El escenario político de América Central viene pasando por importantes cambios en los últimos tiempos. Especialmente Costa Rica, El Salvador y Honduras demuestran esa tendencia. Sin embargo, aún es necesario tener cautela, dado que no hay garantías de que los cambios significarán una nueva manera de hacer política, orientada hacia el pueblo y no hacia las elites oligárquicas ultraconservadoras. El análisis es de Albrecht Koschützke y Hajo Lanz, en el documento «Tres tenues luces de esperanza. Las fuerzas de izquierda ganan impulso en tres países centroamericanos”.

 

Desde hace casi un siglo, Costa Rica no vivía elecciones tan intensas. Después de la confirmación de que habría una segunda vuelta en las elecciones presidenciales, el candidato Johnny Araya, del Partido Liberación Nacional (PLN) –el mismo de Laura Chinchilla y Óscar Arias– abandonó la disputa y abrió el espacio para la victoria de Luis Guillermo Solís, del Partido Acción ciudadana (PAC). Hasta hace muy poco tiempo, Solís era una figura poco conocida por la población, pero sin embargo fue electo con el 80% de los votos.

 

«No se puede hablar de un desplazamiento hacia la izquierda como consecuencia de estas elecciones. Lo que se verifica es, en realidad, un distanciamiento de los partidos tradicionales, el PLN y el PUSC. Esto sí constituye una tendencia persistente. A pesar de que los habitantes de Costa Rica no se situaron necesariamente más a la izquierda que en elecciones anteriores, los electores son ahora más jóvenes, críticos, informados y urbanos. Son fuertes defensores de su sistema democrático, de sus conquistas sociales y de su ambición por el éxito económico y el ascenso social”, se analiza en el documento.

 

En Panamá, desde 2009, el Partido Revolucionario Democrático (PRD), el mayor partido del país, viene sufriendo un debilitamiento, disputas internas y pérdida de espacio. Lo mismo viene ocurriendo con Cambio Democrático (CD), partido del ex-presidente Ricardo Martinelli. El debilitamiento de los partidos tradicionales abrió el espacio para el surgimiento de nuevos grupos de intereses políticos y permitió la victoria de Juan Carlos Varela (Partido Panameñista), que asumió el sillón presidencial el último martes 1º de julio. Sin embargo, no hay grandes expectativas alrededor de su gobierno; se cree que va a continuar la política de Martinelli.

 

Sobre el escenario político de Nicaragua, comandado por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), los autores destacan algunas polémicas, como la manipulación de la decisión de la Corte Suprema de Justicia, que declaró la invalidez del artículo 147 de la Constitución (prohibición de la reelección inmediata del presidente). El documento considera que el Frente Sandinista perdió toda su credibilidad, entre otros motivos, porque el gobierno se corrompió a favor de intereses particulares.

 

Por primera vez en la historia, Honduras tiene una oposición parlamentaria. Con la llegada del Partido Libre, nacido a partir del movimiento antigolpista ‘Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP)’ se quebró el bipartidismo. A pesar de haber perdido las elecciones presidenciales de 2013, el Libre es hoy el partido opositor más poderoso del país y considerado como la segunda fuerza del Parlamento. «Ese partido puede modificar la democracia hondureña, el trabajo parlamentario y el discurso político del país”, destacan Albrecht Koschützke y Hajo Lanz.

 

En El Salvador, otra vez, el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional – FMLN conquistó el sillón presidencial. Con el fin del gobierno de Mauricio Funes, cuya actuación despertó críticas incluso dentro del partido, comenzó la era Sánchez Cerén, considerado un presidente realmente de izquierda y con raíces en el FMLN. El documento destaca que la apretada victoria de Cerén obliga al gobierno a no defraudar las esperanzas del pueblo de que continúen las reformas iniciadas.

 

En Guatemala, no hay registro de cambios políticos. Los partidos se encuentran fragmentados, muchos tienen una brevísima vida útil. En los últimos 20 años, surgieron 60 partidos y, actualmente, hay más de 20, pero pocos tienen plenas condiciones de presentar un proyecto y un programa político dignos de los problemas que enfrenta el país.

 

Los autores analizan los avances encontrados en el escenario político centroamericano con cuidado para no generar expectativas en exceso y destacan: «Es algo incierto todavía que las fuerzas progresistas puedan convertir en realidad las esperanzas. No han habido grandes debates programáticos y no se destaca necesariamente una nueva cultura política. Por eso, resta esperar si el PAC, el Frente Amplio, el Libre y el FMLN se afirmarán como partidos programáticos, en vez de ser asociaciones electorales tradicionales, si la democracia interna en los partidos será una realidad y dejará de ser una mera promesa, y si los partidos podrán, finalmente, transformar su discurso en una política práctica”.

 

Lea el análisis completo en:

www.nuso.org/upload/articulos/PERSPECTIVA%20Koschuetzke%20Lanz.pdf.

 

Traducción: Daniel Barrantes – barrantes.daniel@gmail.com