En Brasil se disputa el próximo 26 de octubre la segunda vuelta de las elecciones generales para decidir quién será el próximo Presidente. Las dos opciones son bien distintas teniendo en cuenta el curso que puedan tomar los acontecimientos políticos para una región en un proceso de fuertes cambios. Dilma Rousseff del Partido de los Trabajadores (PT), actual Presidenta y continuadora del proyecto iniciado por Lula Da Silva en 2003; y en contrapunto el candidato ligado a la derecha y a los intereses neoliberales, Aécio Neves del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). Ambos serán elegidos por 142,8 millones de brasileños que vuelven a las urnas. No es poco lo que decidirán, se define el rumbo para la principal economía de sudamérica y una de las potencias emergentes en el plano político internacional. Lo que suceda en el país carioca será muy influyente para la región y para las emergentes alianzas político-económicas como el bloque del BRICS.
Por un lado se encuentra la opción de Dilma Rousseff, quien se hizo cargo del legado del proceso de transformaciones políticas y sociales iniciado por Lula Da Silva, uno de los exponentes más importantes junto a Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa y Néstor Kirchner de una nueva etapa histórica para América Latina, signada por gobiernos populares que favorecieron a las mayorías en sus países, mejorando sustancialmente las condiciones de los sectores más discriminados.
En ese sentido el gobierno de Dilma continuó con el programa que puso en marcha Lula llamado “Bolsa Familia” que sacó a más de 36 millones de brasileños de la miseria extrema. Asimismo, el 75% de las ganancias extras dadas por la explotación del petróleo se redestinaron a la enseñanza, un campo donde se han concretado mejoras. Por ejemplo este año se inscribieron 8,7 millones de estudiantes para realizar el Examen Nacional de Enseñanza Media (ENEM), para el ingreso a universidades, una cifra récord, superior en un 21,6 por ciento a la del año pasado. Sólo por dar dos ejemplos concretos de la orientación política de los procesos encabezados por Lula y Dilma.
Estas políticas destinadas a la inclusión social fueron tomadas en cuenta por los movimientos sociales que destacaron en estos días su apoyo a la candidata del Partido de los Trabajadores para la segunda vuelta electoral. «Tenemos que derrotar la candidatura neoliberal de Aécio Neves, porque representa las fuerzas derechistas y fascistas del país», señala un comunicado de Vía Campesina, que agrupa a 15 organizaciones sociales, entre estas el Movimiento de Trabajadores Sin Tierra (MST) y la Confederación de Trabajadores de la Agricultura (Contag), informó la agencia Prensa Latina. En tanto que el Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST) manifestó que Brasil atraviesa por momentos difíciles, pues un retorno del PSDB al gobierno federal significaría la implementación de políticas neoliberales, una disminución de los sueldos, menos inversiones sociales y limitación de los derechos laborales. Además de estos grupos, más de 200 líderes sindicales de todo el país, vinculados a los principales gremios, como la Central Única de Trabajadores (CUT), Fuerza Sindical y Nueva Central, entre otros, apoyaron igualmente una victoria de la mandataria en las urnas el próximo domingo.
Por supuesto que la contra a Dilma Rousseff es fuerte principalmente por parte de las corporaciones mediáticas con fuerte incidencia en las clases medias-altas de las grandes ciudades, utilizando el conocido recurso de las denuncias de corrupción de funcionarios públicos para esmerilar y desgastar. En San Pablo por ejemplo el triunfo de Aécio Neves fue superior en cuatro millones de votos. Mientras que los sectores más empobrecidos históricamente ratificaron su voto al PT. Del mismo modo, distintas contradicciones y limitaciones en los cambios que se podrían haber realizado, o por ejemplo las cifras siderales gastadas para el Mundial Brasil 2014 le valieron el retiro del apoyo de diversos sectores.
En el plano internacional, una línea clara de posicionamiento político de Rousseff estuvo dada por el fortalecimiento de las relaciones económicas con potencias emergentes como Rusia, India, China y Sudáfrica a través del BRICS, consolidando un esquema multilateral sin el tutelaje de Estados Unidos. En esa línea las presidenta brasileña denunció el año pasado ante la ONU al gobierno estadounidense por violación de los derechos humanos y civiles al interior de Brasil por espiar comunicaciones de Internet, y llamó a establecer una regulación global de los datos que circulan por la web. En tanto que se destacó el fortalecimiento político y económico con los principales socios de sudamérica a través del MERCOSUR y UNASUR.
Por otro lado, se encuentra la propuesta de Aecio Neves, continuador de las políticas neoliberales que imperaron en Brasil en la década del 90´ de la mano de Fernando Henrique Cardozo también del PSDB, aunque con la pretendida imagen de mostrar unas ideas más progresistas y la posibilidad de continuar los programas sociales. No obstante Lula da Silva alertó que votar por el socialdemócrata en las elecciones del próximo 26 de octubre significará elegir a la élite y el retiro de los beneficios sociales alcanzados en los últimos 12 años. Neves fue el gobernador de Minas Gerais de 2003 a 2010. donde generó la segunda mayor deuda entre todos los estados brasileños, lo cual causó limitaciones en la inversión en las áreas de salud y educación. Un caso central de críticas para Neves, fue el referido a la construcción de un aeropuerto que realizó en un terreno de propiedad de un tío suyo en Minas Gerais.
Se abren entonces dos posibilidades que pueden dar un curso muy distinto al futuro político-social no sólo del gigante sudamericano, sino de una región y de un mapa mundial en momento de fuertes reacomodaciones. En ciertos momentos de la historia una dirección u otra puede ser crucial para las condiciones de vida de millones de personas. Los votantes brasileños tienen en sus manos decidir por un rumbo u otro, es necesario que al momento de la elección pongan en la balanza no sólo lo que es mejor para ellos, sino lo que puede resultar más favorable para otros cientos de miles de personas que son determinados negativa o positivamente por los acontecimientos políticos que influyen en sus condiciones materiales de vida.