Vista desde Europa, la crisis parece global y el futuro sombrío, pero a nivel mundial ¿ las cosas son realmente así? ¿Hay países o incluso continentes que viven en una situación diferente, con un cierto optimismo, y pueden ofrecer experiencias alternativas, puntos de vista y razones para la esperanza? América del Sur podría ser un ejemplo en este sentido. Hablamos de este tema con Guillermo Sullings, economista del Partido Humanista argentino y con Tomás Hirsch, vocero humanista y vicepresidente del Partido Humanista de Chile (en la foto, en el Parque de Estudio y Reflexión de Punta de Vacas, Argentina), cuyas respuestas se publicarán en la segunda parte de esta entrevista.
¿La percepción generalizada en Europa de una crisis global en su opinión es correcta, o en América del Sur la situación se percibe de otra manera y los procesos son alentadores?
Guillermo Sullings: Si hablamos de economía, desde luego que la crisis financiera internacional que estalló en el 2008 tuvo un impacto global, como consecuencia del peso relativo que tienen en el mundo las economías de USA y Europa.
Pero en el caso de América del Sur ese impacto ha sido relativamente menor, gracias a las políticas económicas que algunos de sus gobiernos han venido llevando adelante. Nuestra región ya había sufrido en los años 90 las consecuencias del neoliberalismo, con altos índices de desempleo, endeudamiento y destrucción de industrias nacionales; entonces las poblaciones, desde principios de la década pasada, comenzaron a apoyar con su voto a gobiernos más progresistas. Podríamos decir que el denominador común en estos gobiernos ha sido la genuina preocupación por mejorar la calidad de vida de sus poblaciones y una mayor independencia respecto a los centros del poder internacional. Cada país ha tenido experiencias muy diversas, según su idiosincrasia, sus recursos y sus condicionamientos. Las políticas económicas han sido bastante eclécticas y heterodoxas, tomando elementos del socialismo, el cooperativismo, el keynesianismo y el desarrollismo y todo ello conviviendo con enclaves neoliberales que no pudieron ser transformados.
Pero más allá de las limitaciones y de los errores ya el sólo hecho de que los gobiernos hayan dejado de ser títeres del poder económico significó una mejora sustancial en la situación de los pueblos. Y lo alentador de este proceso ha sido que las poblaciones quisieron un cambio y se rebelaron ante el discurso único del establishment neoliberal instalado en la opinión pública a través de los medios de comunicación.
El desafío ahora es dar un salto hacia delante, para evitar retroceder, porque aún hay sectores de la población que creen en ese discurso neoliberal, todavía son fuertes los poderes que buscan condicionar a los gobiernos y a veces los propios errores y limitaciones de los gobernantes actuales podrían ser utilizados para influir en el electorado.
Comparando el proceso de América del Sur con el de Europa, salvando las distancias, ya que a pesar de la crisis la economía europea está en un nivel de desarrollo muy superior, lo que sí me parece es que la eurozona está demasiado atada a la ortodoxia y así le será muy difícil recuperar los empleos perdidos. Espero que allí también los pueblos se rebelen contra el discurso neoliberal instalado como verdad única.
Puede citar elementos políticos, sociales y económicos en varios países de América del Sur, incluso «tachados» por los medios de comunicación tradicionales, que muestran una dirección diferente a la privatización salvaje y la cancelación de los derechos a los que Europa se orienta?
G. S.: América del Sur siempre se ha caracterizado por tener un gran porcentaje de pobreza y una gran desigualdad en la distribución del ingreso y en estos años se ha avanzado bastante para reducir ambos indicadores, ya sea con la creación de empleo como con la implementación de políticas sociales. Brasil en la última década ha reducido la pobreza en un 35 % mediante sus planes sociales, complementados con la urbanización y la universalización de la educación. En Argentina se crearon casi 6 millones de puestos de trabajo a partir de la crisis del 2001 y los sectores más pobres reciben subsidios como la Asignación Universal por Hijo. En Venezuela, Ecuador y Bolivia se aplica buena parte de la renta petrolera y gasífera para atender las necesidades de la población.
