La Isla de Pascua fue un sistema cerrado durante 1400 años, según los investigadores especializados en la historia del lugar. Fue poblada por polinesios procedentes de Occidente que llegaron en canoas, y que llevaban consigo plantas y animales que serían utilizados para establecer una nueva colonia, una nueva civilización. Los recién llegados encontraron una tierra llena de árboles, fuentes de agua dulce en los cráteres volcánicos inactivos, y un interminable suministro de aves.
Los isleños encontraron allí una vida aceptable, y establecieron pueblos y un sistema económico que les permitió alimentar a sus familias.
La vida continuó año tras año, siglo tras siglo, y al parecer sin mucho más que hacer además de cultivar alimentos o pescarlo en el mar o rebuscarlo entre los nidos de las aves. Había mucho tiempo para dedicarse a mejorar la vivienda y para actividades más culturales.
Una tradición (muy probablemente traída de su hogar anterior en alguna parte de la Polinesia) de honrar la muerte de los jefes más importantes, a quienes se les atribuía una especial energía y poder, llevó a uno de los proyectos más extraordinarios de construcción que se hayan visto en el planeta: la construcción de las increíbles plataformas y enormes estatuas colocadas en la cima del terreno. Los cráneos de los muertos honrados fueron colocados dentro de la plataforma y en la parte superior pusieron una enorme estatua de piedra.
Con el tiempo el culto a las estatuas floreció y las pequeñas estatuas pasaron a ser unas más grandes, y luego fueron hechas en tamaños enormes que pesan decenas de toneladas. Las estatuas fueron transportadas a veces desde grandes distancias y se agregaron enormes piezas en la cabeza.
En las cuencas de las cabezas, grandes ojos de coral fueron insertados, y se añadió pupilas de obsidiana, representando la morada del poder que el muerto poseía. De generación en generación se erigieron estatuas, dando lugar a largas filas que miran fijamente hacia los asentamientos y a distancia del mar, proporcionando protección a la comunidad gracias al poder de los ancestros.
Todo iba bien para los isleños. Los europeos no habían llegado a tomar esclavos o a infectarlos con enfermedades para las cuales no tenían inmunidad. Sin embargo, después de un período de 1.000 años sin guerras registradas, súbitamente, en un lapso de 20 a 40 años, la población de la isla fue diezmada y el culto de las estatuas fue abandonado.
¿Qué puede haber causado este colapso repentino?
El efecto de un sistema cerrado
La respuesta (o al menos una analogía de la respuesta) se encuentra, sorprendentemente, en el campo de la termodinámica. La termodinámica es una rama de la física que causa tremendos dolores de cabeza a cualquier persona que intente estudiarla. Ella abarca conceptos tales como la temperatura, la presión, el volumen y la relación entre ellos, así como el muy abstracto concepto de la entropía.
Imagínese que usted tiene una caja llena de gas oxígeno y una caja llena de gas nitrógeno.
Ahora imagine que las cajas están una al lado de la otra con una pared removible entre ellos. A continuación, retire la pared, y los dos gases estarán uno al lado del otro.
Con el tiempo los gases se mezclarán de tal manera que no habrá forma de identificar cuál era la ubicación original del oxígeno y cuál era la ubicación del nitrógeno. Esta es la acción de la entropía.
La entropía mide el estado de orden en un sistema. El estado original (dos masas de gas puro lado a lado) es el más ordenado posible. El estado final (un gas totalmente mezclado) es el estado menos ordenado posible.
La segunda ley de la termodinámica establece que un sistema tiende a moverse hacia el aumento del desorden si se deja solo, es decir, si el sistema es cerrado.
Aquí es donde la analogía con la economía entra en juego. En un sistema cerrado, los componentes se mueven hacia un mayor desorden.
Isla de Pascua – el sistema cerrado perfecto
Los isleños fueron dejados solos durante 1400 años.
Con el tiempo la población aumentó y los limitados recursos naturales de la isla se agotaron: los árboles fueron talados para construir viviendas y para el transporte de las estatuas; las ratas introducidas como alimento por los recién llegados se comieron todas las frutas y frutos secos que podrían generar árboles de reemplazo; las aves marinas fueron llevadas a la extinción; no quedaron árboles para construir nuevos barcos que podrían permitir a la población encontrar nuevas islas para poblar; la población creció exponencialmente durante siglos; la deforestación condujo a la erosión del suelo y a cosechas cada vez más pobres.
