Por Marcelo Castillo.-
A continuación haré algunas afirmaciones que quizás tengan relación con el simce, unos podrán decir que sí, otros que no, pero en lo que sí hay certeza, es de que la educación formal e informal, con sus errores y aciertos, se manifiesta de infinitas formas en el devenir de toda sociedad.
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El actual sistema económico segrega y no promueve el retroceso de la desigualdad.
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El empresario presiona a los trabajadores para que logren resultados, independiente de los costos personales implicados.
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Unos pocos se ponen de acuerdo, decretan leyes, implementan medidas y unos muchos sólo tienen que acatar.
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En las universidades, la malla curricular de las distintas profesiones, privilegian los saberes técnicos y prácticos y se comprime formación profesional integral (asignaturas humanísticas).
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Se usan los resultados de encuestas tendenciosas o sesgadas, para hacer rankings de candidatos, en tiempos de elecciones.
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Los medios de comunicación y sus puntos de vista teledirigidos, categorizan y estigmatizan a vastos sectores sociales del país.
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Hay leyes que están hechas para pautear y controlar la vida de la gente, aislarla y restringir sus márgenes de libertad.
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Muchos anuncios gubernamentales están lleno de medidas correctivas o reguladoras que abordan las consecuencias, pero omiten preguntas de fondo referidas las causas de los problemas de la gente.
¿Tiene algo que ver la ideología simce en éstos y muchos otros campos sociales más?
Como sistema estandarizado de medición sesgada de ciertas competencias cognitivas, el simce tiene consecuencias que no sólo se circunscriben a aspectos de rendimiento, resultados o indicadores de “calidad” inherentes al aula o la institución educativa, desde sus orígenes el año 1987, esta medición (no evaluación) naturalizada en el sistema educacional chileno, se ha convertido gradual y solapadamente en un instrumento mucho más penetrante y profundo de lo que parece, con capacidad de instalar usos, valores, procedimientos, un modo estandarizado de ver, un modo competitivo de hacer. Usando a la educación como ámbito y la medición escolar como medio, el cuerpo y el espíritu de nuestra sociedad han sido intervenidos por una simce-ideología con capacidad de trascender la institución escolar e infiltrarse de contrabando en otras instituciones, en otros ámbitos de las relaciones humanas y globalmente en la sociedad.
Aunque no esté mencionado en ningún retórico documento ministerial, el sistema de medición simce, no tiene interés en la formación integral de los estudiantes, le basta que éstos adquieran un conjunto acotado de competencias que habiliten para la inserción eficaz en el aparato económico y productivo, dentro de esta lógica no tiene mayor importancia el desarrollo de la actitud crítica, reflexiva, de compromiso social u otros en esa dirección. Por cierto, el simce por sí solo no es la causa del paradigma utilitario de la educación, pero sí se ha usado como un poderoso medio para instalar dicho paradigma; es cuestión de hacer relaciones que no se ven a simple vista, por ejemplo, fijarse en las preferencias de muchos/as jóvenes de cuarto medio, cuando le preguntan qué profesiones les atraen, entonces advertimos que el positivismo y el pragmatismo dominante, no son casualidad, sino una consecuencia más, de años de enseñanza funcional para el mercado y no para la vida en plenitud, años de adiestramiento simce.
Si salimos de los muros de la escuela o del liceo. Nos encontramos con infinidad de problemas barriales o comunitarios (ambientales, de seguridad, de urbanidad, etc.) cuya solución no pasa exclusivamente por el factor recursos, sino por la capacidad de encuentro, de converger en la diversidad, de tener conciencia ciudadana, sin embargo, salvo casos excepcionales y notables de algunas comunidades, en Chile siguen sin solución muchos conflictos humanos y sociales apremiantes. Al parecer, el efecto de más de veinte años de reduccionismo curricular, estandarización, ranking y competencia, significa cientos de miles de chilenos/as simce-ideologizados y el costo de ello es la realidad contradictoria cotidiana, el país que queremos no coincide con el que tenemos. Insisto, no digo que el simce sea la causa basal, pero es un factor que ha dejado y sigue dejando su huella más allá de los años de escolaridad. Los buenos ejemplos de rebelión social organizada no son aún suficientes para que hoy emerja esa cultura libertaria y solidaria que se levantará cuando de verdad tengamos educación gratuita, digna, igualitaria, con un sistema educacional y de evaluación integral, contextualizada y que ponga en el centro a la persona.
Esta historia se ha prolongado demasiado, es el momento de superar esta educación y este sistema de medición. Terminemos con esa escuela, que despoja de las aulas aquellas dimensiones trascendentes como son las habilidades sociales, emocionales, afectivas … terminemos con esa escuela adormecedora de potencialidades, esa que le roba tiempo al arte, a la creatividad, al autoconocimiento, la educación cívica, la autonomía, los temas existenciales.
Con los resultados del simce, a mi entender se hacen burdos e inútiles esfuerzos por explicar desde allí los procesos y los desempeños educativos en las escuelas, pues bien, si extrapolamos esto al aparato Estado y sus instituciones, hacen algo similar, intentar explicar la realidad del país en base a datos, estadísticas, estándares, etc., como si todo se pudiese reducir a números. Vuelvo a la pregunta:
¿Tiene que ver la ideología simce en todo esto?