Muchos de los recursos estratégicos que habían sido privatizados anteriormente, fueron recuperados por el Estado en varios países de la región, como así también empresas de servicios. El Estado recuperó su verdadero rol en lo que hace a velar por los intereses de la población; desde luego que ese Estado tiene mucho que mejorar, aumentando su eficiencia, disminuyendo su corrupción y profundizando las transformaciones estructurales aún pendientes. Creo que sería un error pretender identificar los cambios en América del Sur con determinados líderes políticos, que por cierto también pueden ser cuestionados en muchos aspectos; creo que lo que hay que rescatar es la intención de cambio que muestran las sociedades.
Y no me refiero solamente a los aspectos políticos y económicos, porque también ha habido avances en lo que respecta a los derechos civiles de las minorías, y se ha trabajado mucho en lo que hace a la salud y educación pública.
La insistencia de los medios de comunicación sobre la violencia brutal en el Medio Oriente y en otras partes del mundo crea en la gente común un sentimiento de horror e impotencia y fomenta el apoyo a los bombardeos y las intervenciones militares, presentados como la única solución. ¿La mayor distancia geográfica de América del Sur respecto de los escenarios de muchos conflictos permite una actitud diferente?
G.S.: Yo creo que en buena parte de la población de la región, hay una visión más crítica con respecto a las políticas de USA y la OTAN con respecto a Medio Oriente; pero no tanto por la perspectiva de la distancia, sino porque se mira con desconfianza el relato que los grandes medios internacionales presentan con respecto a estos conflictos y tampoco se cree en la versión hollywoodense que presenta a USA como el gran justiciero internacional.
Desde luego que la crueldad criminal del ISIS despierta reacciones de repudio generalizado y la sensación de que algo habría que hacer para que eso deje de pasar, pero a la vez se miran con desconfianza las intervenciones militares extranjeras, porque ya se sabe que son las mismas que generaron las condiciones para el surgimiento de los grupos que hoy combaten. Lo mismo pasa con respecto al conflicto entre palestinos e israelíes; por una parte se repudian los ataques de Israel sobre la Franja de Gaza, que generan la muerte de miles de personas, entre ellas muchísimos niños, pero tampoco se desconoce la responsabilidad de la intransigencia de Hamas.
Yo diría que hay posiciones muy variadas sobre estos temas en América del Sur, tal vez gracias a que se escuchan diversas campanas y no un único relato de los medios de comunicación dominantes. Están los que se creen ese relato y siguen pensando que las fuerzas de la OTAN son las salvadoras de la humanidad frente a la amenaza de los villanos, que ahora son musulmanes, como en otros tiempos fueron los comunistas. También están los que se ponen en el otro extremo y creen que todo lo que esté contra USA es bueno y a veces apoyan, o al menos miran con disimulo, la existencia de verdaderas dictaduras sangrientas o grupos terroristas criminales. Y están los que comprenden que se trata de problemas complejos, que no pueden tener una sola mirada. Pero desde luego, hay más diversidad de opiniones al respecto.
¿Ve algún progreso en América del Sur para hacer frente -a nivel legislativo- al problema de la concentración de los medios de difusión y la manipulación ejecutada por ellos, favoreciendo una información más libre y plural?
G.S.: En América del Sur ha sido muy notoria la reacción de los medios de comunicación atacando las políticas de varios gobiernos progresistas de la región. Personalmente he podido observar, tanto en Argentina que es donde vivo, como en Venezuela, Bolivia y Ecuador cuando me ha tocado estar, las embestidas, a veces grotescas, a veces sutiles, de los medios de comunicación que se autocalificaban como “independientes”. La manipulación mediática ha sido tan evidente y la vinculación de los medios de comunicación con los poderes económicos ha sido tan obvia, que buena parte de la población se ha dado cuenta de sus maniobras. Lamentablemente otra parte de la población ha creído, o ha querido creer en el relato mediático y entonces la polarización de las opiniones ha llevado en algunos casos a verdaderas divisiones en la sociedad, que en algunos casos han llegado al seno de las familias. Pero, contra lo que el propio relato mediático busca instalar, esa división social no ha sido fomentada desde los gobiernos, sino precisamente desde los medios de comunicación dominantes. Por una parte es lamentable que todo esto haya estado pasando, porque se pone difícil avanzar en sociedades tan divididas, pero por otra parte es positivo que se haya caído la máscara de los medios de comunicación supuestamente independientes y objetivos, quedando en evidencia sus verdaderos intereses asociados al poder económico.