Un día se llegó al punto en que la isla ya no podía sostener a la población. No fue capaz de proporcionar alimentos suficientes para los isleños. La construcción de estatuas se detuvo porque no había árboles disponibles y en cualquier caso, tampoco había comida para mantener a los artesanos.
Si hubo intentos de diálogo entre los pueblos, no existe registro; pero de lo que sí hay registro es de las guerras violentas. Repentinamente, en las investigaciones arqueológicas aparecen armas y todas las estatuas en la isla son echadas abajo. Y los ojos (la fuente de poder del pueblo) se destruyen.
El sistema va cayendo y la población disminuye en un 90% según algunas estimaciones.
Planeta Tierra – el sistema cerrado perfecto
No hace falta ser un genio para ver la relación entre la Isla de Pascua con una población de 20.000 personas y el planeta Tierra con una población cercana a los 8 mil millones.
También vivimos en un sistema cerrado. Tenemos recursos limitados de combustibles fósiles y árboles. Contamos con un número finito de especies comestibles – vegetales o animales – y tenemos una población que está creciendo de manera exponencial.
Está claro que a medida que pasa el tiempo estamos tendiendo hacia un mayor desorden. Hay una creciente insatisfacción entre la población, cada vez hay más guerras, hay un aumento de la pobreza y la muerte.
Al igual que las dos masas de gas se encontraban originalmente en una forma bien ordenada y luego se volvieron cada vez más desordenados, también nuestras vidas bien reguladas se van desordenando cada vez más. La entropía en nuestro sistema cerrado está aumentando al punto en que ya no hay reversibilidad.
¿Hacia dónde vamos?
Nos dirigimos a un colapso de la civilización humana, es claro si vemos la situación de Isla de Pascua, pero se puede estudiar cualquier civilización y ver cómo un momento de decadencia extrema viene inmediatamente antes de una gran caída.
En el caso de las civilizaciones anteriores, como los romanos, el sistema no estaba perfectamente cerrado, siempre había un nuevo lugar al que se podía ir, siempre había más recursos disponibles si se los buscaba, por lo que siempre era posible que surgiera una nueva civilización.
En la Isla de Pascua, no había forma de escapar al sistema cerrado. No había forma de salir, el sistema se bloqueó y no pudo recuperarse hasta que fue abierto con la llegada de los europeos (que, de hecho, casi acabó con la gente a través de las enfermedades y la esclavitud).
De manera similar, en nuestro sistema actual no hay salida. No existe la Tierra 2.0. Si no podemos hacer la vida más sostenible en este planeta, no hay esperanza para la humanidad.
Las guerras en la isla de Pascua se pelearon con palos y piedras, esencialmente; las guerras que acabarán con el planeta Tierra se lucharán con armas nucleares, las centrales de energía nuclear explotarán, vamos a contaminar el planeta por decenas de millones de años, y la humanidad (y posiblemente toda forma de vida) se extinguirá.
Al planeta le llevará miles de millones de años para reconstruir las formas de vida conscientes a partir de las células más primitivas. Quizás tal renacimiento de la vida nunca ocurrirá.
¿Qué podemos hacer?
La única solución se enmarca en dos principios: humanismo y sostenibilidad.
Tenemos que construir un mundo sin violencia y con respeto a todas las formas de vida en el planeta, y tenemos que vivir vidas sostenibles. Si utilizamos durante toda nuestra vida, más recursos de los que el planeta es capaz de regenerar, entonces continuamos en el camino de la destrucción.
Hay cosas que podemos hacer.
En primer lugar, tenemos que reconocer como especie humana que nos dirigimos hacia el colapso y tenemos que empezar a hablar en serio acerca de cómo detenerlo.
En segundo lugar, tenemos que pasar al uso de energía renovable como una prioridad urgente.
En tercer lugar, tenemos que movernos hacia un sistema económico basado en los principios de la sostenibilidad.
En cuarto lugar (y lo más importante), tenemos que poner a la vida humana como valor y preocupación central. Esto no significa que nos olvidemos de todas las otras formas de vida, porque poner la vida humana como valor central, exige la valoración de todas las demás formas de vida.
Estas cosas son necesarias y urgentes.
El mundo hacia el que tenemos que avanzar es la Nación Humana Universal. Es la única manera de salir del sistema cerrado y la única manera de evitar la extinción.