso se puede borrar de un plumazo, es cierto, pero creo que las tendencias subterráneas más a largo plazo van por ahí.
En todo caso, es verdad que los movimientos de 2011 prescindieron generalmente de líderes, ¿no?
Cecilia Barriga: El descrédito de la clase política es tan grande que se puso en cuestión el concepto mismo de liderazgo. Si no podemos creer en nadie, tendremos que creer en nosotros mismos. En Nueva York y en Chile había figuras de liderazgo, pero eran varias, no sólo una. Sí destaca una como la de Camila Vallejo, pero se trataba de un liderazgo muy construido desde los medios de comunicación, aunque realmente es una persona bastante notable y una anomalía en el mainstream. Pero muchas de las chicas chilenas que salen en mi película no se identifican con ella porque les parece que responde demasiado al modelo estético de las revistas de moda: blanca, mona, estilizada, muy “europea”. También era un problema para muchos estudiantes su militancia en el PC, que tiene un modelo político tan conservador.
En España, es sorprendente que los medios de comunicación, con la fuerza que tienen para producir realidad, no pudiesen construir ninguna figura tan central de referencia, ¿no?
Cecilia Barriga: No pudieron fabricarla. No se quiso, no se consintió y no pasó. Estaban histéricos con eso. Y esa ausencia de líderes tiene que ver tal vez con una de las sensaciones más interesantes que yo tuve durante el 15M. Una impresión muy fuerte de navegar a la deriva, tanta gente distinta en el mismo barco. La sensación de que nos podíamos ahogar, de que eso se podía caer en cualquier momento, no por la policía sino por nosotros mismos. Cada día en Sol era una conquista, todo dependía de nosotros.
Qué difícil buscar los rasgos comunes entre situaciones tan diferentes y también los rasgos nuevos de estos movimientos con respecto a otros anteriores, porque muchas de las características que comentamos ya están presentes en movimientos del pasado.
Cecilia Barriga: Para mí, el cambio no suprime el pasado, sino que más bien permite una reconexión. Creo que las movilizaciones estudiantiles en Chile reconectan con el periodo de la Unidad Popular de Allende, que estaba medio embalsamado por la Concertación, pero lo hacen desde un lugar nuevo. Aquí pasa tal vez algo parecido con la transición. En la plaza yo veía viejos republicanos, activistas feministas de los 70, gente de toda la vida diciendo “ha vuelto a suceder” e identificándose muy felices con los hijos o los nietos. Cuando hablo de novedad, no me refiero a una ruptura radical y desmemoriada, sino a la aparición de otra mirada, también sobre el pasado.
2- Mirar desde lo que enamora
Vamos a dar un giro a la entrevista, si te parece, centrándonos más en la dimensión cinematográfica. ¿Eres la única directora que ha retratado el 15M?
Cecilia Barriga: No sé si soy la única directora que he rodado el 15M, pero sé que en Sol vi muchas menos chicas filmando que en Nueva York por ejemplo. Y en ninguno de los festivales en los que he estado presentando la película he coincidido con una directora, no sé…
¿Dirías que hay una mirada de género en el documental?
Cecilia Barriga: Esas expresiones son tan institucionales, tan de la tecnocracia del género, que me cargan. Yo no me defino así. Diría que mi mirada es muy de la cercanía y de la proximidad. Yo estoy muy enamorada del 15M, enamorada de todo lo que vi. En ese estado de pasión fluye la construcción. Miré lo que me enamoraba. Y a mí no me enamora el género, sino la gente interesante. Miro a las mujeres, sí, pero me interesan todos los cuerpos.
Esa mirada desde lo que enamora no es la más corriente, me parece.
Cecilia Barriga: Con más generosidad y menos ignorancia por parte de los grandes medios, poniendo sus recursos al servicio de la historia, se podían haber hecho miles de películas maravillosas sobre el 15M. Pero a nivel informativo, el interés se redujo mucho a “contra quién están”, “a quién benefician”, en lugar de entrar a mirar la ciudadela, esa maravillosa construcción de supervivencia, la vitalidad del que resiste.
