La versión número decimoctava de la principal feria de armamentos del hemisferio sur, conocida también como Feria del Aire y del Espacio (FIDAE) tuvo lugar entre el 25 y el 30 de marzo en el aeropuerto de Santiago de Chile. Los principales fabricantes y vendedores de armas del planeta, desde los norteamericanos a los rusos, participaron en esta nueva versión de la feria que se organiza en Chile cada dos años. Desde algunos puntos de vista, la feria fue un éxito total.
Aunque no se informó oficialmente del número ni monto de las transacciones de armamentos, secreto militar por supuesto, los organizadores del evento anunciaron entusiasmados que fabricantes de 9 países habían ya reservado espacio para la próxima feria del año 2016, entre ellos firmas de Rusia, Brasil, Reino Unido, Ucrania, Bielorusia, Italia e India. En su comunicado de prensa argumentaban que tan tempranas reservas demostraban “lo efectivo que resulta en términos comerciales su participación en la principal muestra aeroespacial del continente.”
Por otra parte la prensa informaba que durante los dos días que la feria estuvo abierta al público, cerca de 150.000 santiaguinos soportaron enormes tacos y un calor sofocante, además de pagar una entrada de no poco valor, para pasearse entre aviones y helicópteros militares y civiles, y fotografiarse con mortíferos fusiles y ametralladoras. Muchas de estas personas eran niños y niñas que posaban felices juntos a sus familias ante las maquinarias de la muerte tantas veces vistas en la televisión y los videojuegos.
Para los visitantes civiles, la atracción principal del espectáculo era el Airbus A380, el avión comercial más grande del mundo, que voló además varias veces por los cielos grises de Santiago y Valparaíso. Pero otros aviones fueron también atracción del evento, por lo menos para los que venían a comprar -y no sólo a mirar y ojalá tocar -armas. Su fabricación y uso en distintos lugares del mundo han estado rodeados de escándalo y misterio. Se trata de los vehículos aéreos no tripulados, (UAV en inglés, VANT en español), conocidos también como drones.
En Estados Unidos y otros países del mundo se ha creado una gran controversia dado que los famosos drones estarían siendo utilizados por las fuerzas armadas estadounidenses para asesinar a supuestos líderes “terroristas”, muchas veces provocando la muerte de civiles inocentes. Estos ataques se estarían llevando a cabo desde bases secretas en diversos países del mundo y controlados a distancia -cual inocente video-juego- dese bases militares en los Estados Unidos y otras naciones. Una investigación periodística de Nick Turse, del medio digital estadounidense Tom Dispatch habla de un “imperio secreto de bases de drones”, al servicio de una “campaña de asesinatos implementada para apoyar las cada vez mayores guerras no-declaradas” del país del norte.
“Operada por los militares, la Central Nacional de Inteligencia (CIA) y sus agentes delegados, estas bases…son la espina dorsal del nuevo estilo Americano de guerra robótica. Son también el más reciente desarrollo en la larga saga de la proyección del poder norteamericano en el mundo, en este caso ataques por control remoto en cualquier lugar del planeta, con un mínimo de rastros y sin rendir cuentas a nadie”.
El artículo en cuestión no menciona Chile como parte de esta red de 61 bases de drones, pero aviones no tripulados de diverso tipo están hace varios años volando cielos chilenos.
Dirigentes Mapuche han denunciado haber visto aparatos volando sobre sus comunidades y un alto oficial de Carabineros, jefe de la IX zona policial, en diciembre pasado confirmó la “llegada de dos aeronaves que permitirán controlar el desplazamiento de personas desde el aire”, equipados con “una serie de cámaras infrarrojas y termales”.
No es fácil confirmar cuantos, ni de donde proceden los drones que estarían usando las fuerzas policiales y militares chilenas. Una compra a la empresa israeli Blue Bird Aero Systems ha sido declarada secreto militar, pero otra compra, la de tres Hermes 900 de la empresa isralei Elbit ha sido reconocida e informada por el prestigioso grupo sueco SIPRI que monitorea las compras de armas a escala mundial.
Tampoco es fácil saber cual ha sido el destino de los por lo menos dos programas chilenos para desarrollar y fabricar drones en el país, ambos con participación directa o indirecta de las fuerzas armadas.
El primero de ellos estuvo a cargo de un consorcio formado por la Empresa Nacional de Aeronáutica de Chile (Enaer), la Universidad de Concepción, Coinfa y Forestal Mininco (curiosamente esta gigantesca empresa forestal mantiene innumerables conflictos de tierra con comunidades Mapuche). La iniciativa que comenzó el año 2005 recibió un millonario financiamiento de parte de Conicit, Innova Chile y la Fundación FIA del Ministerio de Agricultura. Poco o nada se supo de los resultados de ese consorcio estatal-privado. De hecho, durante la FIDAE, Jorge Flores, ex-oficial de la Fuerza Aérea chilena y actual jefe del departamento de marketing de Enaer dijo desconocer en detalle la iniciativa privada-estatal. “Nunca hemos hecho uno (drone)..puede haber sido una cooperación en la parte de ingeniería” argumentó crípticamente.
Tampoco se sabe con precisión que ha sucedido con otra iniciativa nacional para diseñar y fabricar drones. Se trata del proyecto Láscar, una iniciativa conjunta entre, otra vez la Universidad de Concepción, pero esta vez asociados con el Centro de Modelación y Simulación del Ejercito de Chile (CEMSE) y la empresa Presagia.
En noviembre del 2012, el diario La Nación de Argentina anunciaba que Chile se lanzaba “a la carrera regional para fabricar aviones no tripulados” y el general del ejército chileno Bosco Pesce anunciaba que el gobierno se había comprometido a “desembolsar los recursos para la construcción de 18 drones, que estarían operativos en marzo de 2014.»
“Todavía no..está en su fase de prototipo todavía. Se espera desarrollar durante los próximos meses la integración con el sistema terrestre y está todavía en desarrollo de pruebas..” nos comentaba en Fidae el Mayor Flavio Narváez del Ejercito de Chile, quien dijo además desconocer los detalles de la iniciativa de Enaer.
En las cercanías los stands de las empresas militares, entre ellas la empresa israelí Rafael, quien para el terremoto de 2010 tuvo la “gentileza” de prestar dos drones a Chile para evaluar daños. En los años siguientes dos empresas israelies venderían, en cifras millonarias, sofisticados aparatos al ejercito chileno.
Mientras conversábamos con el mayor de Narváez, sus palabras eran opacadas por fuertes sonidos de ráfagas emitidas por simuladores de batallas en los que se agolpaban padres e hijos ansiosos por jugar a la guerra.