Los actuales diálogos de paz que se vienen dando entre el Gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC han puesto a pensar al país en una posible entrada al post-conflicto y en un nuevo escenario de discusión sobre los alcances que estos acuerdos puedan llegar a tener en el seno de la sociedad civil. Sin embargo, se requieren mayúsculos esfuerzos en materia política, social y económica para enfrentar estos nuevos espacios de transición hacia una paz más estable y duradera en el tiempo.
La posibilidad de un acuerdo político entre ambas partes pone de relieve la necesidad de pensar cómo será la inserción de estos actores armados desmovilizados a la vida civil y en que se van a desempeñar cuando abandonen las armas. Esta es una tarea titánica no solo para el Estado Colombiano, sino también para la sociedad en su conjunto, pues se va a necesitar que las universidades, fundaciones, colegios y empresas públicas y privadas acojan a ex guerrilleros para darles la oportunidad de rehacer sus vidas y aprender un oficio como un camino para reintegrarse a una nueva forma de vida.
En estos escenarios de post-conflicto se dan pasos importantes como el silenciamiento de los fusiles y la posible desintegración de la estructura armada, pero hay que mirar hasta qué punto la sociedad está dispuesta a conceder el perdón y olvido a los integrantes de estos grupos armados que cometieron graves violaciones a los Derechos Humanos como el secuestro, desaparición forzada, tortura y masacres a lo largo de su trayectoria criminal. Lo que no se puede dejar pasar por alto es que la impunidad florezca para los responsables de estos actos delictivos, así como exigir la verdad y justicia para cada una de las víctimas de esta dolorosa guerra.
No obstante, y para generar un clima de confianza para la salida de este conflicto armado, es indispensable crear entre la ciudadanía la cultura de la paz consistente en forjar valores, actitudes y comportamientos que rechacen la violencia como forma de solucionar los problemas. Además, lo que se busca con esta herramienta es que las personas dialoguen y negocien de manera pacífica sus conflictos y rivalidades como una forma de promover la paz en un ambiente de entendimiento mutuo.
Así las cosas, si las FARC deciden desarmarse y optar por la vía democrática de constituirse como partido político se estarían comprometiendo a dejar de utilizar la violencia como método de acción política y se estarían ciñendo a no volver a acudir a las armas como forma de lucha. Sin embargo, una encuesta de la Universidad de los Andes en Colombia en conjunto con el Barómetro de las Américas arrojó como resultado que el 54 por ciento de la gente apoya la salida negociada, pero más del 76 por ciento rechaza que los guerrilleros desmovilizados participen en política y casi la mitad no aceptaría el resultado si uno de ellos gana las elecciones.
El camino de la paz es largo y pedregoso cuando no existe voluntad política para abordar de la mejor manera la salida al actual conflicto que se vive. Pero más allá de las trabas y los problemas que se den en el camino, persiste el interés de muchos sectores en Colombia de llegar a un acuerdo justo y equilibrado en el cual el valor de la paz se convierta en el máximo valor por el cual es posible luchar.