A las 20:27 horas, Dilma Rousseff ha sido ratificada como presidente de una de las democracias más grandes del mundo, una de las economías más activas y referencia de los países en desarrollo. Los datos proporcionados por el Tribunal Electoral son definitivos. El porcentaje refleja una votación reñida pero 3 puntos porcentuales a favor del Partido de los Trabajadores (PT) son cerca de 4 millones de voluntades. Una mayoría clara, que significa el segundo gobierno de Dilma y el cuarto del PT. Pero que, además, se planteó como un plebiscito entre el modelo de inclusión social con intervención estatal y otro basado en los postulados del perimido Consenso de Washington.
A poco de ratificados los datos y sin distancia suficiente aún para explicar lo que significa este resultado y sus implicancias internas y externas, hay dos aspectos que nos interesa enfocar: el rol de los medios de comunicación y la abstención, fenómeno este último que es mundial y de enorme significación -decimos de paso- en la cuna del capitalismo.
Los grandes “medios” han sido unánimes a favor de Aecio Neves -candidato de la derecha- y los intereses pro estadounidenses violando la veda electoral y anticipando, cuando todavía se votaba, resultados de “boca de urna” falsos, que favorecían a “su” candidato. La revista Veija, la cadena O’Globo y todos los medios satélites actuaban como si fueran integrantes de un comité de campaña e, incluso, repartían ejemplares gratuitos a los ciudadanos el mismo día de las elecciones. Una actitud desvergonzada que revela su desesperación y su pretensión de retomar, a cualquier costo, los negocios que los enriquecieron en los años previos al gobierno del Partido de los Trabajadores.
Como ocurre en otros países del mundo y entre países, hay una concentración en pocas manos de prensa escrita, radios, televisión por aire y por cable, digitales, etcétera, que tienen un discurso uniforme. En el caso de Brasil se habla de unos pocos magnates miembros de 8 familias. Compartimos datos extraídos del blog EnPositivo. Los Marinho manejan la red televisiva Globo (38,7 % del mercado), Edir Macedo (Rede Record 16,2%) y Silvio Santos (SBT, 13,4%). “Los negocios de la familia Marinho también incluyen radio, diarios y revistas, sectores en los que compite con Roberto Civita, quien controla el Grupo Abril. Los Marinho y Civita acaparan el 60% del mercado de las revistas en Brasil”, aporta esta investigación. “Otras familias participan en el mercado de diarios, como los Frias, dueños de “Folha de Sao Paulo”, y los Mesquita, de “O Estado de Sao Paulo” (son dos de los cinco diarios más grandes de Brasil); o son propietarias de grupos de medios regionales, cono los Sirotsky en el sur del país y los Magalhães en el estado de Bahía.”
La regulación legal de este despropósito es imprescindible en el mundo entero, sin que esto implique rozar la libertad de expresión. Se trata fundamentalmente de descentralizar para que el negocio de las noticias no sea un factor de incidencia en la opinión pública en beneficio de algún grupo económico. Desde sectores afines al gobierno se refirieron a esta derrota de los medios: “La esperanza derrotó la mentira”.
El comportamiento de los medios de comunicación es un tema importante, como lo es también el crecimiento de la gente que se abstuvo de aceptar una opción entre candidatos, rechazando todas las propuestas.
La abstención ronda el 25 %, algunos puntos más que en la primera vuelta electoral, lo que constituye un indicador de disconformidad con todo el espectro político. Las preguntas obvias son: ¿por qué el gobierno o la oposición no pueden canalizar a su favor ese caudal de posibles votos? ¿No tiene el gobierno soluciones sociales (vivienda, educación, empleo) que los sumen en su apoyo? ¿No cuenta la oposición con una estrategia de comunicación que obtenga la confianza de los descontentos con todo? ¿O ya lo han hecho y debemos buscar en otro lado las respuestas? Por nuestra parte, no pensamos que sea una tragedia la falta de participación de algunos; más bien lo vemos como una conducta previsible en una democracia formal. Sin embargo no hay estudios confiables y merecen ser hechos. Estamos seguros de que si hubiese más consulta a la población y -este es el quid de la cuestión- se respetaran esas decisiones, esta participación aumentaría. La gente está harta de ser burlada por políticos que prometen cuando están en campaña electoral y no cumplen cuando gobiernan. Eso, sin contar conque -es la percepción popular- casi todos se enriquecen ilícitamente a costa del dolor de las poblaciones. Lo decimos con el fundamento de los datos de sus propias declaraciones de bienes al comenzar sus funciones y al concluir. El crecimiento que logran mientras -teóricamente- están desatendiendo sus intereses particulares, dedicando menos tiempo a sus negocios, es notable. Si hubiese una fórmula legal para ese enriquecimiento deberían explicarla a la población como un servicio político.
Los temas expuestos, desprendidos del hecho electoral, merecen estudios más serios que los disponibles. Lo sobresaliente es que el pueblo haya decidido dar una nueva oportunidad al partido y al gobierno que los ha beneficiado con su gestión y que ha mantenido una posición a favor de la integración latinoamericana.