Por Fernando Dorado
La burguesía «transnacionalizada» (los Slim, Pacific Rubiales, Sarmiento Angulo, Santodomingo, Gilinski, Ardila Lulle, Sindicato Antioqueño y demás), representada por Santos, es fuerte en lo económico pero débil en lo político.
Siempre lo fue. La burguesía colombiana es profundamente conservadora. Nunca se ha enfrentado en verdad al latifundismo reaccionario y clerical (Uribe). Se debe a que comparten raíces sociales y económicas. La burguesía colombiana nació en el seno de la oligarquía terrateniente y por ello nunca romperá con sus herencias. Por eso inventa una «tercera vía» que no es más que neoliberalismo adobado con reformas de apariencia.
La burguesía «transnacionalizada» sabe que si abre válvulas verdaderamente democráticas en Colombia, el pueblo va a pasar por encima de ella como ha ocurrido en otros países de América Latina. Eso explica su temor, vacilaciones e inconsecuencias.
Por otro lado, la burguesía burocrática – mandadera de los grandes “cacaos” –, representada por políticos de profesión y contratistas del Estado (los Gavirias, Samper, Serpas, Yepes Alzates, Cristos, Galán, Barreras, etc.), se debate entre quedarse del lado de los neoliberales empedernidos o acercarse al movimiento democrático para hacer más creíbles las reformas y recuperar terreno dentro del Estado. Necesita con urgencia revivir sus postulados “socialdemócratas” para no perderse en la tercera vía santista.
Es por esa circunstancia que en los próximos meses el principal forcejeo se vivirá al interior del Partido Liberal. El “gavirismo” se volverá a enfrentar con el “serpismo”. Y aunque sus diferencias están más en la retórica que en la realidad, la incapacidad de Santos para avanzar consistentemente hacia lo social hará que algunos liberales que no se quieren enterrar con la oligarquía, se desplacen con cierta decisión hacia el movimiento democrático. Los acuerdos entre el “petrismo” y el grupo de Guillermo Rivera reflejan esa tendencia.
En el caso de la burguesía agraria no le queda otro camino que seguir a la cola del latifundismo retrógrado. La supuesta amenaza del “castro-chavismo” va a seguir jugando. Esa alianza uribista seguirá al servicio de la estrategia guerrerista de los “neo-cons” gringos, afinará sus intrigas y complots desde el interior y exterior del Estado contra el proceso de Paz (Ejército, Procuraduría, Altas Cortes, Bacrims) y – como la ha anunciado – buscará la forma de apropiarse de alcaldías y gobernaciones en todo el país.
En el campo económico y social la burguesía agraria (cafetera, lechera, arrocera, papera, etc.) va a intentar seguir utilizando a los pequeños y medianos productores y a los campesinos pobres para mantener subsidios del Estado y obtener otras ayudas para sus proyectos productivos utilizando la consigna de la “defensa de la producción nacional”, pero se va a cuidar de no permitir que esas luchas avancen hacia verdaderas políticas anti-neoliberales como la exigencia de revisar los TLCs o la reforma agraria democrática.
En el caso de la pequeña-burguesía alta (medianos empresarios, comerciantes, profesionales exitosos y otros), que disfrutan del régimen neoliberal y que se expresan políticamente dentro de los partidos “santistas” y aún de los Verdes, van a apoyar con decisión a la “tercera vía”, apoyan el proceso de Paz y aspiran a que Santos realice un gobierno en la línea de Lula en Brasil, pero con discurso de centro-derecha. Por ello hablan de equidad, lucha contra la pobreza, “modernización” del Estado, apoyo a la educación y a la ciencia, pero todo en el marco del libre comercio y la globalización neoliberal.
