Por Sara Rosenberg.-
Mucho se ha hablado de la muerte como industria, para calificar los campos de concentración que funcionaron sin cesar en la Alemania nazi. El carburante era el miedo, el terrorismo de estado .
Persecución, esclavitud y desaparición fueron las tres partes esenciales de ese proceso que desarrolló una enorme industria de guerra, una industria colonial y una cultura hegemónica y colonialista que se perpetuó.
En nuestras “democráticas” sociedades capitalistas, la gran industria contemporánea sigue siendo la industria de la muerte. La industria de la guerra. En el núcleo de la forma de vida y de las relaciones sociales está la muerte industrial, la muerte como núcleo económico esencial del capitalismo. La gran industria actual, dirigida por la banca y las grandes corporaciones es la industria armamentística que abarca las comunicaciones, el espionaje, la ciencia, la producción de engendros bélicos cada vez más sofisticados, la legislación que lo ampara y hasta los gobiernos “democráticos-representativos” que le brindan la careta perfecta y el consenso de una masa obligada a producir aquello que esta industria punta requiere. Química, armamentística, de telecomunicación, siderúrgica, minera, de la construcción, científica o de derivados del metal.
He seguido estos días la historia y la producción de algunas empresas que fabrican productos de metal. Cubiertas, rejas, vallas, alambre, postes, que bien podrían servir para construir viviendas, escuelas, hospitales, granjas. Pero en la Europa “democrática”, estas industrias fabrican aquello que en este momento son las que requiere el mercado. Fabrican vallas para “proteger las fronteras” o “vallas de alta seguridad”. De más está decir que estas empresas son legales, tienen grandes instalaciones, diversas sedes, contratan a trabajadores que están condenados a producir aquellos instrumentos que se vuelven o se volverán siempre contra si mismos, sean vallas, armas, cuchillas especiales, bombas de racimo o minas antipersonales. España es uno de los productores más importantes de bombas de racimo, después de que fueran “prohibidas” las minas antipersonales. Lo entrecomillo sólo para aclarar que no se han prohibido sino que han derivado hacia las de racimo, y que se fabrican minas con formas de juguetes, mariposas y flores. El actual ministro de defensa español, Morenés, es uno de los propietarios y accionistas más importantes en estas empresas de la muerte. La costa de Cádiz ha sido cedida a las bases militares americanas, en Rota se han instalado los bombarderos yankis, y desde allí fueron disparados los dos misiles contra Siria que por suerte fueron interceptados a tiempo por Rusia.
Pero hay otras armas terribles y cotidianas. Las vallas que se construyen gracias a la legislación de fronteras –y las leyes del mar- y que han hecho del Mediterráneo una inmensa fosa común. Las leyes europeas del mar -en el que mueren miles de personas expulsadas de su tierra por las guerras y el hambre que USA y la UE producen con su aparato militar, la OTAN- son atroces y sobre todo cínicas: penalizan y multan a aquellos marinos que brindan ayuda a los náufragos. Una ley ancestral como la ayuda en el mar, ha sido prohibida y quien ayude a los náufragos es penalizado. Grandes declaraciones y fotos de políticos europeos -abucheados por los pobladores de Lampedusa- no pueden ocultar que esta es la ley de la industria de la muerte en el mar. En tierra, otras leyes amparan la impunidad de la valla construida por Israel para cercar y bloquear al pueblo palestino, o la valla que se extiende a lo largo de toda la frontera de Estados unidos y México. Y en España la valla que circunda las fronteras de Ceuta y Melilla.
La industria de la muerte tiene la ley del estado “democrático” a su favor, y esa es la primera trampa. Es el caso de la industria multinacional, asentada en Málaga, ESF ( European Security Fencing). Un industria que se define como :
“ESF es una compañía líder en Europa en la fabricación e instalación de alambres de cuchillas tipo CONCERTINA ® para la seguridad perimetral. Con una experiencia de más de 15 años en el sector, ofrece una gran variedad de modelos adaptados a la necesidad de nuestros clientes.Nuestro personal cualificado se encarga tanto de la producción como la instalación especializada de CONCERTINA ®.
Seguridad, eficacia y alta calidad en nuestros productos ( Normas de calidad europeas EN-ISO 9001 y Medioambiental EN-ISO 14001).
Nuestros Clientes:
Ministerio del Interior (Centros Penitenciarios, Fronteras estatales)
Puertos navales y aeropuertos, Empresas Privadas, Centrales Nucleares
Lista de Productos:
Las concertinas son cuchillas afiladas para producir terribles cortes en el cuerpo de aquellos que intentan saltar la valla. Se despliegan por kilómetros en Ceuta y Melilla. Las fábricas nunca han tenido tanta demanda. Los muros crecen, las leyes amparan el crimen y las vallas con o sin concertinas se despliegan a lo largo de las fronteras mientras el gobierno declara de utilidad pública su existencia. También pueden ser usadas en los campos y jardines privados, en los extensos campos de golf y clubes, porque como bien dice su publicidad, ningún intruso puede traspasarlas sin el riesgo de sufrir profundos cortes que pueden llegar a dañar tendones y hasta huesos .
