A pesar de la tregua pactada hace un mes, el fin de semana pasado murieron cincuenta rebeldes y dos miembros de las fuerzas de paz francesas y de la ONU.
Juan José Aguirre es religioso en el país: «La situación está como aceite hirviendo».
Las tensiones entre el gobierno y los rebeldes mantienen en vilo a muchas regiones del país.
Por Alberto Ortiz para Desalambre
Casas quemadas, violaciones de mujeres y escuelas destrozadas. Es un escenario que se tornó en costumbre en la República Centroafricana el año pasado y al que, después de unos meses de treguas temblorosas, la población del país teme retornar. Los ataques constantes que se han repetido en las últimas semanas en el noroeste del país han incrementado el miedo.
Según fuentes militares, más de 50 rebeldes y dos personas de las fuerzas de paz francesas y de la ONU han perdido la vida este fin de semana a causa de nuevos enfrentamientos entre dos de los numerosos ejércitos que se han repartido el país: la coalición Séleka y las tropas francesas, llamadas Sangaris.
El jefe de Misión de Médicos Sin Fronteras en la RCA, Javier Eguren, ha contado a eldiario.es que en uno de los hospitales cercanos a Batangafo (lugar donde se han dado las últimas tensiones) recibieron cerca de siete heridos y 14 o 15 muertos.
Según Javier, las tensiones del 3 y 4 de agosto comenzaron tras la decisión de los Sangaris de instalarse en Batangafo, hasta ahora en control de los Séléka. Al entrar en la ciudad fueron recibidos con disparos. Los franceses devolvieron el fuego y el tiroteo se mantuvo «hasta que el martes por la mañana llegaron a una especie de acuerdo». Los Séléka, a pesar de las numerosas bajas que sufrieron mantienen el control de la ciudad y los franceses se han reestablecido cinco kilómetros más al sur.
Estas últimas tensiones están haciendo tambalearse la tregua que firmaron hace cerca de un mes los Séleka y las milicias Anti-Balaka, principales ejércitos enfrentados. Sin embargo, ambos ejércitos han llegado muy forzados al acuerdo debido a las presiones del nuevo Gobierno -formado en febrero tras unas elecciones supuestamente democráticas- y de los diferentes grupos armados presentes en el país.
Además, según el jefe de Misión de MSF, la presidenta del país ha nombrado un nuevo primer ministro que no ha logrado el consenso del Gobierno ni el favor de los Séléka, entre los que hay varias facciones y divisiones internas.
«La situación está como aceite hirviendo», ha asegurado Juan José Aguirre, obispo de una de las diócesis de la RCA, en conversación telefónica con eldiario.es. Aguirre lleva denunciando el conflicto desde su comienzo, en diciembre de 2012. Todo comenzó con la formación de un grupo de islamistas extremistas armados que se cansaron del olvido de su entonces presidente, François Bozizé.
Las subvenciones no llegaban a su región, al noroeste del país. Se pusieron el nombre de Séléka y en diciembre de 2012 comenzó un asedio a las principales ciudades centroafricanas que se ensañó de manera especial con la población cristiana. Cuatro meses más tarde y mediante un golpe de estado, tomaron el control del Gobierno que ostentarían hasta mediados de diciembre de 2013.
Mientras tanto, en Bangassou la paz la mantienen varios comités de mediación y plataformas de diálogo con los grupos armados, y en la capital, un grupo de soldados españoles controla el llamado «kilómetro 5», un paso de carretera desde donde tratan de contener la violencia.
Según Aguirre, la influencia de los ejércitos perjudica más que ayuda, sobre todo en un país cuya población está «armada hasta las cejas», explica el religioso. Cuando, a finales del pasado año, la Séléka perdió el control del Gobierno, las tropas francesas acudieron «para evitar una catástrofe». Enfrentados a la coalición islámica que se había hecho con el poder, las zonas rurales fueron el germen de unas milicias rebeldes llamadas ‘Anti-Balaka’ que pronto tuvieron el poder militar suficiente para asediar Bangui y provocar una auténtica guerra civil que tuvo que ser atajada por Francia y la ONU.
Las tropas francesas cumplieron una función puntual pero ahora, cuenta Aguirre, «la gente se pregunta qué están haciendo aquí y algunos han calificado su intervención como un auténtico fiasco». A las tropas francesas y españolas se suman los ejércitos ugandeses contratados por la ONU para luchar contra el comandante Josef Kony, perseguido por las Cortes Internacionales por el reclutamiento de niños soldados. Finalmente, las FACA son las fuerzas del propio ejército oficial del Gobierno de la RCA, presidido desde febrero por la presidenta electa Catherine Samba-Panza.
Agrupaciones militares en la RCA
Además, una agrupación de fuerzas de la Unión Africana (MISCA) compuesta por militares de países limítrofes (Camerún, República Democrática del Congo y, especialmente, el Chad) ha sido acusada de violaciones a mujeres. «Los soldados tienen latas de comida para abastecerse que comercian a cambio de relaciones sexuales con las mujeres de las zonas más pobres, que se están muriendo de hambre». Desde Médicos Sin Fronteras, Eguren confirma que hay rumores de este tipo de delitos pero puntualiza que de darse son casos puntuales, y «nunca se sabe bien lo que ocurre en estos casos, todo son rumores».
Las zonas más calientes
Los puntos más conflictivos son las zonas del noroeste del país como la región de Batangafo, donde se produjeron los asesinatos de este fin de semana, o las áreas de la frontera con Camerún, más al oeste. La coalición Séléka es en estos meses mucho más débil, lo que ha provocado que muchos musulmanes hayan tenido que abandonar el país para no sufrir la ira de los Anti-Balaka, principal contrincante de los Séléka desde que estaban en el Gobierno y con una obsesión especial contra la población islámica.
La persecución religiosa, tanto de cristianos como de musulmanes, es una de las principales razones por las que la población se está viendo obligada a marcharse del país y recaer en campos de refugiados de los países vecinos. Según datos de Médicos Sin Fronteras, en la RCA se han producido un total de 600.000 desplazamientos internos y 400.000 personas se encuentran refugiadas en países vecinos actualmente. Mientras tanto, 2,6 millones de personas precisan ayuda humanitaria en un país que tiene 4,6 millones de habitantes.
Una historia de miseria
A pesar de los últimos conflictos, la República Centroafricana es desde su independencia en 1960 uno de los países más pobres del mundo. Concretamente, el último Índice de Desarrollo Humano le sitúa como el segundo país menos desarrollado con una esperanza de vida de entre 50 y 52 años y una tasa de mortalidad infantil de las más altas del globo.
Según los datos de Médicos Sin Fronteras, en RCA sólo hay un médico por cada 55.000 personas y una enfermera o matrona por cada 7.000, de los cuales la mayoría se encuentra en Bangui dejando a las poblaciones rurales prácticamente desabastecidas de personal de salud.
«La situación sanitaria lleva ya mucho tiempo en un estado extremo de degradación. Ya de por sí frágil desde el golpe de estado de 2003, la situación no ha dejado de empeorar desde entonces. El sistema parece haberse detenido por completo», aseguró en 2011 Olivier Aubry, jefe de misión de Médicos Sin Fronteras.
Para el obispo Juan José Aguirre, la situación no tiene visos de cambiar ni en el corto ni en el medio plazo. «Deberían de construirse muchos comités de mediación en los que el perdón tendría que ser una herramienta clave», asegura. Sin embargo, afirma que «es muy difícil hablar de perdón cuando ambos bandos han sufrido auténticas barbaridades tan difíciles de sanar». «Es mucho más difícil sanar las heridas del corazón que el dolor físico», concluye.