A la hora de filmar, tomas decisiones muy diferentes en Madrid, Nueva York y Santiago. En Madrid y Nueva York filmas la plaza, las asambleas, los procesos de discusión y pensamiento colectivo. En Santiago persigues o construyes personajes. ¿Cómo se explica la diferencia?
Cecilia Barriga: Es una crítica que se me hace: formalmente la película da un giro. Nos metemos en la intimidad de los sujetos, hay personajes. Chile es otra película, pero también es lo que yo me topé al llegar allí. Ya no encontré lo colectivo tan armado, sino el punto final de la ocupación de los colegios por los chicos que había durado meses. Era un momento de altísima intensidad a nivel emocional: se preguntaban cómo seguir. La película arranca con la gran eclosión colectiva del 15M y aterriza finalmente en las vidas de los adolescentes chilenos sacudidas por la experiencia de politización. Pero no fue premeditado, es lo que yo encontré.
En Madrid no se ve quizá tanto a las personas, son más como actores actuando en una platea, sin embargo en Chile entras en las vidas, en lo que le ha pasado a cada uno.
Cecilia Barriga: Pero detrás de cada una de las personas que hablan en las asambleas de Sol hay algo muy grande. Cuando por ejemplo aparece un hombre mayor que dice que él es un decepcionado de la democracia y de los partidos, que pensaba que “habían castrado a los jóvenes pero ahora se da cuenta de que sólo les habían puesto preservativo”, ese hombre dice muchas cosas, sólo con su proxémica. ¿De dónde viene, dónde ha estado, qué le ha pasado en la vida? O aquella mujer polaca que toma la palabra para decir: “os deseo la misma suerte que tuvimos nosotros para tumbar el comunismo”.
Está muy bien que recojas ese momento, porque muestra que era un acontecimiento tan abierto que cada cual lo veía desde el lugar de donde venía…
Cecilia Barriga: Es que el 15M no tenía nada de comunista, si por comunismo se entiende lo que yo he conocido de pequeña…
Aunque se podría rebautizar perfectamente como comunista, en el sentido de que había una grandísima preocupación por lo común…
Cecilia Barriga: Pero ya no ese comunismo estalinista, autoritario, de aparato.
Por supuesto, por supuesto…
3- Lo político en el cine
Hay una pregunta que sobrevuela lo que decías antes de que la televisión se acerca a un acontecimiento como el 15M sin mirarlo, atendiendo sólo a su impacto en lo que se considera como más importante: la coyuntura, las peleas entre los partidos, el poder, etc. ¿Qué es para ti grabar, contar o documentar una experiencia política? ¿Dirías que ese es el oficio de la película?
Cecilia Barriga: Esa pregunta me pone en un compromiso que me cuesta asumir. En toda mi trayectoria no he hecho nada que no sea político y, a la vez, nunca he tenido la intención de hacer algo político. Es decir, para mí, la existencia es política. No sé… Os devuelvo la pregunta: ¿qué veis vosotros de político en esta película?
Creo que lo político estaría en la mirada, en lo que seleccionas para ver y mostrar, no buscas a los personajes más conocidos, los discursos más articulados, las peleas con la policía, lo más fácil, lo más obvio…
Cecilia Barriga: Es política porque yo soy un sujeto en la película, podría decir. No soy instrumento de una agencia o de un medio de comunicación que mira lo que le dicen que tiene que mirar. Yo estoy ahí dentro y me pregunto qué sucede y qué contar. Hay un cine que es claramente político, como La batalla de Chile por ejemplo. Pero creo que cualquier película que construya con la necesidad de reflejar unas circunstancias y dar un testimonio humano, es política. No sé, no me veo con la capacidad de dar una teoría sobre esto.
A lo mejor lo que pasa es que ves que ocurre una experiencia política fuerte en esas tres ciudades y tomas decisiones para rodar esa experiencia. En Sol decides dar cuenta de la palabra compartida, en Chile te esfuerzas por contar los cambios vitales de los chicos, etc. El acontecimiento se puede contar de mil maneras, lo político estaría en esas decisiones sobre qué contar. Tú das cuenta de los cuerpos, das cuenta de las tareas de reproducción de la vida en los campamentos, no como algo pintoresco sino esencial, registras las apariciones de la felicidad y las emociones, la importancia de la subjetividad y los cuidados… Sacas por ejemplo a los que se preocupaban de echar agua a los demás durante las asambleas en Sol para aguantar el calor… Todos esos detalles tan tiernos son muy políticos, me parece.
