El pueblo, sobre todo los jóvenes, quiere que cambien las caras de los políticos que gobiernan desde que tienen memoria.
El hasta ahora presidente, Blaise Compaoré, llevaba 27 años en el poder a pesar de que, según la ley, los mandatos pueden durar como máximo 10.
Burkina Faso es uno de los países más pobres del mundo, ocupa el puesto 181 de 187 en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU.
Por María Rodríguez para Desalambre
En la tierra de los hombres íntegros, significado de las palabras Burkina Faso en dos de sus lenguas locales mayoritarias, han rezumado esta semana las voces de muchos burkineses. “Blaise lárgate”, “Artículo 37 intocable”, “Blaise Compaoré es nuestro peor ébola”, gritaban con determinación en las calles de la capital. Exigían la dimisión de su presidente, perpetuado en el poder desde 1987. Trataba de modificar la ley para quedarse, y fracasó. El 31 de octubre las calles celebraban con júbilo su triunfo: Blaise Compaoré anunciaba su dimisión.
Desde que el pasado 21 de octubre el Consejo de ministros, en una reunión extraordinaria, tomara la decisión de que se votaría en el parlamento burkinés un proyecto de ley para modificar la Constitución y, de este modo, el presidente pudiera mantenerse en el poder, los burkineses comenzaron a salir a las calles de Uagadugú, la capital. Primero fueron manifestaciones aisladas y pequeñas barricadas que cortaban las carreteras. El descontento estaba en el aire. El 28 de octubre miles de burkineses salieron, invitados por la oposición, a una jornada de protesta y desobediencia civil.
Perpetuación en el poder: ¿cómo lo hizo?
Según dicta el artículo 37 de la Constitución, “el presidente de Faso es elegido para cinco años por sufragio universal directo, igual y secreto. Es reelegido una vez”. Según este artículo, Compaoré sólo debería haber permanecido en el poder diez años, pero consiguió persistir durante 27 años.
¿Cómo lo hizo? Desde que Blaise Compaoré obtuviera el poder por la fuerza en 1987 y hasta 1991, dirigió el país a través de un régimen militar. El 2 de junio de 1991 se adoptó por referéndum la Constitución que hasta el pasado 31 de octubre -cuando fue disuelta por el ejército- ha sido la ley fundamental de los burkineses. La norma constituyó una república presidencial multipartidista, cuyo presidente podría mantenerse en el poder durante dos mandatos de siete años cada uno. El 1 de diciembre de aquel año se celebraron elecciones, pero la oposición boicoteó los comicios. No participó. Blaise Compaoré obtuvo el 100% de los votos. La población burkinesa, a su manera, mostró su rechazo por estos comicios: solo participó el 27,3%.
Las próximas elecciones tendrían lugar siete años más tarde, en 1998. Compaoré vencería con el 87,52% de los votos. Esos deberían haber sido los últimos comicios a los que podría haberse presentado Compaoré, pero tampoco lo fueron.
Paro, pobreza, y crímenes impunes
El pueblo, sobre todo los jóvenes, quiere que cambien las caras de los políticos que los gobiernan desde que tienen memoria. La mayoría de la población de Burkina Faso tiene menos de 30 años y el paro es muy elevado. Es también uno de los países más pobres del mundo, ocupa el puesto 181 de 187 en el Índice de Desarrollo Humano (IDH), un indicador social estadístico que tiene en cuenta vida larga y saludable, educación y nivel de vida digno.
A ello se suman los crímenes impunes. Los más conocidos: el periodista Norbert Zongo, asesinado en diciembre de 1998 mientras investigaba la muerte del chófer de François Compaoré, el hermano del presidente; y la muerte del ‘Che Guevara africano’, Thomas Sankara, asesinado durante el golpe de estado del hasta ahora presidente. A día de hoy su muerte sigue sin esclarecerse y las investigaciones solicitadas por su familia son paralizadas.
El anuncio de llevar a cabo un proyecto de ley para revisar la Constitución fue la gota que colmó la paciencia del pueblo burkinés. Un nuevo tiempo de cambios comienza para este país.
El fin de una era
Y llegó el día de la votación de la reforma constitucional. Ningún diputado fiel a Compaoré podía faltar. Dos noches antes, quienes se hospedaban o bien tomaban un tentempié en el Hotel Azalaï Independance, el más próximo al hemiciclo, pudieron ser testigos de cómo algunos de los diputados de la mayoría presidencial decidieron alojarse allí. La cita era obligatoria. Sin embargo, la votación del proyecto de ley nunca tuvo lugar.
30 de octubre. Ocho de la mañana. En torno a la Asamblea Nacional se dibuja un cordón policial y militar para impedir el paso a los manifestantes que ya se aglomeran en los puntos de acceso. Las fuerzas de seguridad los dispersa con gases lacrimógenos. Todo parece estar bajo control pero, una hora más tarde, la situación cambia.
Imagen de la del pasado jueves en Uagadugú, Burkina Faso.
Las fuerzas del orden comienzan a retirarse y permiten la acción de los manifestantes. Es entonces cuando quien rodea el parlamento no es la policía sino los burkineses contrarios a la votación que perpetuaría a Compaoré en el poder. Poco después vuelan piedras contra el parlamento. Minutos más tarde, una gran humareda surge del edificio. El hemiciclo había sido incendiado. A lo largo de estos días, los disturbios causaron más de cien heridos y alrededor de 30 muertos.
Compaoré, mediador de la región
Compaoré tiene sus partidarios, aquellos que le atribuyen la estabilidad de la región en la que se encuentra este país. Consideran que su persona es necesaria para mantenerla. El dictador ha ido obteniendo un creciente peso como mediador en diferentes conflictos aunque no ha gozado de imparcialidad. En la crisis de Costa de Marfil de 2010 colaboró con Francia y la comunidad internacional en el ascenso al poder de Alassane Ouattara, actual presidente de Costa de Marfil, adonde ha huído el hasta ahora presidente de Burkina Faso.
Además, desde 2013, Uagadugú ha acogido las negociaciones entre los rebeldes tuareg del norte de Malí, los grupos yihadistas y el Gobierno maliense, para tratar de resolver la última crisis que sufrió este país en 2012. Pero, a pesar de tener partidarios, las calles de Uagadugú se llenaron de manifestantes en contra de la revisión del artículo 37 de la Constitución Burkinesa.
Sankara, más vivo que nunca
Blaise Compaoré llevaba 27 años de poder a sus espaldas. Empezó a sumar el 15 de octubre de 1987. Fue entonces cuando dio un golpe de estado, con ayuda de Francia, para derrocar a su amigo y compañero Thomas Sankara, quien murió aquel día.
El capitán Sankara llegó al poder a través de un pronunciamiento militar anterior, en 1983, con la colaboración de Compaoré. A partir de entonces pondría en marcha una revolución que no dejó indiferente a nadie. No sólo destacaba por su personalidad carismática sino por sus principales objetivos: no pagar la deuda externa, combatir la corrupción, mejorar la educación, la lucha por los derechos de las mujeres, reformas para la agricultura o la nacionalización de las tierras, entre otros. Antes de su muerte, ya había comenzado a trabajar hacia la consecución de estas metas. El discurso antimperialista y panafricanista del capitán Sankara generaba esperanza no sólo en los jóvenes burkineses sino también en todo el continente.
Aquel 15 de octubre de 1987, la revolución del conocido como Che Guevara africano murió con él. Su figura como presidente quedó en la memoria colectiva. Pero, a lo largo de los últimos acontecimientos ocurridos en Burkina Faso, Sankara ha estado más vivo que nunca.