Ayer sábado, 25 de octubre, tuvo lugar una Jornada de Inspiración y Espiritualidad en el Parque de Estudio y Reflexión de Toledo. El encuentro reunió a algo más de 500 amigos que pudieron mostrar y compartir experiencias inspiradoras, cosas que nos conmueven y nos hacen conectar con un nivel de profundidad distinto al cotidiano, en un ámbito diverso, inclusivo y atento.
Fotos: Pepi Muñoz/Juan Carlos Marín/Javier del Barrio
Buses y coches llenaban el camino de polvo en torno a las 11:30 de la mañana. El Parque, acondicionado cuidadosamente los días previos, se mostraba dispuesto a acoger la diversidad humana que había llegado de numerosos barrios, ciudades y hasta países. Con calma y sin apuro, niños y mayores, jóvenes, mujeres, hombres, personas de distintas culturas y sensibilidades, entraron en el recinto.
Cada ámbito del Parque se había destinado a compartir experiencias inspiradoras a través de distintas expresiones y actividades. Talleres con temáticas diversas (el Pedido en distintas culturas; la muerte, un umbral; el arte de inspirarse,…), música, teatro, exposiciones de fotografía, pintura, escultura, objetos realizados en los talleres de la materia, vídeos, ceremonias, trabajo con la arcilla y la producción y conservación del fuego.
“Hay actividades de amigos que muestran sin censura y sin autocensura cosas que tienen sentido para ellos, conectados con la inspiración. Y sobre todo hay espacios para el silencio, para la reflexión, para el contacto entre los amigos y para tomar contacto con uno mismo”, expresó Marisa Gabaldón en la presentación de la jornada junto a Aurora Marquina. “Lo más inspirador de esta jornada es estar juntos compartiendo esa actitud de disponernos a inspirarnos y a tal vez, conectar con algún estado no habitual que tenga significado para uno”.
Una búsqueda había rescatado lo mejor, lo que a uno le conmueve, y lo había convertido en iniciativas que se expresaban con sutilidad y sin tapujos, que mostraban sin ánimo de explicar, sino más bien compartir con otros vivencias fundamentales. Los participantes miraban y tocaban los aportes, viendo de qué modo resonaba en ellos.
Mucha charla, mucho intercambio. Espacios para comer algo y compartir. El sol y una agradable temperatura acompañó el día. La Sala, vacía y abierta a que cada cual pueda hacer sus trabajos y ceremonias. Y mientras ese conjunto humano se desenvolvía con suavidad, el Parque nos fue regalando “algo”.
Durante unas horas, el tiempo “se detuvo”, los ruidos quedaron fuera del recinto y las diferencias lo fueron menos, se diluyeron. Acaso el futuro vino a visitarnos al Parque. Y nos dejó una “pequeña moneda” de lo que será un tesoro, ese que nos espera si seguimos buscando y que el ser humano quiere.