Las clases medias en proceso de empobrecimiento son parte fundamental del movimiento democrático. Saben que por el camino que van no llegarán a ninguna parte. Cada vez trabajan más y se endeudan lo mismo. Los impuestos son casi que confiscatorios. Ven a diario cómo sus esfuerzos productivos – especialmente en áreas de servicios – enriquecen finalmente a los grandes monopolios que son los verdaderos dueños de las cadenas productivas y del sistema financiero. Pero también le temen a un régimen “estatista”, burocrático, asistencialista, que cierre los espacios de creatividad e innovación tecnológica y productiva. La situación de Venezuela los asusta aunque ven en Ecuador un ejemplo a seguir. Dudan, pero dan pasos para encontrarse con los trabajadores y campesinos pobres.
Los trabajadores y campesinos pobres no tienen otra salida más que profundizar su lucha contra el régimen neoliberal y ayudar a construir el movimiento democrático. Deben crear condiciones que les permitan avanzar hacia cambios estructurales en la sociedad en lo político, económico, social y cultural. Paralelamente tienen que construir un instrumento político que, sin aislarse del movimiento democrático, les permita avanzar hacia transformaciones post-capitalistas en el mediano plazo. El principal peligro que afrontan es que sus aliados burgueses y pequeño-burgueses en el movimiento democrático, traicionen la causa popular y se sean cooptados por pequeñas dádivas o burocracia.
La táctica del momento
 
Las fuerzas independientes, alternativas, progresistas y de izquierda que hacen parte del movimiento democrático (“el partido del pueblo” lo llama un amigo) coinciden en el apoyo a la solución política al conflicto armado y el fortalecimiento de las garantías democráticas dentro del Estado Social de Derecho (burgués). Derrotar totalmente al uribismo es la tarea inmediata.
¿Quiénes son los independientes? Son las fuerzas políticas que tienen como principal consigna la lucha contra la corrupción y el clientelismo. Los alternativos, desde posiciones étnicas, culturales y ambientalistas, propugnan por transformaciones democráticas del Estado, luchan por participación, descentralización política y nuevos enfoques en el modelo de desarrollo. El progresismo se destaca por la defensa de lo público y la inversión social. Y la izquierda tiene un programa anti-neoliberal, lucha por soberanía nacional y cambios estructurales. Todos se interconectan y superponen aunque tienen diversos énfasis.
En la actualidad estos sectores se debaten entre hacer una oposición cerrera al gobierno de Santos (MOIR), impulsar una “oposición inteligente” (Clara López y otros), realizar una colaboración parcial y condicionada (“petrismo”), o exigir la participación decidida en el gobierno de Santos con base en propuestas programáticas. Ésta última fórmula nadie la ha planteado – hasta ahora – bajo el argumento de que el gobierno no la va a aceptar.
Creemos que en este momento tan particular de la vida colombiana – así parezca contradictorio y hasta paradójico –, el movimiento democrático para diferenciarse del santismo y enfrentar al uribismo, debe proponerle al gobierno de Santos la constitución de un gobierno de “coalición democrática”. La única forma de desenmascarar a Santos ante el grueso de la población es planteándole decididamente la participación en su gobierno con base en un paquete de reformas democráticas (y ministerios para concretarlas), para sustentar la verdadera Paz que necesitamos los colombianos.
Si Santos no acepta, se habrá desenmascarado su «tercera vía». Si acepta, avanzamos. Si nos bloquean la aprobación de las propuestas dentro del mismo gobierno, renunciamos a esos cargos y dejamos en la mente del pueblo nuestra voluntad de cambio y de ser gobierno. Lo único que falta es que los dirigentes del movimiento democrático (Carlos Gaviria, Clara López, Gustavo Petro, Aída Abella, Antonio Navarro, Iván Cepeda, Feliciano Valencia, Claudia López, Piedad Córdoba y muchos otros), unifiquen sus esfuerzos y actúen con verdadera audacia revolucionaria.
La simple oposición envía un mensaje de incapacidad y falta de iniciativa. La oposición cerril nos coloca al lado de Uribe.
Popayán, 9 de julio de 2014
Fuente: www.alainet.org