Una carta abierta firmada por más de 815 científicos de 82 nacionalidades está dando la vuelta al mundo. El texto comprueba, mediante evidencias científicas, los perjuicios causados por los organismos genéticamente modificados (OGM) a la biodiversidad, a la seguridad alimentaria y a la salud humana y animal. Basados en el principio de precaución, los científicos piden la prohibición de cualquier tipo de patente de forma de vida y procesos vivos, alertando sobre la necesidad de suspensión inmediata de venta y cultivo de transgénicos en todo el mundo.
Los científicos piden la suspensión de las licencias ambientales para cultivos de transgénicos durante por lo menos cinco años para la realización de investigaciones públicas exhaustivas, con la justificación de que las patentes de formas de vida y procesos vivos «amenazan la seguridad alimentaria, promueven la biopiratería de los conocimientos indígenas y de los recursos genéticos, violan los derechos humanos básicos y la dignidad, el compromiso de la salud, impiden la investigación médica y científica y son perjudiciales para el bienestar de los animales”.
Al contrario de lo que se viene propagando, el cultivo de transgénicos no trae ningún beneficio a los agricultores y consumidores. Todo lo contrario, los cultivos transgénicos exigen el uso de mayor cantidad de herbicidas y proporcionan menos rendimientos económicos a los agricultores. Una estadística basada en 8.200 testeos de campo del cultivo transgénico más popular -la soja- mostró que la soja transgénica rinde 6,7% menos y requiere de dos a cinco veces más de herbicidas que las variedades no modificadas genéticamente, señalan en la carta.
Otra grave consecuencia del cultivo de transgénicos tiene que ver con el potencial de transferencia horizontal de genes, que incluye la difusión de genes marcadores de resistencia a antibióticos, al punto de convertir en incurables algunas enfermedades infecciosas y promover la creación de nuevos virus y bacterias causantes de enfermedades y mutaciones. Por esto, las actuales técnicas que explotan procesos vivos no son consideradas confiables, sino «incontrolables e imprevisibles”.
La carta revela también que memorandos secretos de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos dejan en claro que fueron ignoradas las advertencias de sus propios científicos de que la ingeniería genética es un nuevo punto de partida e introduce nuevos riesgos. Además, el primer cultivo transgénico liberado para su comercialización –el tomate Flavr Savr– no pasó los testeos toxicológicos.
El ADN transgénico no es transmitido sólo por la ingestión del alimento genéticamente modificado. Hay evidencias de que esa transmisión puede ocurrir sólo por el contacto con la polvadera y el polen de las plantas transmitidas por el aire durante el trabajo agrícola y el procesamiento de alimentos, ocasionando serios riesgos a aquellos que manipulan los alimentos genéticamente modificados.
Además de los perjuicios directos para la salud, el cultivo de transgénicos ampliaría las desigualdades sociales e impediría la expansión de una agricultura sustentable y garantizadora de la seguridad alimentaria. Por otro lado, los científicos recuerdan que ya fueron comprobados en estudios la productividad y los beneficios sociales y ambientales de la agricultura ecológica y familiar, de bajos insumos y completamente sustentable. Este modelo contribuye más a la ampliación del desarrollo económico, a la conservación de la biodiversidad y es señalado como la mejor forma posible de combatir el hambre y la pobreza.