Entrevista a dos estudiantes de Rondine, Khaled palestino y Naomi, israelí, testigos de una posible paz. [1]
Khaled y Naomi nunca se habían visto antes, tenían una sola cosa en común – o así lo creían: su experiencia en Rondine, pero en periodos distintos. Él es palestino y ella israelí. En sus ojos no había desconfianza, pero si curiosidad. Verlos tenderse la mano en Rondine es un gesto cotidiano al que nadie presta atención, sin embargo, en su tierra sus manos habrían permanecido separadas por un muro. Un gesto tan natural y tan extraordinario a la luz del feroz conflicto que estamos presenciando en estos días entre sus países! Rondine es un pequeño pueblo de Toscana, Italia, donde surgió un Centro de Estudios Superiores Internacional, en el cual durante dos años aproximadamente, jóvenes provenientes de zonas de conflicto viven juntos, aprenden a conocerse, para construir el diálogo, para descubrir a la persona que existe en su enemigo.
Khaled acaba de regresar de Palestina después de una odisea de casi dos días. Es un Rondine de Oro, o un embajador de la paz, al igual que todos los jóvenes que finalizan su viaje en Rondine y regresan a sus países para testimoniar que la paz es posible. «La situación en Palestina es terrible», comienza hablando acerca de los últimos acontecimientos que han hecho nuevamente estallar el conflicto armado en el Medio Oriente. «También en Belén estamos bajo bombas, aunque esté ahí la Tumba de Raquel, la segunda esposa de Jacob, uno de los lugares más venerados por los judíos ortodoxos en Cisjordania. Desde las 21 horas hasta cerca las 4 de la mañana, casi todas las noches comienzan los bombardeos. Es como si tuviéramos toque de queda y cada tarde nos vamos a dormir con miedo de no despertar al otro día”.
Khaled nació en Ramallah, pero vive hace años en Belén con su esposa y su hijo de un año y medio. Se trasladó por trabajo, durante años ha enseñado el italiano. Él cuenta que la situación era dramática en Palestina, incluso antes del estallido del nuevo conflicto armado. «El desempleo es altísimo, no hay economía, el turismo se ha reducido, faltan bienes de primera necesidad y vivimos en un constante clima de incertidumbre y miedo. Para nuestros jóvenes no hay futuro y la mayor parte ellos emigran; los que se quedan, a menudo terminan por unirse a las milicias, porque la ira y el sentido de impotencia se apoderan y sientes que no tienes nada más que perder, incluyendo la vida que parece no tener más valor «.
Khaled da una visión muy concreta de la situación, tiene muchas cosas que decir que no muestran las noticias oficiales: «La verdad es que la mayoría de la gente está cansada de esta guerra, la gente está consciente, siguen las noticias y existe una fuerte voluntad de comunicar que queremos vivir en paz, a pesar de que hasta ahora hemos pagado un alto precio. Hasta hoy, 23 de julio, han habido más de 680 muertos y más de 4.000 heridos. Un balance dramático que no es definitivo. Incluso en este momento, mientras hablamos, la gente sigue muriendo y todo ¿para qué? Intereses políticos que nada tienen que ver con la voluntad de la gente. Estamos hartos de todo esto y queremos paz, ciertamente con un mínimo de reconocimiento y sobretodo de derechos. A pesar de que nuestra tierra se ha reducido al 10% aproximadamente respecto de la Palestina histórica, lo que importa es vivir! «
Pregunto también a Naomi cual es su opinión sobre la situación y sus palabras rompen un silencio que pareció durar siglos: «Me siento orgullosa de ser israelí, pero en este momento estoy triste y enojada, en contra de mi país y de la política de mi gobierno, que ha convencido al mundo de que nosotros tenemos el deber de defendernos a costa de las vidas de cientos de personas, de los débiles en este conflicto. Me avergüenzo de las personas que gritan con odio por las calles y por los medios de comunicación social, invocando la venganza y la muerte de todos los palestinos». Sus palabras son duras, pero capaces de mostrar una realidad de múltiples facetas: «Pero estoy segura de que los israelíes no son todos así, yo no soy así! Yo vivo con un gran sentido de culpa este conflicto, pero traté de cambiar mi vida y ver cómo la gente me mira cuando digo que soy israelí, me duele. Me hacen mal sus miradas juzgándome, me hace mal que aún sin decirlo abiertamente vean en mí una asesina sólo por haber nacido en Israel, cuando ninguno de nosotros puede elegir donde nacer».
