El papel contradictorio de Europa en el conflicto de Ucrania y la evolución de la cultura de la no violencia en Rusia
“Y si quieres saber como se interpenetran las culturas, estudia además del modo de producción de objetos, el modo de difusión de los modelos”. Silo
Autor : David Sámano
Una característica de las opiniones occidentales sobre la URSS en las épocas de la guerra fría era considerarla el lado anquilosado de dos bandos en pugna. Se destacaba que estaba gobernada por líderes represores tanto de las nuevas generaciones como de toda forma de contracultura. La vertiginosa sucesión de modas y estilos, así como de mercancías e innovaciones tecnológicas que siempre van de la mano con las dinámicas generacionales creaban en la sociedad occidental el efecto de progreso acelerado, frente a una URSS, que aunque avanzando en distintos campos, era proclive a exhibir algún detalle o estilo trasnochado, ya sea en la moda femenina[1], la música juvenil, en los aparatos del hogar o hasta en el diseño de las naves espaciales y armamento.
En algunos análisis del conflicto que se vive en la Ucrania actual (sobre todo los que producen intelectuales anti rusos) encontramos la misma tendencia que señalamos en el párrafo anterior: a las poblaciones del este, al ser pro rusas, se les estigmatiza, sin fundamento alguno como viejas y estorbosas . Algún periodista ucraniano llegó a sugerir su exterminio por improductivas… según el.
En buena medida este tipo de opiniones ha influido para que ciertos jóvenes calificables de neo nazis se sumen o apoyen al ejercito mercenario del gobierno de Ucrania. Desesperados por alcanzar alguna porción de la sociedad opulenta o por estar urgidos de movilizarse en alguna dirección (sin importar que sus motivaciones broten de una precaria ideología nihilista o deshumanizada ) están dispuestos a cometer todo tipo de crímenes contra sus conciudadanos. No cabe duda que cada generación como diría Mario Rodríguez “tiene su astucia y no vacilará en apelar a la más sofisticada renovación si con ese recurso aumenta su poder”[2].
Resulta paradójico que hoy nos encontramos con visiones del conflicto en Ucrania que prolongan aspectos de los viejos esquemas utilizados para pensar la guerra fría; sobre todo si estos esquemas se dan la oportunidad de aludir a la sustitución (y no la superación) de lo viejo por lo nuevo. Nos presentan nuevamente dos bandos: el de Estados Unidos y Europa amantes de la libertad, la democracia y lo moderno, contra una Rusia que aunque ahora capitalista no deja de ser expansionista y autoritaria como en las épocas comunistas.
Pero la guerra en Ucrania revela aspectos fundamentales del mundo actual que el viejo esquema de la guerra fría no permite detectar; para empezar ya desde hace varios años no estamos ante un mundo bipolar; hoy lo que sucede es que el más reciente mundo unipolar dominado por Estados Unidos tiene que recurrir a manipulaciones y guerras artificiales por todo el planeta para sostenerse. Y los efectos son impredecibles: en la historia de las relaciones entre Ucrania y Rusia podemos reconocer un “equilibrio inestable” que hacia poco probable un conflicto como el que ahora estamos presenciando (Huntington, 1998:195); la irresponsable participación de Estados Unidos en este asunto es el factor que está haciendo que el des equilibrio predomine sobre la estabilidad.
En cambio a Rusia no le interesa participar en ninguna guerra, mucho menos apoderarse de Ucrania; de ese país lo que si le conviene – y trata de influir para que hacia allá se encamine – es su federalización pues de ese modo se garantiza la vida de poblaciones ruso hablantes del éste ucraniano y se aumentan las probabilidades de que la instalación de bases militares de la OTAN encuentre resistencia en amplios sectores de la población ucraniana por caminos de deliberación democrática. Es muy auténtico – sobre todo si lo hace a través de este camino no violento – que Rusia intente tener un entorno que le permita menos vulnerabilidad ante una Europa y una OTAN cada vez más títeres de Estados Unidos, país que según muchos analistas en última instancia pretende controlar y apoderarse de los recursos de Rusia y quizás eventualmente destruirla, pues en este momento Rusia representa un ejemplo de que es posible avanzar hacia un mundo multipolar. Con esta versión de los hechos son menos los que se tragan el cuento del oso ruso tratando de devorar porciones de territorios occidentales; hoy podríamos hablar en todo caso de una osa madre que intenta proteger a sus hijos que ahora viven mas allá de su cubil; protegerlos de cazadores que pretenden extinguirlos.
