Por Javier Zorrilla.-
La cumbre mundial más importante sobre el cambio climático se realizó en Lima, Perú, entre el 1 y 12 de diciembre, culminando “exitosamente” según sus organizadores. ¿Pero ésta tuvo realmente éxito? ¿Qué significó la COP20 para el mundo? ¿Puede finalmente conseguirse un desarrollo sustentable que asegure un ambiente saludable para las próximas generaciones? Esta y otras interrogantes son respondidas por el antropólogo Javier Zorrilla Eguren, miembro del Centro de Estudios Humanistas Nueva Civilización, quien analiza la cumbre, sus implicancias y nos abre un nuevo norte.
Pressenza: ¿No es limitado el poder de la COP20, si se piensa que los principales países emisores de gases contaminantes relativizan o no se someten a los acuerdos? ¿De qué cumbre hablamos entonces?
J.Z.: La cumbre ha concluido y le ha dado razón a nuestra posición expuesta claramente en el pronunciamiento del Centro Mundial de Estudios Humanistas. El disenso ha sido más fuerte que el consenso. Se ha burlado el principio de “las responsabilidades comunes, pero diferenciadas”. Los países industrializados sostienen ahora que todos contaminan y no quieren asumir su deuda ambiental de doscientos años de contaminación. Por lo demás, solo se ha llegado a comprometer el diez por ciento del apoyo financiero a los países pobres para su adaptación a un desastre anunciado del cual ellos no son responsables.
Pressenza: ¿Cree que basta la sociedad civil organizada para constituir una alternativa?
J.Z: Bueno, sería estupendo que tuviéramos una sociedad civil organizada. Pero esto es un decir. Lo que tenemos son algunos grupos que se organizan. La tendencia es proponer un cambio de sistema ya, como se vio en el evento paralelo de la Cumbre de los Pueblos. Y esto está bien, pero no alcanza. Me parece que esa propuesta todavía no descansa plenamente sobre un nuevo sentido de la vida, no violento contra el ser humano y su medio ambiente. Ya se anuncia pero todavía no se articula en un movimiento social amplio que permita la convergencia de los que aspiran a un mundo más saludable en todo sentido.
Pressenza: Y en el caso de Perú ¿cómo se refleja está problemática global?
JZ.: En el Perú se han ido atomizando los partidos políticos y el propio movimiento social. Ya no existen esos partidos que representaban antes a sectores de la población con un programa al cual se debían si es que subían al poder. Ahora los políticos, grandes o pequeños, son traidores, lobistas, cuando no narcos que defienden intereses particulares. Nada o poco de programas, solo lemas emotivos y sonrisas para la foto. A lo más, populismo. Las voces más críticas, independientes y racionales hablan de que ya estamos en el sendero de México, pues seguimos el mismo programa capitalista neoliberal global que se le impuso y que su clase dirigente aceptó.
Pressenza: ¿No es una situación desigual? Por un lado, los grupos económicos poderosos comprometen poco para reducir el calentamiento global, pero por otro, se desarrollan iniciativas como la Cumbre de los Pueblos. ¿Hacia dónde va la COP20, si el panorama es así? ¿Una lucha entre David y Goliat?
J.Z.: Pienso que cada nueva COP potencia una opinión pública crítica. La contradicción mayor es que las Naciones Unidas no equivale a una Nación Humana Universal y por lo tanto no está organizada para una gobernabilidad mundial. Los procesos de decisión son muy lentos. El protocolo de Kyoto, se aprobó en 1997, pero recién el 2005 entra en vigor (ocho años después). En el 2009 los Estados lo ratifican, menos USA. Estamos en el 2014 y todavía no se consigue una instancia jurídica que sancione a los países que incumplan las metas o caigan en infracciones. Canadá dejó el protocolo por considerar que no debía pagar la sanción impuesta.
Pressenza: Dentro de este contexto mundial que mencionas, ¿cuál es el papel de la Cumbre de los Pueblos, como evento alternativo a la COP20?
J.Z.: Pienso que la Cumbre de los Pueblos toma lo más progresivo de los planteamientos de las Naciones Unidas y a su vez, los potencia promoviendo un cambio sustantivo del paradigma de desarrollo. Por ejemplo, en esta Cumbre los jóvenes han creado el slogan “Cambiemos el sistema, no el clima”. ¿Qué te están diciendo? Que cuando hagas análisis de la ecología, detecta a los responsable de la contaminación. No lo hagas independientemente de la matriz energética, de la matriz tecnológica, del modelo de desarrollo, o del modo de producción.
Pressenza: Lo que se manifiesta en el Perú es que el calentamiento global ya está acá con los deshielos, los glaciares, la fauna, la flora… Pero ¿cuál sería la solución? ¿Cómo escapar si somos parte de un gran sistema económico contaminante, depredador y explotador?
J.Z.: No creo que haya una solución a corto plazo. Desgraciadamente el poder solo cede ante situaciones extremas. Es triste y trágico que tenga que ocurrir una catástrofe para que recién la conciencia humana se plantee el cambio sustantivo. Además la manipulación psicosocial y la corrupción política pasan por agua tibia la contaminación, sin que la población, ocupada como está en su trabajo, sugestionada por los ensueños de consumo, desinformada, sepa cómo salir adelante.
