Un frío oficio firmado por el responsable de dirección administrativo-financiera del Ministerio de Inclusión Económica y Social –MIES llegó a la casa donde, desde 1991, funciona la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador-CONAIE. En el se les notifica que el comodato por el cual se les había entregado la casa, se daba por concluido. La razón “porque no está prestando un servicio público” y porque el MIES requiere el inmueble para instalar un centro de tratamiento para jóvenes con problemas de adicción.
Desconcertante, por decir lo menos. La CONAIE es la organización histórica de los pueblos indígenas del Ecuador. Sin la CONAIE, los levantamientos indígenas de inicios de los 90, en el marco de los 500 años de resistencia, no hubieran sido posibles. Sin la CONAIE la sociedad ecuatoriana habría continuado mirando hacia otro lado y tratando de ignorar su historia indígena tan profundamente parte de la identidad de este país, presente en el lenguaje, en la comida, en las tradiciones así el racismo y la discriminación pretendan negarlo. Sin la CONAIE, la lucha contra el ALCA, esa que nos unió con fuerza años atrás, tampoco hubiera sido posible. Sin la CONAIE, todos los presidentes que el pueblo ecuatoriano sacó del Palacio de Carondelet, harto de corrupción y exigiendo derechos, justicia, igualdad… no hubieran salido. Sin la CONAIE presente en la historia del Ecuador de los últimos más de veinte años, no hubiera sido posible, tal vez, la Revolución Ciudadana. Esa es la CONAIE. Y nadie que conozca el Ecuador puede negarlo.
El argumento sobre la necesidad de un lugar para el tratamiento de adolescentes y jóvenes con problemas de adicción es también y al menos, desconcertante. El ente responsable de la inclusión de todos los sectores excluidos de la sociedad necesita para incluir a unos, excluir a otros. Cierto que los niños, niñas y adolescentes son absoluta prioridad, que el interés de los niños, niñas y adolescentes es superior a cualquier otro pero… con seguridad en Quito hay no solo más lugares, sino mucho más apropiados que la casa que ocupa la CONAIE para cumplir con la finalidad mencionada. Es inevitable desconcertarse y, con toda sinceridad, dudar del argumento.
Cabe pensar que el argumento que se esgrime y el procedimiento elegido son apenas un camino administrativo para concretar una decisión política. ¿Quién la tomó? ¿Qué se busca? ¿Cuál es la verdadera razón para tomar tal decisión? ¿A qué costo político, simbólico, histórico? ¿Por qué desalojarla?
Es cierto que la CONAIE se ha equivocado más de una vez en las decisiones que ha tomado. Sí. Y es cierto que se han dividido y que han actuado contradictoriamente en algunos momentos de su historia. También. Y es cierto que en el seno de la CONAIE ha habido líderes que han jugado a favor de fuerzas de la derecha, que nada tienen que ver con el ADN de la CONAIE, con sus gestas y sus luchas más profundas. Cierto también. Y por supuesto son ciertas y de todos conocidas las diferencias y posiciones encontradas entre la CONAIE y el gobierno de la Revolución Ciudadana. Y también es obvio el modo en el que esas diferencias han sido aprovechadas por los grandes medios y por sectores de derecha que ahora resultan defensores de los pueblos indígenas. En fin… ¿qué organización a lo largo de su historia no ha vivido contradicciones, traiciones, deslealtades épocas confusas, manipulaciones? ¿Conoce alguien alguna? Entonces, ¿por qué desalojarla?
Que nunca antes como en este período de la historia del Ecuador los pueblos indígenas habían contado con más oportunidades, mejores servicios de salud, de educación, y en general, mejores condiciones de vida. Es cierto. Que la CONAIE no es la única organización indígena en el Ecuador. También es cierto. La cuestión es que ninguno de estos dos argumentos responde a la pregunta ¿por qué desalojarla?
La historia que Ecuador ha escrito con la CONAIE como uno de su protagonistas no se puede borrar, no se puede desconocer. Que en este momento de la historia las diferencias entre esa organización y el gobierno progresista de Rafael Correa parezcan irreconciliables, tampoco se puede desconocer. Pero la historia avanza, cambia, evoluciona, es dinámica. Y en la danza de la historia del Ecuador, la que pasó y la que vendrá, la CONAIE no podrá ser desalojada.
Esta decisión solo da más argumentos a quienes jamás han defendido los derechos de los pueblos indígenas y ahora los sacan en sus primeras planas y más oportunidades a quienes buscan la desestabilización.
La medida puede revertirse, se puede dar marcha atrás y allanar el camino para avanzar en la dirección evolutiva y no violenta que el Ecuador se merece y que el Sumak Kawsay exige.