Por Fernando Montalbán
Sé que este momento es idóneo para hablar del tema, este es EL TEMA, la sensibilidad va por ahí. Hace 30 o 40 años le dabas una patada a un perro o matabas un gato y nadie decía nada, incluso alguno igual o más bruto que tú te ayudaba. Hoy día haces eso, tocas a un animal, y se te echa encima todo el mundo, prensa incluida. Es la sensibilidad del momento.
Hace algunos años todo el mundo robaba o consentía la corrupción tanto propia como social y nadie decía nada, a todo lo mas uno oía cosas como “si no lo hago yo lo va a hacer otro” y esta frase mágica hacia desaparecer todo rastro de mala acción, ¡claro, así es!, te respondían.
La cosa ha cambiado… ¿la cosa ha cambiado? Bueno, veamos. ¿Qué hace que ahora veamos a un corrupto y nos echemos las manos a la cabeza?. ¿No será que antes uno vivía más o menos, trabajaba, sus hijos estudiaban, se pagaban las hipotecas… y ahora ya no es así?. Quiero decir, ahora los corruptos se han metido tanto en mi vida, en nuestra vida que ahora me llevo las manos a la cabeza, me pongo digno y digo: ¡Ah no, eso sí que no, por ahí no paso!, pero…¿no paso por dónde?
No paso porque los corruptos vivan bien ellos mientras a mí me obligan a vivir en la miseria y cada día mas.
Cuando ahora vemos a un corrupto por TV ¿realmente estamos no queriendo eso que vemos?, preguntémonos, ¿si las condiciones materiales de la sociedad volvieran a las condiciones de antes del 2008, que pasaría con nuestra percepción de la corrupción?, ¿seguiríamos manteniéndonos en los niveles de intolerancia actuales?, ¿volveríamos a los niveles de tolerancia y complicidad de aquellos momentos?.
Digo todo esto, porque tengo la sensación de que aquí no se está cuestionando de fondo este tema, el cuestionamiento que observo es superficial y lo hago en tanto en cuanto el agua me llega a mí al cuello.
Nos pongamos como nos pongamos, la corrupción no está bien ni ahora, ni en el 2007, ni nunca. Es una forma de maltrato hacia el otro, es un aprovecharse del otro para mi propio beneficio, eso en cuanto al que lo practica, pero el que lo consiente no deja de ser cómplice de esta cuestión. Y siento decirlo, pero los cómplices somos legión. ¿duele un poco, verdad?.
Los gobernantes pudiendo hacer algo contra esto no lo hacen, ¡no lo han hecho!, ¿Por qué no ponen mecanismos para que todo esto no pase?. Ellos tienen en sus manos la posibilidad de hacer leyes en este sentido, los jueces pueden hacer cumplir estas leyes, la policía puede ver que se respeta la ley, ¿Qué pasa aquí? y el ciudadano de a pie ni te cuento…
El momento es idóneo para darle una vuelta a este tema, no solo bajo el punto de vista de acabar con la corrupción sino bajo el punto de vista de un verdadero cuestionamiento personal e interno del tema de la corrupción como forma de ver y estar en el mundo, tanto como sujeto corrupto, tanto como cómplice de aquel, al callar y mirar para otro lado.
Hay que decirle al corrupto que deje de hacerlo o mejor, que devuelva lo robado y arregle todo lo malo que hizo, que recomponga todos los pedazos y no hay que mirar para otro lado cuando uno ve a un corrupto en el intento, sea este un jefe de gobierno, o el portero de la finca.
Tampoco hay que convertirse en comisario del otro, en policía del otro, simplemente ponerse un poco, un poco, que dados los niveles actuales es mucho, un poco a disposición del otro, un poco en ver qué necesita el otro: mis vecinos, mis amigos, mi padre, mi hija, mis compañeros de trabajo, mi… Con ese poco ya haríamos un mucho, esto como actitud, como modo de estar en el mundo.
Este momento histórico es muy interesante por las cosas que vamos a ver cambiar, pero ¿las cuestiones de fondo?. Creo, estoy convencido que si las cuestiones de fondo no cambian, nada cambiará. Veremos cambios cosméticos que durarán lo que dure el entusiasmo del momento, pero para que estos cambios sean permanentes hay que cambiar el fondo de nuestra forma de ver y hacer las cosas, y tener en cuenta al otro, solamente teniendo en cuenta al otro esos cambios que podemos y queremos sean realidad, serán duraderos y profundos.
Volvemos entonces aquí a la regla de oro, tan antigua como la humanidad que nos recuerda “Tratar a los demás como queremos ser tratados”. Esta es la base, la piedra angular sobre la que construir un mundo nuevo. Mundo que por otra parte ya empieza a pulsar, a dar señales, pero tenemos que sincerarnos con nosotros mismos y escuchar esa inspiración que viniendo de muy lejos en el futuro nos anuncia la llegada de la Nación Humana Universal.