Naomi tiene veinticinco años, es israelí y vive en Rondine desde hace un año. Es licenciada en diseño textil y ahora asiste a un magister de Fashion Studies en la Universidad La Sapienza de Roma. Viene de Sde Boker, ciudad de Negev, famosa por el kibbutz donde se retiró David Ben-Gurion, el estadista israelí que declaró en 1948 la Constitución del Estado de Israel. «Estudiando en Italia he adquirido una nueva conciencia de la opinión pública mundial con respecto a los israelíes y el conflicto en Medio Oriente. Estoy contenta, he logrado abrir mi mente y cotejar diferentes puntos de vista, como nunca imaginé. Pero la verdad es que además de nosotros son muchos los movimientos y organizaciones que promueven la paz y el respeto de los derechos humanos, aunque la mayoría de las personas está influenciada por la propaganda y terminan pensando que tienen razón. En Israel, esto sucede desde que eres jóven. En la escuela por ejemplo, la historia de nuestros pueblos se explica de manera diferente en Israel con respecto a Palestina. Después, el sistema militar moldea los jóvenes enseñándoles a ejecutar órdenes sin hacer preguntas, inculcando la creencia de que estamos en peligro y tenemos que defendernos». Pero es necesario ver también la otra cara de la medalla de ese ejército que es considerado la tercera potencia militar del mundo, una realidad que Naomi conoce de cerca: «Cuando se habla del ejército israelí se piensa en demonios, máquinas programadas para matar. Nadie los ve como lo que realmente son: jóvenes, ingenuos, inconscientes, que tienen que obedecer, que no tienen libertad de elegir, que no pueden tener un pensamiento personal, a quienes se les enseña a ver objetivos y no personas que mueren.»
Ella también estuvo en el ejército. El servicio militar fue el acontecimiento que le cambió la vida para siempre. «En ese momento empecé a hacerme preguntas: ¿Es justo esto que hacemos? ¿Pero quiénes son los otros? ¿Son realmente enemigos? No todos logran desarrollar esta conciencia y los que lo logran a menudo no encuentran el coraje para oponerse, porque la alternativa es la prisión. Incluso yo entonces no tuve el coraje de hacerlo. No quería hacer el servicio militar, pero no sabía exactamente qué esperar y al final no me opuse. Después entendí que soy pacifista y traté de salirme. Una organización trató de ayudarme, pero habría tenido que enfrentar la cárcel por rebelarme y no lo hice. Más tarde también tomé parte en una organización que se llama Bezelem, para dar mi testimonio de ex soldado a los jóvenes y ayudarles a abrir sus mentes. Después, para enfrentar a ese enemigo del cual todos hablaban, decidí venir a Rondine. Ninguno de nosotros puede conocer a un palestino en Israel y entender cómo piensa, que cosa quiere. Esto para mi ha sucedido sólo en Rondine y aquí finalmente comprendí lo mucho que nos parecemos y que al final todos queremos una oportunidad para vivir en paz, porque no hay vida sin paz «.
Después de unos minutos parece que Khaled y Naomi se hubieran conocido desde siempre. Sus posiciones son opuestas, pero sus voces parecen ir al unísono en la misma dirección, como un único faro de esperanza en el horizonte de una locura colectiva. Pero ¿qué se puede hacer, que cosa pueden las personas hacer para cambiar la dirección de este conflicto estancado por décadas?
«Yo también soy un pacifista», desea subrayar Khaled. «Pacifista hasta la médula y espero con todas mis fuerzas poder finalmente llegar a ver la paz. Lo único que podemos hacer y lo que quiero hacer es tratar de cambiar la opinión pública respecto de los palestinos. No todos somos terroristas, de hecho, la mayoría sólo quiere ser capaz de encontrar la manera de empezar una verdadera convivencia pacífica. Es importante no acostumbrarse a la guerra y continuar cultivando la esperanza».
