Hoy en día las nuevas tecnologías estan cada vez más presentes en todas las areas de la sociedad. Nos comunicamos con nuestra familia, amigos y conocidos por teléfonos móviles, (y los más jovenes por email, whatsapp, facebook, twitter, skype…) en nuestras compras la mayoría usamos una extensa red de cajeros automáticos y terminales móviles. Parkings, oficinas de información, servicios técnicos, etc. Podemos hacer compras y contratar viajes por internet, elegir nuestro asiento en el cine, e incluso sellar el paro o pagar nuestras multas remotamente. Siguiendo con el aspecto económico, Hacienda tiene todos nuestros datos, en muchos casos complejísimos, y sabe en cada momento lo que hemos ganado, y nos facilita la vida pudiendo hacer la declaración con un sólo click, tal como se publicita desde el propio Gobierno. Lo último son sistemas para controlar y facilitar el tráfico y incluso «preveer» dónde se dan o pueden darse los atascos…
¿Pero qué pasa con la Democracia? ¿Qué pasa con la voluntad de las personas? Ah amig@s, ahí la cosa cambia y de repente volvemos al siglo XIX, o peor, el XVIII, cuando no había ni transportes veloces ni radio o televisión y se elegía a los representantes, que tenían que irse, en coche de caballos, a vivir «a la capital» por cuatro años para representar a los votantes de tal o cual lejana provincia, porque era imposible recoger la voluntad popular día a día. Si en el resto de ámbitos comerciales de la sociedad la tecnología ha penetrado y nos ha facilitado la vida, en cuestión de avance democrático (a pesar de que la Constitución recoge ese mandato), cero, seguimos votando una vez cada cuatro años (por cierto aplicando una Ley Electoral demostradamente injusta y anacrónica) llenando urnas de plástico con listas de nombres de personas que en su mayoría no conocemos. Y a esperar cuatro años en los que, además, los programas y promesas electorales se incumplen descaradamente.
Hoy en día, no hay justificación para continuar con este estado de cosas. La ciudadanía queremos una democracia real y no formal, decidir continuamente y en todos los aspectos de vida social, política y económica, o al menos tener esa opción, y hoy en día gracias al avance de la tecnología, no hay excusas. Suelen oponerse cuatro argumentos en contra de la democracia participativa con medios tecnológicos: Que es cara. Que no estamos preparados para decidir de todos los temas. Que no todos (sobre todo los mayores) están familiarizados con la «fría» tecnología como para que se generalice su uso en la expresión de la voluntad popular. Por último se aducen problemas de seguridad o posible manipulación de los datos.
Al primer argumento hay que decir que es falso, la red de comunicaciones ya está montada, internet, red de cajeros, etc. El documento identificativo y la firma electrónica ya están siendo muy extendidos. Toda la actividad comercial hoy se mueve sin problemas por la red y mostrar un SI o un NO es muchísimo más sencillo que la cantidad de datos y formularios que se necesitan para otras transacciones. Por lo demás es un argumento torticero, pues aún si fuera cara, donde menos ha de ahorrarse es en facilitar la soberanía del pueblo y más caro, por ejemplo, son los armamentos…
Sobre si estamos preparadas o no para decidir en todas las leyes, es curioso el argumento paternalista, porque si se supone que no estamos preparados para decidir ¿Lo estamos para saber elegir a quienes deciden?. Es impresentable que hoy en día se pongan tantas trabas y que por ejemplo los referendums no sean vinculantes. Hoy podría acelerarse esos aspecto facilitando la decisión y el empoderamiento del pueblo.
Sí que es cierto que muchas personas hoy no están familiarizadas con la tecnología, aúnque a lo mejor son menos de las que imaginan quienes argumentan eso (¿Quién hoy en día no ha usado móviles o cajeros automáticos?) En cualquier caso, sería una labor del gobierno facilitar, creando kioskos de acceso alternativos en los colegios electorales con personal que asesore a los que tengan más dificultades. Seguiríamos teniendo «la fiesta», la tecnología no tiene por qué ser fría, y no podemos imaginar, hoy, cómo millones de personas pueden ponerse de acuerdo, sin su auxilio, de una manera rápida y veraz.
La tecnología hoy es suficientemente segura (si no lo fuera, muy probablemente no se harían la cantidad de transacciones económicas que se hacen) como para aducir que es una razón para no emplearla en aras de la democracia participativa. Las juntas electorales seguramente seguirían existiendo y muchos auditores velando porque el sistema sea suficientemente robusto y seguro. No es tan difícil. Tambien hoy los datos recogidos en urnas físicas se envían y procesan por medios telemáticos sin mayor sospecha en ese sentido.
De fondo lo que hay es un inmovilismo de quienes no quieren cambiar nada porque les va bien así, unos gobernantes que dan la espalda al pueblo al que dicen representar y que sólo representan a los grupos financieros a la vez que roban y empobrecen a los más desfavorecidos, pero que presumen del apoyo de millones de papeles en un proceso «electoral» insuficiente, injusto, estrecho y anacrónico de una democracia formal y no real. Creemos que hay lugar, y suficientes razones, para el avance de la democracia participativa y la inteligencia colectiva. Pensamos que el pueblo o país que avance en ese sentido seguramente será vanguardia de la Humanidad, señalando el camino de avances futuros.