Análisis de Joanna Lillis.-
En el marco de la celebración del Día de la Victoria, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, aprovechó para montar un espectáculo de apoyo a sus esfuerzos por reunir a las antiguas repúblicas soviéticas.
El 9 de mayo se conmemora el triunfo de la hoy disuelta Unión Soviética y de los aliados sobre la Alemania nazi, que puso fin de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), y fue una ocasión para que los rusos se dieran el gusto de flamear el pabellón patrio en Moscú.
Putin aprovechó la víspera para reunir en el Kremlin a los presidentes de Armenia, Belarús, Kirguistán y Tayikistán.
Luego del éxito del movimiento Euromaidán, que derrocó al gobierno de Ucrania aliado de Rusia, Putin se ha dedicado a reforzar el apoyo de otros países que formaron parte de la Unión Soviética para promover su agenda política.
En especial, está priorizando la creación de un bloque económico regional como precursor de una unión política más amplia entre los estados euroasiáticos.
El Euromaidán fue un alzamiento popular que estalló en noviembre en la capital de Ucrania, cuando el régimen decidió no proseguir los acercamientos con la Unión Europea (UE).
La firma del tratado constitutivo de la Unión Económica Euroasiática está prevista para fines de este mes en esta capital, con la intención de que esté vigente en enero de 2015. Será una ampliación de la actual Unión Aduanera, una zona de libre comercio integrada por Belarús, Kazajstán y Rusia.
Armenia y Kirguistán tienen previsto incorporarse a la Unión Aduanera antes de fin de año.
Mientras Putin daba una cálida bienvenida en Moscú a los miembros existentes y potenciales del bloque, en apariencia para mantener conversaciones sobre seguridad y sin relación con el proyecto de integración económica, la pregunta en la punta de la lengua los observadores era si estos países firmarán o no la creación de la Unión Económica Euroasiática en menos de tres semanas.
Es que el 29 de abril se celebró una desastrosa reunión de la Unión Aduanera en Minsk, donde las expectativas de cerrar el trato se diluyeron porque Putin y sus contrapartes, Alexander Lukashenko, presidente de Belarús, y Nursultán Nazarbáyev, de Kazajstán, reconocieron que tenían discrepancias sobre la redacción del documento.
La llamativa ausencia del presidente de Kazajstán en el encuentro de Moscú el día 8, convocado por la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, hizo pensar en diferencias de opinión. La oficina de Nazarbáyev no quiso hacer comentarios a EurasiaNet. Pero algunos observadores interpretaron su falta como un desaire a Putin, uno de sus más cercanos aliados.
Mientras otros gobernantes de la región fraternizaban en el Kremlin, Nazarbáyev mantenía un tête-à- tête en Astaná con un alto funcionario de Estados Unidos, el archirrival geopolítico de Rusia en el conflicto con Ucrania.
El subsecretario de Estado de Estados Unidos, William Burns, aprovechó la reunión con Nazarbáyev para garantizar el compromiso “duradero” de su país con Kazajstán y Asia central, cuando la crisis ucraniana ayuda a “realzar lo que está en juego”, según un comunicado de la cancillería estadounidense.
Analistas regionales coinciden en que los últimos acontecimientos no indican problemas insuperables para la creación de la Unión Económica Euroasiática.
“Es difícil predecir algo en estos tiempos, pero me parece que se va a firmar el tratado, aunque sea una versión reducida, y los asuntos más difíciles se resolverán luego”, dijo Nargis Kassenova, directora del Centro de Estudios de Asia Central de la Universidad Kimep, en entrevista con EurasiaNet.
“Si no se firma sería un duro golpe para la reputación de Putin, pero también para la de Nazarbáyev”, opinó. “Ambos invirtieron mucho capital personal en la iniciativa”, añadió.
Asimismo, Alex Nice, analista regional de la Economist Intelligence Unit, con sede en Londres, también cree que los planes de integración están más o menos encaminados.
“Es posible que se demore la firma definitiva del documento, pero estoy seguro de que el tratado entrará en vigor en enero próximo”, opinó en entrevista con EurasiaNet.“Las negociaciones están muy avanzadas”, recordó.
“Por supuesto, algunas de las disposiciones más controvertidas quedarán sujetas a periodos de transición más prolongados”, agregó Nice.
Las probabilidades de que el acuerdo se firme a tiempo son “muy grandes”, coincidió la especialista en seguridad regional Aida Abshaparova, de la Universidad del Oeste de Inglaterra.
Nazarbáyev es un hincha de la integración, subrayó, y la firma del tratado en Astaná tendrá un gran “simbolismo” para él, quien fue el primero en proponer el concepto de unión euroasiática, mucho antes de que Putin lo retomara, y por ello se considera el “padre de la idea”.
Las especulaciones de descarrilamiento surgieron en versiones de prensa el día 7 acerca de que el primer ministro de Kirguistán, Joomart Otorbayev, deseaba posponer la integración de su país por un año, pero su portavoz, Gulnura Toraliyeva, lo desmintió.
Otorbayev dijo en cambio que Kirguistán concluirá el proceso legislativo para incorporarse a fines de este año, informó Toraliyeva a EurasiaNet por teléfono.
Se espera que Armenia se sume pronto, aunque su ingreso está trancado mientras el país negocia unas 900 excepciones al arancel común de la Unión.
Los analistas creen que incorporar economías débiles como Armenia y Kirguistán es un escollo para las negociaciones. A Kazajstán y Belarús les preocupan las consecuencias económicas que pueden tener los esfuerzos rusos para ampliar su influencia geopolítica.
Quizá la mayor amenaza para el éxito de la Unión Económica Euroasiática son las acciones de Rusia en Ucrania, especuló Kassenova.
“La crisis de Ucrania socava la política de Rusia en el espacio postsoviético”, opinó. “Ahora se ve al país como a un matón que no respeta la soberanía de sus vecinos. Además, el conflicto socavó la economía rusa, que ya no tiene la misma capacidad para oficiar de locomotora de la integración”, añadió.
“Por un lado, la crisis podría dar mayor poder de negociación a Belarús, Kazajstán y Kirguistán”, prosiguió. “Y por otro, el destino de todo el proyecto está en suspenso: ¿Tendrá Rusia la voluntad y los recursos para apoyarlo y patrocinarlo?”, cuestionó.
Joanna Lillis es una periodista independiente especializada en Asia central. Este artículo fue originalmente publicado en EurasiaNet.org.