Al Negro Fontova
También se lo conoce como asno. O sea, usted elija cómo llamarlo, pero no se admiten palabras soeces ni términos que hagan rima. Según el diccionario es un animal doméstico de la familia de los équidos. La misma fuente asegura que fue domesticado en África allá por el siglo V antes de que Cristo, ese judío converso, se hiciese trending topic,. Desde entonces se lo utiliza como bestia de carga y cabalgadura (que es una forma delicada de formar un subgrupo de lo anterior).
Durante el Imperio Romano, además de ser animal de transporte de cosas y personas, estuvo consagrado al dios Príapo por el tamaño de su falo, pero como soy ateo dejaré pasar esa parte de la Historia porque, creo, no tiene mucha importancia para el asunto que me ocupa.
Desde las «Fábulas», de Esopo, pasando por «El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha» o «Platero y yo», de Juan Ramón Jiménez (que alguna profesora de Literatura nos hizo leer hasta el hartazgo), o el «burro Benjamín» de «Rebelión en la granja», de George Orwell, las artes y las letras han recurrido a su figura gris.
Para los romanos era presagio de calamidades y William Shakespeare, en «Sueño de una noche de verano» lo describe como símbolo de ignorancia. Dice la tradición cristiana que Cristo entró en Nazareth montado en un burro y así le fue, pero dejemos, por esta vez, al barba en paz.
Viajó a Malvinas («a título personal» se apresuraron a aclarar sus congéneres políticos). Lo hizo en compañía de José Duarte, excombatiente argentino de la guerra de 1982 y cómplice del «carapintada» Aldo Rico en la sublevación de 1987 contra el gobierno constitucional de Raúl Alfonsín. Admitió que su pasaporte sea sellado por las autoridades isleñas bajo la denominación de Falklands. Es decir, el diputasno aceptó la soberanía pirata.
Así comenzó su camino hacia la presidencia, dice.
Se llama Julio César Cleto Cobos y, salvo el asunto ese de Príapo (que no me consta ni quiero que), todo lo detallado más arriba lo describe bastante bien, pero en versión asno o burro bípedo.