Me parece que hay que observar un peligro que también tienen las cosas bellas.
Al elevarlas a tal categoría, ocupan la plaza de imágenes deseadas y entonces, muchas tensiones que necesitan catarsis, tienden a dirigirse a esas imágenes deseadas. Si el resultado es mínimamente satisfactorio en cuanto a distensiones, es muy fácil quedarse ahí, en la simple compensación. Así, “lo bello” se convierte a menudo en punto de fuga.
Por poner un ejemplo y por lo que sé de él, la famosa saudade brasilera parece haber producido el siguiente circuito. Cuando un emigrante portugués o un esclavizado africano en aquellas tierras sentía tristeza, agarraba su instrumento musical y canalizaba esa tristeza emocionalmente, traduciendo aquel sentimiento en una música muy bella, sentida y rica. Sus tensiones situacionales mutaban en un espléndido desarrollo musical que ahora exaltaba como “felicidad”. Y con el paso del tiempo, la cultura brasilera fue conocida como la del tudo bem, y tuvo problemas en moverse en la dirección de trasformación social, en convertir la saudade en algo más allá de su sublimación y compensación. Y en un país de profundas desigualdades, el sistema instaló y vendió sus tópicos nacionales de la alegría sambera, el fotebol y las playas con palmeras…
Ese pretende ser solamente un ejemplo. A todos los pueblos nos ha pasado exactamente lo mismo en este sentido, cada cual con sus formas, situaciones y herencias.
Más general me parece el ejemplo de lo afectivo. Las parejas y amistades, como intangibles bellos que imaginamos, cubrieron el espectro de los temores a la soledad y de la decreciente auto-valoración, propia de un mundo que caminaba hacia la rotura de los tejidos sociales, de los vínculos. Cuando nos sentíamos solos y vacíos, corríamos a echar mano del mundo de relación. Y eso, calmaba provisionalmente aquellas tensiones y climas negativos. Pero al quedarse ahí, desaparecía toda dinámica hacia lo transformador. Desaparecía el criterio de realidad desde donde se hubiera visto que luego había muchas más dificultades sobre las que seguir saltando. La tendencia era a considerar esas relaciones como metas ganadas, y que ahora sus objetos, capturados por nuestros actos, deberían dedicarse estática y estrictamente a satisfacernos en retribución del “esfuerzo” realizado…
Podemos considerar “puntos de fuga” a todo aquello que habiendo sido anhelado y considerado bello, se ha perseguido solamente por compensación de tensiones, y se ha estancado en su aparente resolución. A todo aquello que no nos ha permitido seguir asumiendo y acometiendo una permanente dinámica superadora, hacia un más amplio bienestar personal y conjunto.
Las artes y los “amores” son dos de los campos típicos para eso.
Quizás estemos ya en condiciones de ensayar la diferencia que pudiera existir entre arte catártico y arte transferencial, y entre amores catárticos y amores transferenciales.