A lo largo de la historia podemos ver que Rusia ha sido excluida de Europa, se le ha considerado gobernada por un régimen que aunque auto justificado por formas ideológicas de matriz europea como la ilustración, el marxismo- leninismo y hoy el liberalismo, no ha dudado en utilizar prácticas de gobierno déspotas, aprendidas de antiguos tiranos del extremo oriente[3].
Pero en la actualidad los europeos cínicamente apoyan a alguien como Poroshenko el presidente de Ucrania, a pesar de que él podría convertirse en un especie de Stalin capitalista; su decisión de atacar a quienes no aceptan su política nos recuerdan las purgas del tirano soviético.
Rusia y Ucrania no dejan de ser naciones que comparten mucho de su cultura, pero en las zonas delimitadas por Rusia se han abierto paso con más facilidad modelos no violentos de relación; algunos heredados de valores religiosos: es notable que los vehículos que han estado llevando ayuda humanitaria a las poblaciones del este de Ucrania porten en sus parabrisas imágenes ortodoxas de Cristo. Otros valores de la cultura de la no violencia rusa podrían ser resultado de un proceso evolutivo que va del Comunismo a la Perestroika y de ésta al momento actual. En mi opinión se va desarrollando una perspectiva reconciliadora con la etapa comunista[4] y que al mismo tiempo hacia el futuro busca alguna forma de balance tecno humanitario[5] . Esta secuencia nada tiene que ver con la sucesión de modas y artefactos tecnológicos superfluos guiada exclusivamente por el costo beneficio con las que se tienden a confundir la evolución de las sociedades. Como lo señalaron alguna vez Marshall Sahlins y Elman Service – antropólogos evolucionistas – no es lo mismo el avance etapa por etapa que el cambio meramente adaptativo oportunista.
En cambio en Ucrania, al menos en la Ucrania pro occidental, pareciera que el espejismo de la manufactura sin escrúpulos mundial – que Gadotti[6] seguramente preferiría llamar modo de extinción y no modo de producción – no podrá ser ignorado ni amainado por modelo cultural alguno; todo lo contrario: los modelos de intercambio se están perdiendo de vista y se promueven los de destrucción. Ejemplos de ello son los intentos de lograr el estatus de aliado especial de U.S.A como lo tiene el estado asesino de Israel, la extracción de órganos a los cadáveres de la guerra o el proyecto de construir armas nucleares para atacar a Rusia en nombre de la OTAN en un plazo no mayor de diez años.
A manera de conclusión podemos afirmar que después de la desintegración de la URSS, al modo de producción dominante en la línea de fractura entre la civilización occidental y la ortodoxa (Huntington, 1998) se le ha sumado un modo de extinción (Gadoti, 2002) promovido por Estados Unidos y siniestras empresas mercenarias. No obstante que los efectos devastadores de esta calamidad serán distintos (según la presencia que los modelos simbólico – humanistas tengan en las poblaciones de esos territorios) el resultado global nos dará señales de lo que será el futuro inmediato de la civilización humana.
[1] La minifalda se retrasó en llegar a Rusia unos diez años respecto a lo que se pudiera considerar mundo occidental, para mayor detalle véase: russiaparachilenos.blogspot.mx/2009/10/moda-en-rusia.htlm.
[2] Humanizar la Tierra. Mario Rodríguez, (Rodríguez, 1989:119).
[3] Véase: es. Wikipedia.org/wiki/invasión_mongola_ Rusia.
[4] En la novela Limónov encontramos elementos de una actitud que busca reconocer aspectos humanistas del comunismo. Por ejemplo se presentan las siguientes reflexiones atribuidas a Putin: “El que quiera restaurar el comunismo no tiene cabeza; el que no lo eche de menos no tiene corazón” . “El comunismo ha hecho cosas horribles, de acuerdo, pero no era lo mismo que el nazismo. Esta equivalencia que los intelectuales occidentales exponen hoy como obvia es una ignominia. El comunismo era algo grande, heroico, hermoso, algo que confiaba en el hombre y que daba confianza en él”.
[5] Consultar anuario 1996 del Centro Mundial de Estudios Humanistas: “Perspectivas humanistas”.
[6] Véase Pedagogía de la diversidad (Gadotti, 2002).