Por Akira Kawasaki
El 6 de agosto del 2014 es el aniversario número 69 de la primera detonación de una arma nuclear sobre Japón. Hoy, las ciudades de Hiroshima y Nagasaki llevarán a cabo ceremonias que conmemoran a los cientos de miles que perecieron en los dos ataques nucleares en 1945 y a los innumerables más cuyas vidas se verían afectadas para siempre.
Pero en las últimas décadas, ¿podemos decir que realmente hemos aprendido de las tragedias de Hiroshima y Nagasaki? ¿el reconocimiento del sufrimiento infringido sobre dichas ciudades corresponde a las acciones concretas para asegurar que nunca se repita?
Aún cuando el número de armas nucleares ha disminuido significativamente desde los días de la Guerra Fría – cuando parecía que otro Hiroshima o Nagasaki podían ser inminentes – estamos lejos de haber asegurado nuestro futuro contra otra tragedia humana atroz. De acuerdo con los más recientes cálculos por parte del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI, por sus siglas en inglés), existen actualmente más de 16,000 armas nucleares en manos e nueve Estados alrededor del mundo. Cada uno de éstos misiles representa una catástrofe potencial que, si se detonara sobre una ciudad, excedería incluso el horrible número de muertos y heridos que resultaron de las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Y mientras dicha cifra representa una modesta reducción desde 2013, todos los poseedores de armas nucleares están invirtiendo miles de millones en programas de modernización con la intención de actualizar y expandir su capacidad de ataque.
Lo que se necesita es una nueva perspectiva y una nueva estrategia. Eso es precisamente lo que se está llevando a cabo actualmente con el nuevo enfoque de los gobiernos, las organizaciones internacionales y la sociedad civil sobre las consecuencias humanitarias de las armas nucleares – representado en las dos conferencias realizadas sobre el tema en Noruega y en México, en las declaraciones de la Asamblea General de Naciones Unidas, así como en las reuniones de los estados parte para el Tratado de No Proliferación Nuclear (NPT). Ahora Austria llevará la antorcha hacia el paso siguiente – la tercera conferencia sobre las consecuencias humanitarias de las armas nucleares, los días 8 y 9 de diciembre del 2014. La reestructura y reajuste en el enfoque sobre la naturaleza inherente de las armas nucleares parece haberse olvidado a lo largo de las últimas décadas. Sin embargo, precisamente dicho enfoque es la única forma apropiada de debatir sobre las armas más aterradoras que se han inventado – cuyo legado conocemos muy bien y que nunca más se deben utilizar.
Nos estamos acercando a los 70 años desde el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki. Lo que genera la triste certeza de que, con el pasar del tiempo, aquellos que pueden y han hablado más emotivamente sobre el terror de las armas nucleares, los Hibakusha, quienes sufrieron los horrores de Nagasaki e Hiroshima de primera mano, guardarán silencio poco a poco. Los Hibakusha han anhelado un mundo sin armas nucleares y muchos de ellos han dedicado su vida a intentar asegurar que nadie en el mundo tenga que vivir el sufrimiento por el que ellos han pasado. Sus grandes voces han logrado convencer al gobierno de Japón, cuya dependencia del llamado “paraguas nuclear” de Estados Unidos inicialmente había generado resistencia a la aceptación de la iniciativa humanitaria, para eventualmente apoyarla y participar en la próxima conferencia de Austria.
Mientras que la única medida verdadera para preservar las generaciones futuras y finalmente hacer lo correcto para los Hibakusha será cuando la última arma nuclear se desmantele, un tratado que prohíba las armas nucleares sería una manifestación importante de rechazo y estigmatización – un mensaje de los Estados de que las armas nucleares no tienen lugar en nuestro mundo. El presidente de la conferencia más reciente sobre el impacto humanitario de las armas nucleares, el Subsecretario para Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos de México, Juan Manuel Gómez Robledo, esclareció tal visión en su resumen de la conferencia, haciendo un llamado para el establecimiento de un nuevo instrumento legal que prohíba las armas nucleares y marcó al aniversario número 70 de los ataques de Hiroshima y Nagasaki como hito adecuado para lograr ésta meta.
Un tratado que prohíba las armas nucleares no es solamente un símbolo. La historia nos muestra que las prohibiciones legales regularmente preceden a la eliminación. Ese ha sido el caso de otras armas de destrucción masiva – las armas químicas y biológicas – así como otras armas cuyos efectos también eran considerados como demasiado injustos para ser utilizados en cualquier contexto, como de las minas terrestres y las municiones en racimo.
La mejor forma de honrar a las víctimas y a aquellos que han sufrido y siguen sufriendo el espantoso legado de las armas nucleares es la acción real, más que las palabras y los tributos.
En palabras de una de las Hibakusha, Setsuko Thurlow, quien ha dedicado su vida a contar su historia así como la de sus amigos y familiares que no lograron sobrevivir:
«Aunque nosotros los Hibakusha hemos dedicado la energía de nuestras vidas a prevenir a la gente sobre el infierno que representa una guerra nuclear, durante casi 70 años ha habido poco avance en el campo del desarme nuclear. Por lo tanto necesitamos un nuevo camino urgentemente, un camino que reconozca las completamente inaceptables consecuencias humanitarias de las armas nucleares — tenemos la obligación moral de prohibir dichas armas. Esperamos que éste nuevo movimiento para prohibir las armas nucleares nos encamine finalmente a un mundo libre de armas nucleares.
Ha llegado el momento de que los Estados no poseedores de armas nucleares y la sociedad civil comiencen una prohibición de las armas nucleares por el bien de la humanidad.
Tú y yo, juntos, podemos. Debemos.»
Desde hoy hasta el próximo 6 de agosto, hagamos que éste año sea recordado por el rechazo indiscutible a las armas nucleares. Hagamos un llamado a nuestros gobiernos para que apoyen las negociaciones con el fin de prohibir las armas nucleares.