A estas horas -18 de Argentina- en territorio japonés están comenzando las elecciones que movilizan a la ciudadanía boliviana en diversas partes del mundo. Por primera vez bajo la Constitución que consagró el Estado plurinacional van a elegir “presidente, vicepresidente, 157 asambleístas y nueve representantes ante los parlamentos de organismos regionales de integración”, como UNASUR, la Comunidad Andina y el Pacto Amazónico, entre otros. Lo harán en su propio territorio y en 70 ciudades de 33 países, donde están los bolivianos que emigraron a lo largo de décadas de dictaduras, o gobiernos decididos en Estados Unidos que provocaron miseria y vergüenza. Hay poco más de 270 mil electores que se encuentran en América, Europa, Asia y África, pero principalmente en Argentina (120 mil habilitados), España y Brasil.
El padrón electoral es de seis millones 245 mil 959 ciudadanos inscriptos -datos del Tribunal Supremo Electoral (TSE)- que equivale a casi 63 por ciento de la población actual, de poco más de 10 millones de habitantes. Un dato peculiar es que hay un 51 por ciento de mujeres.
Los candidatos son, además del actual presidente, “el ex mandatario (2001-2002) Jorge Quiroga Ramírez, del Partido Demócrata Cristiano (PDC); el líder del amazónico Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), Fernando Vargas Mosúa, abanderado del Partido Verde; el abogado y ex alcalde de La Paz Juan del Granado Cosío, del Movimiento Sin Miedo (MSM); el empresario Samuel Doria Medina, de Unidad Demócrata.”
Las previsiones son unánimes. No hemos podido encontrar una sola voz disidente: el triunfo es de Evo Morales Ayma aunque las encuestas tienen diferencias de porcentaje. La mayoría coincide en que será en primera vuelta y se espera una amplia participación, como ha venido ocurriendo en este siglo. Fue en abril de 2000 cuando comenzaron las primeras victorias populares, conseguidas por presión en las calles y esa dura resistencia al neoliberalismo construyó un programa y un actor revolucionarios.
Evo Morales es un líder de características únicas. Su carisma, su visión de proceso, su apuesta por los movimientos de campesinos y originarios, su avance desde la base social construyendo poder a medida que se empoderaba la sociedad, su coherencia personal, le han permitido cambiar la realidad social y personal de los bolivianos. Hoy los ciudadanos son protagonistas, tienen conciencia de lo que han hecho y tienen fe en sus posibilidades. La vergüenza, la timidez frente a los “blanquitos” han desaparecido para dar lugar a un protagonismo cívico que se evidencia en la alta participación en las elecciones y el amplio respaldo a su líder. Sin embargo, este punto fuerte podría constituirse en la mayor debilidad del proceso revolucionario en marcha.
El problema de los grandes liderazgos -no diremos nada nuevo pero sí algo que se olvida con frecuencia- es el reemplazo. El analista Hugo Moldiz ha llamado la atención sobre este hecho: “será el primer presidente que cumple tres mandatos continuos -uno con el viejo estado (en realidad se acortó en un año para adelantar las elecciones) y dos (de cinco años cada uno) con el Estado Plurinacional y en 2020 será el que más años haya ejercido la condición de presidente democrático (14 años).”
Este nuevo mandato, sin duda va a garantizar la profundización de los cambios económicos y sociales. Pero a esto lo saben no sólo sus esperanzados y optimistas votantes sino sus enemigos de adentro y de afuera. Hoy, cuando estaba a punto de comenzar la votación en Japón -por diferencia horaria- el presidente tuvo que salir a declarar “estoy sano, estoy a salvo” tras la información en las redes sociales sobre un atentado que lo habría herido de gravedad. El propio canal estatal recibió esa especie cuya finalidad era desinformar, desestabilizar y desmotivar a la ciudadanía.
Es que el líder es único y su destrucción puede significar la destrucción de su obra, hecho harto explotado por los poderes fácticos que se enfrentan a los procesos populares revolucionarios. Sin pensar en los atentados, recordemos que también la naturaleza puede actuar en contra de la intencionalidad humana, como ocurrió inesperadamente con el presidente y líder de Venezuela, Hugo Chávez Frías.
Esa visión negativa pero -desafortunadamente- posible, no tiene por qué ser realidad si hay un equipo con capacidad de reunir y ejercer las virtudes del líder. Si se lo propone, Evo Morales puede ir desplazando su centralidad al tiempo que da lugar a la formación de un equipo que lo reemplace sin sobresaltos. El liderazgo basado en valores individuales ha sido reforzado por el sistema capitalista precisamente porque resta significado a las gestas colectivas. El protagonismo popular para ser perdurable debe ir de la mano de la formación de equipos y del trabajo en paridad. Los humanitas lo caracterizamos como una amalgama de diversidades donde puede haber o no diferencias de capacidades y niveles, pero hay una misma búsqueda de puntos de vista convergentes, porque el objetivo es común.
Algunos prefieren llamarlo “el socialismo comunitario para el Vivir Bien” y el pueblo -mayoritariamente- lo denomina el gobierno de Evo; pero todos coinciden en que es de izquierda, independiente, eficiente, anticapitalista y anticolonialista, entre otras características similares. Mañana será puesto a prueba. Es la democracia.