Cecilia Barriga: Ni lo pienso, visualmente tienen tanta fuerza… En esa escena de los que echaban agua me gustaba la sensación de atmósfera, la imagen te lleva a la textura, a la temperatura… O por ejemplo, esa chica que está como muy colgada, que lleva un vasito reciclado en el cuello y dice en asamblea: “tenemos que organizarnos para quedarnos aquí hasta que venga el último de los que faltan”. Y mucha gente responde que sí ¡porque quiere quedarse allí toda la vida! Es una reflexión tan básica, tan importante para entender lo que estaba pasando en Sol, cómo se pensaba… Pero uno no construye con tanta predeterminación, ni siquiera en el montaje, hay algo muy poco racional ahí, muy emocional, muy instintivo.
Godard decía que “no se trata de hacer cine político, sino de hacer cine políticamente”. Lo político no sería el tema, sino una forma de hacer. ¿Esa frase tiene algún sentido para ti? Y en ese caso, ¿qué sería hacer cine ‘políticamente’?
Cecilia Barriga: Quizá estemos hablando de una experiencia de compromiso. Lo político es lo que te compromete a algo. Lo inevitable, en el sentido existencial, lo que no puede ser de otra manera. Yo no puedo evitar filmar. Y hay cosas que veo y cosas que no: no veo que haya siete camiones descargando mercancía en El Corte Inglés aunque pase al lado, por ejemplo. Hice la película que necesitaba hacer. Hubiese sido terrible para mí no haber estado en Madrid o haber estado rodando otra cosa de la que no hubiera podido despegarme, por eso elijo no atarme a la maquinaria de producción industrial que te quita libertad. Prefiero estar disponible para filmar lo que necesito filmar, con libertad para hacer lo que necesito hacer.
¿Por eso tu película ha llegado la última? Porque has trabajado sola, con cuidado, con cariño…
Cecilia Barriga: No sé si esa es la razón, pero desde luego me he tragado el proceso íntegro. Con pocos recursos pero tomándome mucho tiempo para mirar… En este proceso he sido una gran mirona: era mirar, mirar, mirar. Mirar tanto… Me enamoraban los sombreros, los apaños contra el calor, las caras y los gestos, la coreografía espontánea de los paraguas… Quise enfrentarme a la realidad al desnudo, lo que llaman en cine el ‘despojamiento’. El despojamiento del artificio del cine. Yo no tenía más artificio que la captura día a día, minuto a minuto y segundo a segundo de lo que veía.
4- Una memoria activa del 15M
Dos preguntas distintas, cambiando un poco de tema. ¿Para qué sirve un documental como el tuyo, si es que tiene que servir para algo? ¿Y dónde encontrarías hoy el rastro de todo lo que aparece en tu película?
Cecilia Barriga: Me parece importante que haya material que muestre lo que sucedió, aunque cada cual lo interprete luego como quiera. No me fío de los historiadores, de los sociólogos, de lo que programan los comisarios en los festivales, ¡ni siquiera de mis propios recuerdos! El documental es un dispositivo de memoria. Una memoria casi médica: si pisas con el tobillo así, te lo puedes torcer. Esto sucedió, no es mentira. Que ningún filtro de poder decida lo que fue la historia. Todo el material posible tiene que estar disponible para cualquiera.
¿Hace falta ya memoria del 15M, tan pocos años después?
Cecilia Barriga: Claro, al mes siguiente ya hacía falta. Sí, mucha, urgente. Ahora está la expectativa de la participación en las instituciones, de centrar las cosas y llegar al poder. Y puede ser que por esa expectativa de acceder al poder haya necesidad de olvidar que el compromiso del 15M fue otro: que haya pensamiento y participación, el protagonismo de la gente cualquiera, la irreverencia con el poder, etc. Creo que el 15M no va a convenir recordarlo, porque es el momento en que decimos que no nos creemos el poder.
Pero se puede decir que las cosas evolucionan, que no vamos a estar clavados siempre en ese primer momento. ¿Qué función tendría entonces recordar las plazas?