Pressenza: El Centro de Estudios Humanistas propone una ecología integral, con cambios sustantivos, tecnologías limpias y una economía compatible con el medio ambiente. Es decir, hay soluciones que podrían ser efectivas en el combate al calentamiento global, pero ¿por qué hablan de la necesidad de una nueva espiritualidad?
J.Z.: Se necesita una cultura de la no violencia profundamente interiorizada. Vivimos juntos en la misma casa y tenemos que aprender a construir para todos ese mundo sano, equitativo y feliz que anhelamos. Esto solo puede lograrse con una nueva espiritualidad. Una experiencia personal y trascendente que despierte un gran amor por la naturaleza, por la humanidad, en definitiva por la vida y toda su diversidad. Los grandes cambios no se pueden lograr sin un cambio interno profundo. A esta conversión del sentido de la vida, libre, solidaria, reconciliadora con el mundo, la historia y la propia especie humana es lo que llamamos una nueva espiritualidad.
Pressenza: Ustedes proponen una Nación Humana Universal, pero si hablábamos del calentamiento global y decimos que es un problema económico, ¿cómo lo solucionas con esa propuesta?
J.Z.: Nuestra propuesta tiene una base crítica. Hemos publicado estudios sobre cómo puede ser una nueva economía compatible con el medio ambiente. Nosotros proponemos que es necesaria la multiplicación de iniciativas y formas de propiedad, junto con la privada. Organízate como tú quieras, pero cuando lo hagas asegúrate de que no contamines, asegúrate no estar depredando un recurso que tú no puedas recuperar y asegúrate de estar restableciendo el equilibrio que se está alterando por tu modo de producir. Y además, redistribuye la riqueza que tú extraes, porque tampoco te pertenece, le pertenece a la humanidad y la produces no solamente tú, sino también tus trabajadores. Tú no puedes destruir algo que las futuras generaciones necesitan. A menos que tú quieras decir que acá no hay nada que respetar, aquí no hay nada que controlar, que acá cada cual puede hacer lo que le dé la gana, porque le parece, quiere y le conviene. Pero si ese es el principio y el poder privado no quiere ser controlado, fiscalizado, si ese es el principio, así, con este capitalismo salvaje y excluyente, estamos llegando al gran desorden mundial.
Pressenza: Con un sistema violento, ¿cuál es el futuro de la humanidad?
J.Z.: La concepción humanista no es mecanicista. Solamente podemos hablar de probabilidades históricas y decimos que cuando hay una gran crisis también hay una gran posibilidad histórica. Esta se presenta como una encrucijada en la que tenemos que pensar y tomar una decisión. Que esta oportunidad sea tomada por la humanidad en este preciso momento histórico está por verse. Rescato la COP20 porque está haciendo patente la magnitud del desastre. Obviamente no se trata de destruir lo bueno logrado por la industria, ni de proponer un cambio violento, pero sí se trata de reconducir los procesos productivos hacia procesos no contaminantes y de lograr una distribución más equitativa e inclusiva de la riqueza.
Pressenza: Luego de haber hecho este diagnóstico de nuestra sociedad, ¿cree que es posible un desarrollo sustentable?
J.Z.: Posible, me parece que sí. Todavía no existe como convicción profunda, pero ya es un ideal compartido. Lo que falta es la voluntad política para su extensión social. Los líderes responsables escasean. Todo está dado menos la condición política. Se opone la minoría extrema que controla al mundo. Pero la actividad social no violenta va aumentando, aunque todavía no alcanza y el cambio que se requiere no está asegurado.
Pressenza: Frente a todo lo expuesto y las condiciones actuales que nos ponen en agenda el calentamiento global ¿cuál es el papel del ciudadano de a pie para concretar un cambio de rumbo?
J.Z.: Yo creo que este ciudadano tiene que liberarse de la resignación y de su propia violencia interna, liberarse del consumismo y de la actitud del todo para mí. Esta postura profundiza la desunión, la desmotivación, la atomización. Esa desestructuración social originada por una suerte de fundamentalismo egoísta es la que se tiene que revertir. Es necesario aprender a trabajar juntos, valorando nuestras diferencias. Es hora de que nos ayudemos. O se interviene ya resueltamente o luego va a ser tarde y más complicado. En una crisis grave no sales adelante con soluciones pequeñas y parciales.
Pressenza: ¿Y cómo se resuelve este problema de la violencia contra el ser humano y su medio ambiente? ¿Acaso no es lo que ha imperado a lo largo de la historia? Muchos creen que forma parte de la naturaleza humana, que el ser humano es violento por naturaleza.
JZ.: Ese es el argumento de los que dicen que “acá no se puede cambiar nada sin violencia”. Bueno, pero ya tenemos ejemplo como la de Mahatma Gandhi o Martin Luther King. La violencia es un fracaso por una razón muy simple: la aspiración máxima del ser humano es la felicidad, no el sufrimiento. Y es imposible ser feliz viviendo dentro del sufrimiento generado por la violencia. La evolución humana necesita de nuevas etapas. Entonces ¿damos el salto o no? Por esto, el calentamiento global es interesante, ya que pone al ser humano en situación de reflexionar, aprender y corregir un rumbo equivocado.