¿Pero que tiene que ver una pequeña cuchilla afilada con nosotros, supuestos miembros de una sociedad democrática? ¿Qué tiene que ver con nosotros la producción de la muerte en las fronteras y dentro de las fronteras de la decadente Europa? Qué tienen que ver con nosotros las heridas de esos cuerpos que intentan cruzar o bien son depositados en medio del desierto para que mueran de sed y no se pueda decir que alguien de la sociedad democrática –y católica para más inri- esta implicado en esas cosas que corresponden al destino? ¿Qué tiene que ver con nosotros la existencia de estas vallas en Palestina y en el largo muro que separa los USA de México? ¿Qué tiene que ver con nosotros la existencia de esos muros?
Estas y muchas otras preguntas surgen y son necesarias cuando una sociedad que se supone democrática sólo pide o lucha por aumentos de sueldo y derecho al trabajo, sin preguntarse qué tipo de trabajo, para qué y para quienes trabajo, qué estoy produciendo y cómo me han esclavizado e idiotizado tanto como para suponer que mi ingreso en la industria de la muerte es inocuo. Quizás sea una sociedad de consumo que ha perdido ya el sentido de lo colectivo y de la justicia. Si pensáramos por un instante cuál es el lugar que ocupamos en esta cruel cadena de despojo, al menos quizás empezaría a resquebrajarse esa anciana y anquilosada conciencia colonial europea que se perpetúa en la negación o en la caridad, jamás en la solidaridad internacionalista y anticapitalista. La barbarie colonialista se manifiesta en la incapacidad de relacionar un hecho con otro y seguir alimentando impunemente la máquina de la muerte.
En este gran campo de concentración llamado Europa, colonizado y vallado por la troika, sólo la lucha por un cambio de sistema, un cambio profundo de sistema económico, social y político puede garantizar la justicia y la paz. Mientras tanto, sólo somos tierra colonizada por los intereses militares y económicos de un puñado de criminales y mafiosos interesados en la guerra como negocio. Las concertinas, son sólo una pequeña muestra de hasta dónde se ha llegado en la perversión. Y esa perversión abarca toda la cultura, desde el periódico a la pornografía sensacionalista de la televisión, la producción cultural es espectáculo, la educación es un título para competir mejor, la investigación científica sólo para el mercado, la literatura y el arte han de espesar la anestesia necesaria para seguir colaborando en silencio, hasta que la indiferencia se vuelva costra. El cáncer del subjetivismo se premia porque resulta un buen refugio al cómplice. El yo se desparrama en metástasis inabarcables. Y la industria de los antidepresivos completa el circuito. Esa es la cultura colonial y colonialista, con sus fastos y sus voceros al estilo Varguitas enviado ahora a Venezuela a hablar de democracia al país más democrático del mundo, triste papel el del siervo Varguitas, apoyar la violencia fascista contra el pueblo venezolano y ostentar el título de duque de este imperio con muletas –España- que asesina, maltrata, encarcela y tortura a masas de personas que huyen del hambre y la guerra generadas por la UE y USA.
Curiosamente, y para redoblar la perversión, mientras investigaba a las empresas que fabrican y colocan estas vallas criminales, pude ver algunos videos de la publicidad que hacen –están disponibles en youtube- donde las manos que colocan estas vallas, las manos envueltas en guantes, dejaban ver brazos oscuros, probablemente de inmigrantes indocumentados y esclavizados para estas ruines tareas de defensa de las democracias occidentales.
Ayer fueron golpeados brutalmente, encarcelados y torturados más de doscientos inmigrantes que intentaban saltar la valla de Melilla. Sólo veinte consiguieron escapar. Hoy, en el periódico El país, este era el titular:
“El Gobierno destina 2,1 millones a reforzar las vallas de Ceuta y Melilla”.
El Gobierno ha aprobado este viernes destinar 2,1 millones para reforzar las vallas fronterizas de Ceuta y Melilla, ante la continua presión migratoria que sufren ambas ciudades españolas del norte de África. Tras los saltos masivos a las alambradas de principios de año, el Ejecutivo anunció que iba a recrecer la barrera fronteriza con las llamadas “mallas antitrepa”, una rejilla metálica en la que es casi imposible colar los dedos y, por lo tanto, escalar. (26-4-2014)
Y habría que decirle al cínico premio nobel-duque-varguitas que esto alguna vez debería estar en sus arrastrados discursos de peruano cipayo, fascista y rico. Pero ya lo decía nuestro querido Franz Fanon, nada peor que un colonizado que es colonialista.
¿Es posible equiparar esas vallas a un instrumento de tortura? ¿ De qué se hablan estos cínicos demócratas cuando hablan de derecho internacional, de derechos humanos? ¿Qué legitimidad las sostiene cuando se trata de causar daños irreversibles a las personas?
Quizás estos millones de euros –dinero público- que se gastan en armas de destrucción y tortura, en vallas y concertinas, deberían gastarse en la gente que necesita sobrevivir después de que su tierra fue arrasada por hambrunas y guerras causadas por las potencias europeas y por Usa. Pero una granja, una huerta, una justicia, un techo que permita vivir a los seres humanos, no sería tan rentable como las vallas y esta silenciosa y atroz guerra colonial de cada día. Las vallas y las concertinas son una prueba más del crimen y de la barbarie capitalista.
Vaya usted, querida amiga, tómese una caña y cuando pase por la esquina, déle una moneda al negro que está siempre ahí con la mano extendida. Y después, olvídese y busque un libro o una película que le hable de problemas subjetivos, de género, o de bodas y parejas….