Y si siguen así no les va a costar mucho. Todos los días suceden sucesos (sí Emilio, es a propósito), me tiran noticias y comentarios que me tienen de aquí para allá, voy hasta la biblioteca y de allí al baño, y del baño a la cocina y de la cocina al jardín, a buscar. Busco una explicación coherente que ponga las cosas en su lugar. Si es que estas cosas, precisamente, tienen un lugar lógico. Comienzo.
El precio de los combustibles tuvo en Argentina un aumento del 45% desde enero hasta el momento de escribir estas líneas. El consumo de combustibles tuvo, en el mismo período, un incremento del 4%. Primera incongruencia. Ratificada ayer en la rotonda de entrada a la ciudad de Mendoza, viniendo del este. Un grupo de personas muy ocupadas y preocupadas esgrimía carteles con la patriótica leyenda «Si no le alcanza lo que gana TOQUE BOCINA». Automóviles de alta gama con mujeres y tipos de alta plata en su interior, camionetas 4×4, o sea 16, vehículos con patentes iniciadas en L, M y N se sumaron al jolgorio dominguero. Si a esos especímenes no les alcanzaba la guita yo era un cachalote subacuático o algo parecido (si Gladys, te veo la intención de confirmarlo). Empecé a notar cierto desconcierto en mi capacidad perceptiva, pero me dije que, probablemente, se debía a la emoción que iba a vivir en un rato con mis compañeros de la radio. Estábamos yendo al encuentro de queridos amigos, sólo conocidos hasta ese momento, a través del micrófono. Sigo.
Es vox populi el nuevo papelón del Gerente de la CABA (Ciudad Autista de Buenos Aires). Esta vez desnudó su cariñosa concepción del piropo a las mujeres como herramienta de campaña electoral. Antes fueron sus reflexiones científicas acerca de la homosexualidad, el respeto y el cariño por los enfermos psiquiátricos y sus médicos y enfermeros, su asombrosa capacidad de ventrílocuo y tantas otras muestras de seducción política. Es que parece ser que el núcleo supuestamente más culto y politizado del país, la capital nacional del linchamiento, el lugar en el que viven los más ricos y famosos es también el territorio en el que, tipos como él son premiados en cada oportunidad con el voto complacido de la mayoría. Una vez más, entonces, la culpa no es del monstruo sino del que lo inventa y lo alimenta. Avanzo.
El exdirector del Departamento para el Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional, Claudio Loser, ha declarado que nuestro país está «débil» y necesita más «ajustes». Para escarnio del pago chico (sí Manolo, ya sé, tratándose del FMI nunca el pago es chico), el sujeto está plagado de masters, condecoraciones y medallas académicas, pero se graduó en la Universidad Nacional de Cuyo. Lo que contribuye a provocarme cierto mareo conceptual es que un tipo que se llame Loser nos dé consejos de ganador. En fin, vade retro. Prosigo.
La escena es verídica. Me declaro incapaz de imaginar tanto delirio. Se discutía en Comisiones de la Cámara de Senadores de la Nación el proyecto de ley para tratar de terminar con la informalidad laboral. El trabajo en negro, como dicen los periodistas y empresarios blancos. Parece que, aunque usted no lo crea, el debate venía un poquitín aburrido. Entonces surgió él, Alfredo De Angeli, prócer sojete, y sacudió la modorra. Propuso que, ya que estaban con ganas de laburar, podrían reglamentar el trabajo infantil en el campo. Se escucharon muchos estupores y algunas carcajadas. Aquellas, sospecho que sinceras. Éstas, espontáneas. Bueno es reconocer que el miembro militante de la burocracia de la Federación Agraria Argentina, hoy en maridaje vergonzoso con la Sociedad Rural que fundara un Martínez de Hoz para fundir la patria en su beneficio, fue ungido legislador por voto popular, mal que nos pese. Hay más.
Empate. El Papa hizo gala de su muñeca política. Preguntó por Cristina y todo bien. Al interior del Vaticano jugó al empate. Canonizó a Karol Woytila, conocido como Juan Pablo II, «el jefe de la mafia polaca en el Vaticano», halago que no me pertenece sino al periodista y escritor español Arturo Pérez-Reverte, y a Angelo Roncalli, conocido como Juan XXIII, «el Papa bueno», según quedó para la posteridad. Uno, protector de pedófilos, cómplice de las multinacionales y viajero mediático, actor. El otro, promotor de una Iglesia de y para los pobres, al amparo de su papado nace, entre otras iniciativas, la Teología de la Liberación. Mis queridas vecinas estrenan santos nuevos y si ellas están contentas yo también, aunque ver tanto ritual majestuoso y la presencia de un Joseph Ratzinger recién salido del frasco de formol me produjo un pequeño y fugaz vahído. Pero ya estoy mejor.
Los esfuerzos de Jorge Bergoglio por poner la secta universal a tono con los tiempos nuevos le viene produciendo algunos trastornos. Ni hablar por teléfono le resulta gratis. Ante la consulta de una señora, casada con un señor (por ahora vamos bien, nada raro), divorciado él, acerca de si podía o no comulgar o si permanecía en pecado irreductible, Bergoglio fue hasta el salón correspondiente, tomó el aparato y marcó. La pareja ameritaba una respuesta. Tal vez porque vive en San Lorenzo, Santa Fe, y ya se sabe que Francisco lleva los colores de la camiseta del club impregnada en su vida. Y además, Santa Fe, ¿qué más hacía falta para que pensara que era un designio divino? Un santo y una santa. Le dijo que sí, que avanti con tutti. Se armó la que se armó. A los vetustos ritualistas de las cavernas les subió la mostaza celestial y poco faltó para que le digan que era mezcla de anticristo y miembro del Comité Central del PC Argentino. Que para esos tipos «no es lo mismo, pero es igual», como canta Silvio.
La cuestión es que hubo que salir a calmar las iras divinas. Y en el Vaticano siempre hay alguien dispuesto. El vocero oficial declaró que «Lo que diga Francisco en sus conversaciones privadas no refleja la posición de la Iglesia». Y eso sí que es revolucionario. Al diablo (perdón, se me escapó) con el dogma de la infalibilidad papal. Desde el 18 de julio de 1870 y por decisión del Concilio Ecuménico Vaticano I el Papa no se equivoca nunca. Parece que en esa época había nubes de discrepancias en el conventillo y se resolvió así, pero con retroactividad. Es que si se trata del delegado del jefe máximo no podía ser de otra manera. Para atrás y para siempre. Pero no. Desde ahora cuando el Papa habla por teléfono o grita un gol del Pipi Romagnoli o le dice a su cocinera que al churrasco le falta sal o que prefiere un libro de Cortázar a uno de Danielle Steel, el tipo es falible.
No lo lograrán. Ya es tarde, mis locuras son más creativas. O eso espero.