Frente a esto se han tomado diversas medidas de parte de los gobiernos, con diversos resultados; en algunos casos se ha buscado castigar la mentira y la manipulación mediática y si bien esto estaba justificado, algunas veces generó el efecto contrario, ya que los medios se victimizaron, apelaron a los medios internacionales, para mostrar una imagen represiva e intolerante de los gobernantes. En el caso particular de Argentina, hace 5 años se sancionó la Ley de Medios, una ley anti monopolio, obviamente muy resistida por el monopolio del Grupo Clarín, que hasta hoy sigue presentando recursos judiciales para dilatar la aplicación concreta de la ley. El tema es complejo, porque frente al poder de los medios privados, los gobiernos suelen reaccionar a veces con medidas directas (que son presentadas como represivas) y a veces con la potenciación de los medios públicos, que obviamente muestran una realidad tan sesgada como la de los medios privados, solo que en el sentido contrario. Pero al menos ya se empiezan a escuchar varias campanas y eso favorece la diversidad de opiniones.
Creo que en nuestra región se ha logrado romper con el relato único de los medios de comunicación privados y ya no se cree en su independencia de criterio; pero aún falta mucho para que se escuchen todas las voces, porque lamentablemente la difusión que pueda tener una opinión depende siempre de los recursos y los recursos para manejar grandes medios de comunicación solamente lo pueden tener hoy los Estados o los grupos económicos.
¿Ve avance en la inserción de los pueblos originarios, en la igualdad de derechos, en la paridad de género, en la superación de la pobreza extrema, en el analfabetismo que caracterizó por largas décadas a las regiones del Sur del mundo?
G.S.: Sin duda que ha habido grandes avances y sobre todo en países en los que la población de pueblos originarios es mayoritaria, como ocurre en Bolivia y Ecuador. Y desde luego que cuando hablamos de mejoras generalizadas en las condiciones de vida de la población y en reducción de la pobreza, eso abarca a los pueblos originarios, que siempre pertenecieron a la franja poblacional más desfavorecida.
Sin embargo, no todos los gobiernos de la región atendieron a este tema del mismo modo, incluyendo gobiernos progresistas. En algunos casos, si bien el crecimiento económico ha coincidido con una mejor distribución del ingreso, también debemos decir que muchas veces ese crecimiento se ha basado en el extractivismo de materias primas y eso no solamente atenta contra el ecosistema, sino que además muchas veces ha generado conflictos con los pueblos originarios que vieron avasallados sus derechos sobre la tierra. En estos casos, a veces ha primado el interés de estos pueblos originarios, pero en otros casos ha primado el interés de las empresas explotadoras de los recursos, o sencillamente la necesidad de los gobiernos de explotar esos recursos para hacerse de divisas. El tema es complejo, porque las sociedades son complejas y tampoco se puede considerar automáticamente que todo reclamo de un pueblo originario deba ser justo por definición; pero lo cierto es que, como ya dijimos antes, los gobiernos progresistas de esta región aún tienen varias asignaturas pendientes y el modelo de crecimiento basado en el consumismo es una de ellas. Pero sí, en grandes rasgos podemos decir que en América del Sur se ha avanzado mucho en lo que respecta a los derechos de los pueblos originarios.
Y con respecto a los derechos de las minorías en general, creo que se ha avanzado bastante; en particular en Argentina, que es donde me toca vivir, se ha legislado mucho y muy bien con respecto a la igualdad de género, la diversidad sexual y contra la discriminación. La reciente sanción de la ley de matrimonio igualitario, que permite e iguala en derechos los matrimonios entre personas del mismo sexo, ubica a nuestra sociedad en la avanzada en ese aspecto.
Con respecto a la pobreza extrema y el analfabetismo, también se ha avanzado muchísimo, con planes y campañas específicos destinados a reducir esos índices drásticamente. Sin embargo, como última reflexión personal, creo que, con respecto a las pobreza, está muy bien que los gobiernos progresistas se ocupen de subsidiar a los que menos tienen, pero el siguiente paso debiera ser trabajar para que el desarrollo mismo de la economía se ocupe de incluir a los excluidos y para ello hay que reformularse en profundidad al sistema económico capitalista y no limitarse a compensar sus efectos negativos.