Integrante del Colectivo de Varones Antipatriarcales de la Ciudad de Buenos Aires desde sus inicios, Alejandro Aymú se desempeña en el Área de Trabajo y Diversidad Sexual del Ministerio de Trabajo de la Nación y en el Centro Cultural de la Cooperación donde es asistente de comunicación, y forma parte de un espacio centrado en comunicación y géneros. Con él dialogamos sobre los inicios del colectivo, el viaje personal que lleva a cuestionarse la masculinidad hegemónica, y el recorrido común en la construcción de nuevas masculinidades posibles.
Por Sarah Babiker para Comunicar Igualdad
Comunicar Igualdad: Nos gustaría que nos contases brevemente los inicios del Colectivo de Varones Antipatriarcales en la Ciudad de Buenos Aires.
Alejandro Aymú: Varones antipatriarcales surge en la ciudad de La Plata a partir de una experiencia de dos compañeros que venían de distintos recorridos de militancia y al año vienen a hacer un taller a partir del cual se crea el espacio acá en Buenos Aires. De ese grupo inicial el único que quedó fui yo, el resto de compañeros que después formaron parte del Colectivo de Varones se fueron sumando. Es un recorrido que venimos haciendo, sosteniendo un espacio, a veces es difícil poder interpelar a los varones para emprender un camino que cuestione sus privilegios por el solo hecho de ser varón, que pongan en crisis el modelo de masculinidad en el que fueron, fuimos formados como varones y cómo nos constituimos como sujetos sociales.
¿Desde dónde interpelan a los varones? ¿cómo se va ampliando el colectivo?
A.A: La dinámica que nosotros venimos sosteniendo es a través de talleres con una perspectiva de educación popular donde hay una parte que es de ejercicios físicos. Se trata de poner el cuerpo, de problematizar nuestra masculinidad a partir de ejercicios físicos que también tienen que ver con, básicamente, poner en juego el patriarcado que los hombres tenemos sobre nuestro propio cuerpo, cómo nos relacionamos con otros cuerpos de otros varones y poder romper con ese aislamiento que hay entre unos y otros, tratando de interpelarnos desde lo corporal para poder generar nuevos vínculos, nuevos modos de relacionarnos. Y por otro lado hay una parte de reflexión en torno a ejes determinados, nosotros venimos iniciando todos los años con un taller que es sobre masculinidad, qué es ser varón, problematizar ese sujeto masculino varón y después vamos abordando distintos ejes que tiene que ver con las militancias que tenemos hacia afuera del colectivo. Lo que es ser varón, aborto, prostitución o explotación sexual, heteronormatividad y micromachismos, son los que venimos trabajando todos los años y a partir de los cuales muchos compañeros se han ido acercando.
La segunda parte de este año hemos iniciado por primera vez un ciclo de formación teórica que la llamamos jornadas de lectura y debate donde abordamos los siguientes ejes, masculinidad, organizaciones de varones y feminismos – a ver si los varones podemos ser feministas – aborto, prostitución, identidades trans, el cuerpo como un territorio político. Lo hicimos con un grupo de compañeros y compañeras de militancia que forman parte de distintos espacios, no es un espacio académico, si bien estos compañeros y compañeras sí están insertos en la academia, pero nosotros queríamos abrir y hacer una experiencia no académica porque creíamos que, así como apostamos a un método de educación popular a través de talleres, también nuestra formación tiene que ver con no reproducir el mecanismo que con la academia se reproduce sino con abrir un espacio de reflexión de lectura y de debate.
¿En este sentido sienten que tienen una llegada amplia? ¿Consiguen trascender algunas barreras de formación, socioeconómicas, generacionales?
A.A: Nosotros intentamos trascender primero nuestras propias barreras que tienen que ver con aquellas normatividades que el patriarcado nos ha constituido y nos ha determinado a los varones. Este año hemos iniciado aquí en el colectivo de la Ciudad de Buenos Aires un abordaje a la cuestión trans, por un lado por la emergencia en la agenda mediática pero por otro lado porque todavía sentimos que sigue siendo una deuda de los colectivos de varones el poder abordar estas cuestiones que nos interpelan también en cómo nos constituimos nosotros como sujetos sexuales y cómo también nos relacionamos sexo afectivamente con otras personas. Por otro lado, este colectivo está atravesado por compañeros que vienen de distintos recorridos, hemos tenido compañeros que laburan en el puerto, que laburan en sectores más obreros y fabriles, que no están en la academia, pero es verdad que en la composición social hay una fuerte impronta de clase media, académica o que ha atravesado eso, es el gran desafío de ir por los sectores más populares, al menos nosotros lo intentamos a partir de cómo interpelamos con esta metodología de educación popular, por ejemplo. Por último no hay un factor generacional, sí hay obviamente una mayoría de personas que está por debajo de los 40 años, pero también participan en distintas instancias personas que superan esa edad, hemos tenido compañeros ya jubilados inclusive, docentes que han participado de alguno de los talleres.