Cecilia Barriga: Precisamente ayudar a evolucionar. Las cosas evolucionan en tanto que das pasos hacia adelante, no hacia atrás. Hay que recordar siempre lo esencial, no darlo nunca por superado. Las mujeres sabemos muy bien el significado de esto, porque de pronto se llega al poder y ya no es prioritario el aborto, etc.
Yo entiendo a los que dicen ahora que hay que estar en el poder, y lo comparto. Pero hay que ser coherentes, estar sí pero no de la misma manera. Eso pasa por una evaluación constante y el 15M es una medida muy importante en esa evaluación. Entre todos tendremos que recordar, a Podemos, a Ganemos, etc., por dónde hemos querido y no hemos querido ir. El sentido que tiene todo esto que empezamos en 2011. Recordar el 15M no es nada nostálgico, sino algo muy práctico.
Yo siento que en tu documental hay una fuerza sensible muy alta, porque te pone en contacto con una verdad. Ese es el impacto de las caras, el impacto de las palabras, esas palabras anchas, desautorizadas y de cualquiera que eran las propias del 15M. Ver el documental, pasearte por sus imágenes, te recoloca, te pone a prueba. En qué sentido hay o no hay fidelidad a todo aquello en lo que uno hace a día de hoy…
Cecilia Barriga: Me preguntabais también donde veo hoy el rastro. Creo que el rastro es la posibilidad de la autoorganización, la posibilidad de que nos podemos organizar entre nosotros para hacernos cargo de la vida y de las cosas. Durante un tiempo nos vamos a quedar con eso, ese hábito no se pierde así como así. Esa posibilidad latente es una amenaza también para los poderes: no se puede pasar tanto de la gente.
¿Y no te da la sensación de que hay también una sensación de fracaso asociada al 15M, la impresión de que “a fin de cuentas no se logro nada tangible o material”, etc.?
Cecilia Barriga: Yo la palabra fracaso la he recibido sobre todo de gente que trabajó muy poco en el 15M. La gente que quiso soluciones muy rápido. Sin embargo, quien hizo un proceso más profundo construyendo otras cosas -como por ejemplo la PAH- no habla de fracaso.
En todo caso, la aparición de Podemos ha cambiado mucho la percepción. En los pases de la película se hablaba mucho de fracaso antes de la aparición de Podemos, pero mucho menos ahora. Para mí, el fenómeno Podemos expresa una necesidad urgente de respiración. En 2011, 2012 y 2013 se luchó mucho en la calle, pero el muro del poder no dejaba huecos para respirar. Ahora la necesidad de ilusión es tan grande que mucha gente se va a meter en Podemos con los ojos cerrados y eso no puede ser. Necesitamos referencias y el recuerdo activo del 15M es una referencia muy importante, una medida, como decíamos antes.
Me viene, al hilo de lo que dices, una discusión en Sol durante aquellos días: alguien que pasaba por ahí hablaba de lo cutre y asquerosas que le parecían las “chabolas” del campamento y otra persona respondía: “al revés, son lo más bonito del mundo, esas lonas”. Es una imagen objetiva, pero se podía ver ahí algo maravilloso o repugnante. Es una decisión, un punto de vista.
Cecilia Barriga: Hay una escena que recoge un día que hubo mucho viento en Sol. Yo recuerdo pasearme por el campamento entonces, parecía que todo iba a volar con ese viento increíble y yo me decía: “qué maravilla esa metáfora, vamos a volar. No se cuándo, no sé quiénes pero de aquí va a salir un cambio”. El 15M ha cambiado la vida de mucha gente, no sólo gente joven.
Quien siente un fracaso es porque tiene mucha prisa, dices. El documental empieza con una frase: “sólo necesitamos tiempo”. ¿Qué querías decir al escogerla como arranque?
Cecilia Barriga: Que necesitamos tiempo para aprender. En un proceso de cambio real tiene que haber genética política, es decir, que el cambio trascienda a una generación, que se pose en nuestros cuerpos y mentes, que haya herencias. Lo que se construye desde ahí no es tan fácil de destruir. Este documental quiere ser una aportación a eso.