Por Benoît Hervieu para corresponsal.cl
Dieciséis días. 700 Palestinos muertos mas 100.000 desplazados. 32 soldados israelíes abatidos. Tercera ofensiva de envergadura de Israel en la Franja de Gaza en seis años.
La Operación Margen Protector siembra con su balance aún mas distancia entre la esperanza de ver un día una paz duradera y acabar con lo que la opinión internacional apenas sabe nombrar ahora.
Interminable, y aparentemente sin salida, este “conflicto del Oriente Próximo” debería suscitar como tantos otros el cansancio y al final el olvido.
¿Quién entiende, fuera del continente donde ocurre, que un conflicto armado permanezca en Colombia? ¿Quién podría recordar las perdidas de una guerra en Siria tan sangrienta como la tragedia de casi 70 años que se desarrolla desde el Oeste del Río Jordán hacia el Este del monte Sinaí? ¿Y quién presta la misma atención a los desgastes del fanatismo en armas en Nigeria o en Irak?
La actualidad pasa y el espectador impotente se pierden en el flujo de las noticias; excepto en Gaza donde parecen posarse los ojos de la Web.
Al contrario de todos los epicentros de violencia en el mundo, Gaza moviliza y obsesiona. A tal punto que una verdadera lluvia cibernética réplica en tiempo real la tormenta de fuego. Todos observadores. Todos actores. Hay que reaccionar, publicar, indignarse y responder. Responder, si, ¿pero a qué? ¿Y a qué precio?
La web se enferma de Gaza, de nuestras confusiones y nuestras rabias. No pasa un día sin que las redes sociales o los diarios en línea se sometan el aguacero de comentarios y contra comentarios donde el mínimo elemento origina polémica, donde la mínima palabra llega a ser suspicaz.
“Dime lo que twitteas, que vocabulario utilizas y además lo que olvidaste mencionar y te diré quién eres.” Cada uno reivindica su verdad como última y no negociable. Contra el otro que habla, es imperativo cazar la mas pequeña coma supuestamente mentirosa, la mala intención disfrazada (a veces) en objetividad y la fuerza oculta que manipula, aquí “el judío”, allí “el terrorista”.
“¿Hablas de una victima? Entonces estas negando todas las del otro lado. Eres cómplice. Eres culpable.” La historia se ahoga y se hunde en las peores comparaciones. Los delirios de la web desbordan también en la calle. Gaza se importa y se exporta en embalajes espantosos.
En Francia, un diputado franco-israelí compara con los SS de la Noche de los Cristales Rotos a todos los manifestantes pro palestinos y los indignados de “Margen Protector”. Dentro de esos últimos, algunos usan la misma transposición obscena contra “el nazi sionista” (versión larga) o “los judíos” (versión corta).
Cada uno anda con su Gaza, su Israel, su judío, su árabe y se inventa como víctima obligada a “resistir”, mientras afirma como todos “querer la paz”.
En esta sopa venenosa donde se mezclan la geopolítica, los sentimientos humanitarios, las identidades con sufrimientos y revueltas así como los deseos reprimidos indecibles; no se trata de entender ni de pensar con razón.
Es cierto. Gaza nos hace víctimas. De nosotros mismos y de nuestras certidumbres hechas con nuestros odios, nuestros resentimientos, nuestros miedos, también nuestras ilusiones y emociones virtuales.
¿Creemos en serio, que bajo este clima, podemos contribuir a la recuperación del proceso de paz? Mientras tanto, allí, en el muy real noroeste del Néguev, un gobierno israelí y un Hamas que no quieren la paz a ningún precio pueden continuar la escalada de fuego.