«Hablar, hablar, hablar!» Es el imperativo categórico de Naomi. «Esto es lo que podemos y debemos hacer. Dar testimonio que podemos vivir juntos, difundir un mensaje positivo y contrarrestar la violencia, incluso verbal. Si dijese estas cosas en mi país sería condenada por traición, pero esta es una demostración de la importancia de la palabra, se le tiene tanto miedo que está prohibida».
«En Rondine se puede dialogar», continua Khaled contando su experiencia en la Ciudadela de la Paz de Arezzo. «Parece una pequeña cosa en el mundo occidental, pero para nosotros no lo es. El conocimiento puede romper barreras. La comparación nos hace entender que somos muy similares y queremos las mismas cosas «.
Khaled llegó a Rondine en los primeros años del 2000, junto con Shaar; eran los dos primeros jóvenes del Medio Oriente en participar de este Centro de Estudios. Sonríe al recordar ese período: «Al principio hubo desconfianza, pero empezamos a ver las noticias de nuestros países juntos, para discutir nuestros puntos de vista. En muchas cosas no estábamos de acuerdo, pero hemos aprendido a respetarnos porque había una estima reciproca y porque logramos entender las razones del otro. En Rondine aprendí a escuchar, a no detenerme con la primera impresión, ser paciente y no dejar que la palabra incorrecta se convirtiera en una provocación y a aclarar cualquier malentendido. Este es el principio de la coexistencia pacífica «.
Naomi también dice que cambió profundamente en Rondine, en la forma de ser y de pensar: «Por ejemplo, antes pensaba que la solución de los Acuerdos de Oslo, de «Dos Estados para dos pueblos» era suficiente. Comparándome con los palestinos, comprendí que no es así. Por primera vez conocí a un joven que llevaba un colgante alrededor de su cuello con el mapa de Palestina en el cual no estaba incluido el Estado de Israel. Al principio, me dolía, a sus ojos habíamos desaparecido de la faz de la tierra. En cambio después hablamos y yo entendí sus razones. ¿Cómo se puede estar de acuerdo en olvidar los propios orígenes, borrar de la memoria la tierra de tus antepasados? Hoy creo que podríamos vivir juntos, en un estado, compartiendo el terreno y construir un nuevo futuro, una nueva historia que pertenece a ambos. Para mí, juntos seremos más fuertes. Crecí con la convicción de que si no haces daño a los otros, los otros no te harán daño «.
Naomi sabe bien que pocos israelíes están de acuerdo con ella sobre esto, incluyendo otros jóvenes del Centro de Estudio (de Rondine), sin embargo, no tiene miedo de expresar su opinión y junto con Khaled quiere que su mensaje vuele alto como debería hacerlo una Golondrina: ¡Escuchar! Es este el verbo más importante para ella. «Vine a Rondine para escuchar a los demás, pero para mí es importante también ser escuchada. Cuando dos personas aprenden a escucharse, a compartir la alegría, el dolor, el miedo y la esperanza, descubrimos seres humanos, descubrimos personas. En mi mensaje quiero recordar al famoso escritor israelí David Grossman, quien perdió a su hijo en el verano de 2006, durante la guerra del Líbano, porque su experiencia es un ejemplo para todos: Incluso cuando la vida es terrible, tenemos que aprender a no buscar venganza, porque no encontraremos aquello que hemos perdido quitándoselo también a los demás, porque el dolor de los demás no nos hará sentir mejor «.
«Recemos ante todo,» dice Khaled. «Cada vez que hacemos o decimos algo, preguntémonos si es correcto frente a nuestra conciencia y frente a Dios. Preguntarnos si lo que hacemos es correcto para nosotros, para nuestro futuro, para la historia, para nuestra tierra, la Tierra Santa, aquella tierra sagrada para las tres grandes religiones monoteístas. Todos somos hijos de esa tierra, y si Dios lo quiso así, debe haber un motivo. Tenemos que dar un mensaje, un mensaje de fraternidad y esperanza, que hoy no logramos ver, pero que está escrito en el destino de todos los hombres, de todas las religiones. Una tierra que tiene que testimoniar que en la diversidad se puede estar juntos y vivir en paz».
Elena Girolimoni
[1] Por razones de seguridad de las fuentes utilizamos nombres ficticios
Traducido del italiano por: Zoe Basso