El libro sobre «El Caso Penitenciarías de Mendoza y el Sistema Interamericano», del abogado pablo Salinas detalla las presentaciones y recorridos realizados tras el motín del penal de Boulogne Sur Mer, en Mendoza. Allí los habeas corpus colectivos dieron origen a un proceso que llegó hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y permitió varias mejoras en el sistema.
Por Pablo Waisberg para Infojus
El motín del penal mendocino de Boulogne Sur Mer provocó un quiebre. Duró tres días, entre el viernes 3 y el domingo 5 de marzo de 2000, y volvió a poner sobre la mesa el “problema penitenciario”, como lo define Pablo Salinas, uno de los abogados que llevó ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) la denuncia sobre las violaciones a los derechos de los detenidos. Ese listado de incumplimientos a los derechos a la educación, salud e higiene estaban en la base de la revuelta terminó por generar cambios institucionales en Mendoza y en Latinoamérica: se creó la figura del Procurador Penitenciario mendocino y el organismo internacional elaboró un manual de buenas prácticas sobre las personas privadas de libertad. Todo ese proceso está relatado en «El Caso Penitenciarías de Mendoza y el Sistema Interamericano».
Sin embargo, la resolución del “problema carcelario” –como lo define Salinas- no es simple porque está apoyado en su propia historia. “Para poder entender la violencia institucional que se ejerce sobre las personas que se encuentran en tal condición debemos referirnos a lo sucedido en los centros clandestinos de la dictadura para establecer luego que esos mismos lugares se transformaron en centros de detención de la democracia, sin que existieran grandes cambios. Esta historia institucional, que pretende ser cegada y ocultada, es la que tenemos que relacionar para avanzar en un cambio total del modelo institucional de las cárceles”, señaló al inicio del libro.
El motín estalló en la noche del viernes 3 de marzo, hace catorce años, cuando todos se preparaban para la Fiesta de la Vendima por eso pasó la historia como el “Motín vendimial”. Para esa fecha sumaba 95 años de existencia y alojaba más mil presos aunque había sido construida para encerrar a 500 personas. Ese fue el caldo de cultivo en el que diez presos tomaron veinte personas de rehenes –ocho guardias y doce civiles- e iniciaron la revuelta. El objetivo final era fugarse.
Rápidamente la revuelta se extendió por el penal y los detenidos lo tomaron durante los siguientes tres días. Durante las negociaciones del sábado comenzaron a liberar rehenes y finalmente terminaron cediendo y liberaron a todos. La recuperación del penal fue sin muertos, eso llegó después: dos de los líderes fueron muertos en el mismo penal mendocino y otros dos en la cárcel de Rawson, Chubut; y en el penal de Ezeiza.
“En este libro, que fue mi tesis de maestría, relatamos el camino de lucha jurídica de un grupo de abogados por mejorar las condiciones de la cárcel de Mendoza, que debería cerrarse. Pero no sólo que no ocurrió sino que sigue creciendo su población y hoy está cerca de los 3.900 internos. A ese penal hay que sumarle otro más, el de Almafuerte, en Cacheuta (en el oeste mendocino), donde hay unos 1.700 detenidos”, dijo Salinas a Infojus Noticia
Después del motín, Salinas presentó el “habeas corpus colectivo y medidas de constatación de la situación de las cárceles. También varios recursos judiciales que fueron apelados porque los iban rechazando en las instancias inferiores”. Así comenzó el reclamo que llegó a la CIDH y dejó establecido un mecanismo para resolver este tipo de situaciones. Y eso le dio la posibilidad de “plantear ante la CIDH cómo deben ser tratadas las personas privadas de su libertad”, señaló.
En el trabajo de Salinas, que publicó Editores del Puerto, se recoge el proceso que permitió varios cambios. La intervención del sistema interamericano llegó recién entre 2007 y 2008 y eso permitió “disminuir las muertes violentas” en los penales mendocinos y una “mejora de las condiciones sanitarias y de higiene”, detalló el abogado en las conclusiones del trabajo.
“Estos son algunos logros pero faltan otros tantos, sólo será posible abolir la prisión cuando logremos derribar el modelo existente y suplantarlo por otro más humano”, concluyó Salinas.