¿Qué se moviliza en los varones cuando por primera vez participan de vuestros talleres y se habla de ser un varón antipatriarcal?
A.A: Se moviliza en primer lugar una cuestión personal e íntima que tiene que ver con cómo nos constituimos como varones, revisando nuestras prácticas cotidianas pero también aquellas que nos llevaron a ser lo que somos hoy, ponerlas en crisis, criticar ese modelo de masculinidad hegemónica en el cual nos hemos formado y nos han formado y en el relacionamiento con el cuerpo, cómo habitamos el cuerpo que tenemos, siempre poniendo en crisis ese cuerpo masculino y hegemónico que tenemos, y en ese sentido el abordaje de la cuestión trans es fundamental para poder poner en crisis este cuerpo hegemónico, “sisexual” que habitamos. En ese sentido, nosotros desde el ámbito militante nos paramos críticamente sobre todo cuando nos sentimos y pensamos cómo nos relacionamos con las sexualidades disidentes, cómo nos relacionamos con las agrupaciones de mujeres. Y también cómo nos relacionamos con otros varones. Ahí hay una cosa fundamental que tiene que ver con el patriarcado sobre nuestro propio cuerpo, el no poder conectarnos con otro varón de un modo más amoroso.
Porque, ¿cómo repercute el patriarcado en los varones?
A.A: Nos educan para ser un macho hegemónico, para ser un varón fuerte, para ser heterosexual. La heterosexualidad es un régimen político, nadie lo elige, sin embargo nos constituimos, nos constituye el patriarcado a partir de un objeto heterosexual que después podemos revertirlo o no, pero el gran desafío es poner en crisis este régimen político que tiene que ver con la heterosexualidad obligatoria. El patriarcado nos determina en el modo de relacionarnos nosotros como varones, en el modo en que los varones tenemos homofobias propias que se viven en nuestros propios cuerpos, por ejemplo, es muy notable que en los ejercicios físicos que hacemos en los talleres hay uno que tiene que ver con armar una ronda y uno le hace un masaje al compañero de adelante y recibe masaje del compañero de atrás, por ahí los compañeros que empiezan a hacer este recorrido no bajan de los hombros, se concentran en un lugar por temor a pensar que si nos estamos tocando de más o no, algo que las mujeres no sé si tienen, porque vemos que las compañeras no tienen ningún drama en darse un beso, en tener expresiones sexoafectivas mucho más cálidas desde el amor, y que los varones tenemos una gran dificultad para poder abordarnos desde ese lugar.
¿Cuáles son los avances? ¿Y las principales resistencias que enfrentan?
A.A: Sin ninguna duda estamos ganando muchos espacios, por ejemplo en aquellas tensiones que pueden surgir con el Estado, pero también con las tensiones que pueden surgir en los medios hegemónicos. Por lo general hemos tenido un mayor acompañamiento en los medios alternativos, han sido los que se han sensibilizado, porque nosotros formamos parte del campo popular del cual ellos también forman parte, así que son medios compañeros por decirlo de alguna manera. A veces los medios hegemónicos hacen las lecturas que les quedan cómodas respecto a esta situación de surgimiento de colectivos de varones que nos organizamos para problematizar y deconstruir nuestra masculinidad hegemónica. Las reacciones negativas son evidentes en la medida en la que uno, como espacio colectivo, aparece para socavar las piedras fundamentales del patriarcado, pero también cuando logramos instalar en agenda distintos temas que tienen que ver con nuestras militancias y por supuesto, están todas aquellas resistencias que tiene una sociedad donde el machismo está muy arraigado tanto en varones como en mujeres y también en muchas personas que forman parte de la disidencia sexual. En realidad el gran desafío es la conquista de poner en crisis nuestra masculinidad, la masculinidad que cada uno lleva encima en su cuerpo, en su pensamiento, en su concepción como sujeto. Es un proceso individual pero que lo hacemos en forma colectiva, esto lo que nos permite es estar contenidos en el espacio. La producción colectiva puede ser mucho más lenta de lo que uno espera pero es una construcción que nos contiene en el camino porque el recorrido individual es absolutamente personal, íntimo en función de la propia historia de cada uno. No puede ir uno sin el otro.