A veces es necesario retirarse y entrar
Retirarse de aquello que ocupa nuestra mente, retirarse del problema, de la expectativa, de la solución que no llega, de la respuesta no dada, retirarse del dolor, retirarse. Silenciar la mente, las imágenes, las palabras…
Así les ordeno que queden mudas por un tiempo, después de recordarles lo valiosas que son y llegar a un acuerdo con ellas: “En este momento no, en este momento, Silencio! Guardar silencio, por favor”.
Dejemos que hable el corazón. Dejémosle que se exprese, que nos cuente, que nos acune… Asi, silenciando las palabras, pongo atención y escucho, allí al fondo, algo que se parece a un latido. El sonido que llega, cada vez mas cerca, cada vez mas claro.
Es mi corazón que se acerca, que sube, que viene a mi. Al principio temeroso, un poco incrédulo: “pero si, si –dice jubiloso-, no estoy soñando, me están llamando, es a mi!”.
El latido se hace cada vez mas claro, su paso cada vez mas seguro, mas firme, mas amplio… Como una pequeña semilla que fuese creciendo a lo ancho y a lo largo, se va expandiendo cada vez mas y mas. Dejo que se amplíe, que el sonido se haga redondo, expansivo, cada vez mas grande, desde el corazón hasta los límites de mi cuerpo, hasta traspasarlo, inundándome e inundando.
A veces es necesario retirarse y entrar, para llenarse de calma, de bienestar, para nutrirse y recuperar las fuerzas. Para recordar quien es uno, para preguntarse hacia donde voy, para sentirse, para recordarse.
Al salir abro los ojos. Me acompaña una gran serenidad y un corazón renovado, suave, mas alegre. Fuera siguen los problemas, mas yo no sigo igual. Traigo una mirada serena que comprende, que sabe, que no tiene dudas, que puede reflexionar y elegir la mejor respuesta a dar.
A veces es necesario retirarse y entrar, acaso solo sea para saludar, para dar los buenos días, para agradecer, para pedir… para recordar, para no olvidar Aquello que siempre estuvo, que siempre estará.
Antonia Utrera